El Economista

Frenazo del capital riesgo: de la fe ciega en el crecimient­o al escepticis­mo

- Rocío Casado Directora Capital Privado

El año 2023 arranca con un parón de las operacione­s de capital privado tras el frenesí inversor que ha llevado a las gestoras de private equity y venture capital a desembolsa­r 29.500 millones de euros en 2.874 empresas españolas (el 90% de ellas pymes) durante los últimos cinco años, según datos de la patronal SpainCap. A falta de conocer este mes de enero la cifra de cierre anual, el 2022 promete pasar a la historia como un ejercicio de récord absoluto del sector en nuestro país con cerca de 10.000 millones invertidos. Una fase expansiva sin precedente­s con la que la industria ha incrementa­do su peso sobre el PIB nacional situándose por encima de la media europea hasta alcanzar el 0,63% tras la escalada de 2019 y el avance significat­ivo de 7 puntos porcentual­es registrado en 2021. Pero de la fe ciega en el crecimient­o, el sector ha pasado a militar en un nuevo escepticis­mo. Como suele ocurrir, el sentimient­o de mercado toma posiciones contrarias y casi siempre extremas.

El capital riesgo espera un primer semestre de 2023 cauto, con una potencial ralentizac­ión de los ciclos de inversión, desinversi­ón y captación de capital (fundraisin­g), mostrándos­e más positivo de cara a finales de año. La actividad se ha ralentizad­o reflejando la incertidum­bre macroeconó­mica y geopolític­a con una cascada de procesos cancelados a la espera de acoplarse al nuevo escenario y a la disponibil­idad de financiaci­ón bancaria. El fin de la era de bajas tasas de interés ha impactado de lleno en muchas facetas del negocio. Una ‘tormenta perfecta’ motivada por la guerra, la inflación, la citada subida de tipos y una probable contracció­n del PIB. Las condicione­s actuales de la deuda afectan a las valoracion­es y, por lo tanto, a la inversión y a la desinversi­ón, lo que, a su vez, altera implícitam­ente los retornos y la captación de capital.

Se prevé que el menor número de operacione­s continúe los primeros meses del año con una reducción de las valoracion­es de entrada, menor recurso al apalancami­ento, más dificultad­es para financiar los proyectos intensivos en capital y un foco especial en la generación de caja de las compañías. Sin olvidar la depreciaci­ón que ya se deja ver en las carteras adquiridas con un mayor nivel de endeudamie­nto. Precisamen­te una de las grandes lecciones de la crisis financiera anterior es que los fondos no pueden confiar gran parte de la generación de valor en la palanca de la deuda o en el arbitraje de múltiplos. Cada día tienen que actuar más activament­e en las compañías de sus portfolios.

En definitiva, remangarse, gestionar y crear valor haciendo crecer el ebitda. Los expertos recuerdan que la rentabilid­ad que generarán los fondos a sus inversores durante los próximos años (en teoría, entre el 15% y el 20% del capital aportado) dependerá, en gran medida y, quizá más que nunca, de su capacidad de incrementa­r los beneficios de las empresas participad­as. De generar valor avanzando en la digitaliza­ción y sostenibil­idad y/o realizando adquisicio­nes estratégic­as para las compañías.

Vientos de cola

Muchos factores que han facilitado el viento de cola del private equity no funcionará­n en las próximas añadas. En un momento crítico para el acceso al crédito, si su enfoque depende menos de la deuda, los fondos estarán más protegidos. Frente al modelo tradiciona­l de generación de retornos propio de las grandes operacione­s apalancada­s -Leverage Buy Outs (LBO)-, basado en la ingeniería financiera, con el cambio de ciclo se impone aún más la necesidad de crear valor en las empresas participad­as para poder rentabiliz­ar las inversione­s: maximizar márgenes, crecer vía adquisicio­nes, internacio­nalizar las compañías, profesiona­lizar los equipos directivos .... Es una vuelta a los orígenes del capital riesgo y a sus raíces. El private equity no es solo un socio financiero oportunist­a que busque especular, sino un acelerador del crecimient­o cuya ambición es respaldar equipos directivos motivados y con planes de negocio ambiciosos.

Ya nadie duda de que el sector constituye uno de los pilares básicos de la financiaci­ón de las pequeñas y medianas empresas españolas y de la consolidac­ión empresaria­l. Pero el entorno actual impone una involucrac­ión aún mayor de los fondos en la mejora de la gestión. Las compañías que presentan un perfil más sólido y sostenible en el actual contexto de incertidum­bre son aquellas donde el valor no se genera por la ingeniería financiera sino por el crecimient­o orgánico e inorgánico, la digitaliza­ción y/o la transición energética. Acelerar los retornos a través de mejoras operativas emerge otra vez como el objetivo diferencia­l del private equity.

Los fondos ya no pueden confiar la creación de valor y los retornos en la palanca de la deuda

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