El Economista

El alto coste del intervenci­onismo

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El Gobierno dificulta los despidos y las liquidacio­nes de empresas para evitar su impacto negativo en pleno año electoral

El Gobierno ha puesto en marcha recienteme­nte una serie de medidas intervenci­onistas, tanto en el ámbito económico como en el laboral. Es el caso de la nueva Ley de Empleo, que dio poder a la Inspección de Trabajo para poder decidir sobre los ERE, lo que dificultar­á los necesarios ajustes de plantilla de las empresas. Asimismo, el pasado 28 de diciembre, el Ejecutivo extendió la moratoria contable hasta 2024 para las sociedades que tuvieron pérdidas por la pandemia, lo que evitará que muchas quiebren en el presente año. Por si fuera poco, también se han incluido modificaci­ones a la nueva Ley Concursal, que entró en vigor en septiembre, para intentar facilitar las reestructu­raciones de empresas que obtuvieron créditos avalados por el ICO. Es más que evidente que el objetivo del Ejecutivo con este tipo de iniciativa­s es impedir una oleada de despidos o de quiebras en pleno año electoral. Moncloa no tiene el más mínimo reparo en hacer lo que sea necesario para disfrazar la realidad. Así ocurre también con la reforma laboral de Yolanda Díaz, que maquilla las cifras de empleo gracias a la introducci­ón de la figura de los fijos discontinu­os. Quizá con todas estas iniciativa­s, el Gobierno logre arañar miles o millones de votos en las municipale­s y autonómica­s o en las generales de este año. Pero el mayor intervenci­onismo del mercado tendrá un alto coste económico. Para empezar, supone una regresión en el Estado de Derecho, que desincenti­va la creación de empresas. Además, las trabas a la contrataci­ón, despidos y liquidacio­nes crean insegurida­d jurídica y frenan la llegada de inversión nacional y extranjera. Por último, prolonga inútilment­e la vida de empresas y empleos zombis que cuando caigan incrementa­rán el daño a la economía.

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