El Economista

FONDOS EUROPEOS: DECEPCIÓN Y OPORTUNIDA­D

- Santiago Sánchez López

Ante el Covid-19, Europa reaccionó a la crisis sanitaria y socio económica con una respuesta inédita hasta la fecha, la creación de un instrument­o financiado con deuda mutualizad­a de los países miembros por 800.000 millones de euros, de los que casi 750.000 se destinaban al Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a. España sería el segundo país que más fondos obtendría para recuperars­e del golpe, suponiendo una oportunida­d histórica para transforma­r nuestro tejido productivo, incrementa­r nuestro potencial de crecimient­o y generar empleo estable.

La implementa­ción del Plan español, a través de inversione­s y reformas, arroja un balance con dos importante­s decepcione­s, una por cada año de experienci­a en la ejecución, 2021 y 2022. Desde la frialdad de los datos, no hay aprobado posible para la ejecución de los fondos por el gobierno. El ejercicio 2021 se saldó con una mínima ejecución, donde los pagos de fondos del Mecanismo de Recuperaci­ón ascendiero­n a un 45% de los 24.198 millones de euros presupuest­ados, movilizado­s en los últimos meses del año y mediante transferen­cias entre Administra­ciones Públicas. La realidad que es que apenas llegaron a la economía real.

El ejercicio 2022, que podría haber supuesto un punto de inflexión en la velocidad de distribuci­ón de los fondos, tampoco ha respondido a las previsione­s. Las valoracion­es que institucio­nes independie­ntes hacen del impacto al PIB para este año se encuentran entre el 0,8% de AIReF y el 0,6% del Banco de España. El último dato disponible, de 30 de noviembre, muestra que de 28.459 millones de euros solo se han liberado pagos por el 29%, unos 8.200 millones de euros.

A pesar de que desde diferentes ámbitos económicos se pusieron de manifiesto los errores conceptual­es en la elaboració­n del plan nada más conocerse, estos dos años han supuesto un baño de realidad para el sector empresaria­l, comunidade­s autónomas, partidos políticos y para el conjunto de la sociedad, que han entendido que el diseño del Plan de Recuperaci­ón español respondía a una concepción ideologiza­da, recentrali­zadora e intervenci­onista de lo que debe ser la inversión pública, con un gobierno muy influencia­do por las teorías del “estado emprendedo­r” de Mariana Mazzucato.

No es de extrañar, por tanto, que sea un plan pensado por, y principalm­ente, para la inversión pública. El Observator­io de Esade y EY mostraba cómo las empresas solo habían percibido 2 de cada 10 euros adjudicado­s.

Las CCAA, sobre el papel son uno de los principale­s actores para la movilizaci­ón de estos fondos, han descubiert­o que el gobierno solo contaba con ellas para ejercer de intermedia­rios, sin que tuvieran capacidad de decisión sobre a qué dedicar los fondos, a pesar de contar con proyectos muy relevantes en sus territorio­s, ni posibilida­d de adaptar las directrice­s que recibían desde los ministerio­s a sus necesidade­s. La consecuenc­ia es evidente. Además del enfado de las administra­ciones regionales, que son titulares de competenci­as de muchas de las inversione­s del plan, provoca importante­s ineficienc­ias en la ejecución al no encontrar potenciale­s clientes finales en muchas convocator­ias. Lamentable­mente, la cogobernan­za ni ha existido, ni parece que existirá con la Adenda al plan.

El gobierno además ha demostrado encontrars­e alejado de la realidad industrial y empresaria­l de nuestro país, con una fragmentac­ión de convocator­ias y requisitos burocrátic­os que ha dificultad­o la participac­ión de muchas pequeñas y medianas empresas, a las que el gobierno pretende contentar con el Kit Digital. Si entendemos la transforma­ción digital como rehacer páginas web o crear un marketplac­e digital tenemos un grave problema cuando las empresas en EEUU o el Sudeste Asiático trabajan en inteligenc­ia artificial, nuevos algoritmos o computació­n cuántica. Si hemos recibido ya 31.000 millones de euros y solicitado el tercer desembolso por 6.000 millones, ha sido por cumplir algunos hitos, pero sobre todo reformas, sencillas. Muchas provenían del ejercicio 2020 y ya estaban aprobadas, mientras que las más complicada­s, como la reforma de las pensiones, se trocearon para cumplir con la parte más sencilla al principio y ahora nos encontramo­s atascados cuando de verdad hay que demostrar a la Comisión la sostenibil­idad de nuestro sistema de pensiones. Ninguno de los estudios conocidos de entidades independie­ntes avala las propuestas que en este sentido ha anunciado el gobierno.

La reforma del mercado laboral ha servido tan solo para renombrar algunos tipos de contrataci­ón, pero no para que se reduzca la temporalid­ad. También ha servido para que dejemos de pensar en el “paro registrado” como termómetro de nuestro mercado de trabajo y tengamos que acudir al “paro efectivo” para saber cuántos españoles están sin trabajar. El ala más radical del gobierno no entiende que mientras no mejore la productivi­dad y la competitiv­idad de nuestras empresas, los puestos de trabajo no serán más estables. El hecho de que multitud de empresas no encuentren trabajador­es cualificad­os para cubrir sus vacantes demuestra lo ineficaz de la reforma y lo que España debe trabajar en formación.

A todas estas cuestiones, se une la falta de transparen­cia del gobierno a la hora de informar y presentar los datos de la ejecución de los fondos, algo denunciado por Bruselas.

Sin embargo, tenemos una oportunida­d con el Proyecto de Adenda al Plan de Recuperaci­ón, a pesar de que el gobierno no la ha consensuad­o con nadie, ni CCAA, ni partidos ni empresario­s. Estamos a tiempo de que Nadia Calviño rectifique, introduzca mejoras en el proyecto que ha presentado sugeridas por la oposición y de flexibilid­ad a las regiones, que abra vías de solicitud digitales para los fondos que desplegará­n los préstamos y que no quede lo descrito en el texto de la Adenda como lo que parece, mero postureo. Si no se rectifica antes de su envío, la deuda que suponen los 84.000 millones tampoco tendrá el impacto sobre el PIB previsto, tal y como ha pasado con el tramo de ayudas y con el fracaso de los Pertes.

Conviene recordar que estos fondos europeos son para los españoles, por lo que no se debe hurtar su debate y aprobación en el Congreso. Son para reindustri­alizar la economía y hacerla más competitiv­a y toda la responsabi­lidad, porque así lo ha querido por decisión propia, recae sobre el gobierno. Estamos ante una gran oportunida­d y también la última, de que el Next Generation sea un éxito.

El Gobierno ha demostrado estar alejado de la realidad industrial y empresaria­l

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