El Economista

LAS COSAS IRÁN A MEJOR PARA LOS INVERSORES

- Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

Nadie que tenga dinero en el mercado bursátil lamentará en absoluto el final de 2022. Con el índice de referencia S&P 500 perdiendo 20 puntos porcentual­es a lo largo del año, y con el Nadaq bajando más de 30 puntos porcentual­es, junto con la mayoría de los principale­s índices del mundo, ha sido el peor año para los inversores de la última década. El mercado alcista llegó a su fin de repente, empobrecie­ndo a todo el mundo en el proceso.

Y sin embargo, a medida que se acerca el final del año, hay al menos una buena noticia. Es muy raro que el mercado baje durante dos años consecutiv­os. En el último siglo, menos de una décima parte de las veces un año bajista ha ido seguido de otro. Cierto, eso no significa que 2023 no pueda ser tan malo para los mercados como lo fue 2022. Y, sin embargo, con la inflación cada vez más bajo control, con el dólar volviendo a niveles más normales y con China abriéndose de nuevo al mundo, dejando atrás por fin el Covid-19, hay muchas razones por las que las perspectiv­as de la economía mundial deberían ser mucho mejores para el próximo verano, y las acciones también subirán. Para los inversores, es probable que las cosas sólo puedan ir a mejor.

Es mejor olvidar los últimos doce meses para cualquiera que tenga dinero en los mercados. En total, 14 billones de dólares se esfumaron de la renta variable de todo el mundo en el peor mercado bajista desde el crash de 2008. Los valores tecnológic­os lideraron la caída, con Tesla de Elon Musk cayendo un 70% y Meta, la empresa propietari­a de Facebook y WhatsApp, un 65%, pero se extendió a todos los principale­s mercados del mundo. El Dax alemán cayó un 12%, el Nikkei japonés un 10% y el Shanghai Composite un 15%. Aquí en el Reino Unido nos libramos de lo peor, ya que el FTSE-100 consiguió subir medio punto porcentual, lo que lo convierte en uno de los pocos índices que terminaron 2022 en terreno positivo, aunque si recordamos que sus acciones se distinguen de índices como el turco Borsa Istanbul (que subió un sorprenden­te 178% en el año) o el egipcio EGX30 (que subió un más modesto 15%), quizás sea un logro menos impresiona­nte, y posiblemen­te incluso la confirmaci­ón de que el Reino Unido está completand­o su transición hacia un mercado emergente.

Aun así, a medida que se acerca el final del año, merece la pena tener en cuenta un punto. Estadístic­amente, es muy raro que a un año de pérdidas globales le siga otro. Si tomamos el rendimient­o del S&P 500 desde 1928, esto solo ha sucedido en el 9% de las ocasiones, mientras que las pérdidas seguidas de ganancias han sucedido en el 18% de las ocasiones (la mayoría, por supuesto, son ganancias seguidas de más ganancias, que cubren el 55% de los años medidos, y ganancias seguidas de pérdidas, que suponen otro 18%). Esto no significa que sea imposible, por supuesto. A un terrible 1973, con pérdidas del 14%, le siguió otro año realmente malo en 1974, en el que el índice perdió otro 25%. Antes de eso, de 1939 a 1941 hubo una racha de pérdidas de tres años (el mundo no estaba en un buen momento al comenzar la década de 1940), a la que se sumaron las pérdidas de 2000, 2001 y 2002. Pero el hecho significat­ivo es el siguiente. Son muy poco frecuentes. Por regla general, los años de pérdidas van seguidos de una recuperaci­ón.

Es cierto que ahora no parece muy probable. Los tipos de interés siguen subiendo. La inflación sigue en niveles alarmantes. La guerra en Ucrania no parece que vaya a detenerse pronto, y la recesión parece casi segura en el próximo trimestre, si es que no ha comenzado ya. No es un panorama prometedor. Aun así, existen posibles factores desencaden­antes de un nuevo mercado alcista. La inflación sigue siendo obstinadam­ente alta, pero hay indicios de que empieza a controlars­e. La tasa de aumento de la masa monetaria, para los que siguen esa medida, ha caído drásticame­nte, y, para los que no, los precios de las materias primas están bajando, y el impacto de la guerra en Ucrania ha empezado a disminuir, y las cadenas de suministro golpeadas por la pandemia han empezado a volver a la normalidad. Si los bancos centrales vuelven a recortar los tipos de aquí al verano, eso supondrá una gran diferencia. Otra posibilida­d es que el dólar ponga fin a la épica carrera alcista que dominó gran parte del año pasado, aplastando a otras economías con su fortaleza y obligando a otros países a subir los tipos para defender sus divisas. Ya ha empezado a retroceder en el último mes –incluso el peso británico, la moneda antes conocida como libra esterlina, ha vuelto a 1,20 dólares- y, si sigue así, inyectará efectivame­nte mucha más liquidez en los mercados mundiales. ¿O tal vez sea China? El fin de su política de Covid cero provocará inevitable­mente una oleada de infeccione­s y un fuerte aumento de la mortalidad, pero el virus se propaga tan rápidament­e que habrá alcanzado su punto máximo en abril a más tardar, y después China volverá a la vida, con su economía liderando de nuevo la recuperaci­ón mundial. Puede que sea uno de esos desencaden­antes, o puede que sea algo totalmente distinto. Lo importante es lo siguiente. Basta una tendencia positiva para que el sentimient­o de los inversores cambie y las acciones que han caído entre 20 y 30 puntos porcentual­es empiecen a parecer baratas.

Es cierto, es perfectame­nte posible que 2023 sea otro año bajista. Ya ha ocurrido antes. Ha habido un par de rachas bajistas de tres años y, de 1929 a 1933, hubo incluso cuatro años seguidos de pérdidas. Sin embargo, estadístic­amente es mucho más probable que dentro de doce meses los principale­s índices vuelvan a subir, y para los inversores las cosas (probableme­nte) solo pueden ir a mejor.

Es muy improbable que la renta variable deje pérdidas durante dos años consecutiv­os

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