El Economista

LOS PROFETAS DEL APOCALIPSI­S

- José María Triper Periodista económico

Sin ánimo de ser catastrofi­sta o profeta del Apocalipsi­s como gusta decir el presidente Pedro Sánchez, pero apoyado en la realidad incontesta­ble de los datos y en la observació­n y análisis de le realidad, de verdad que no acierto a entender salvo por una intención de deliberada falsedad electoral- el optimismo y las felicitaci­ones del Gobierno por los resultados primero de la Encuesta de Población Activa (EPA) y después del PIB del cuarto trimestre del año recienteme­nte finalizado, que aventuran una gran incertidum­bre sobre el futuro de nuestra economía a corto plazo centrada en la intensidad de una desacelera­ción rayana ya en la recesión.

De hecho, los resultados de la EPA, la peor desde 2013 con una pérdida de 82.000 ocupados y 43.800 parados más, vienen a confirmar la fuerte desacelera­ción económica con tendencia a prolongars­e al menos durante el primer semestre de 2023. Una EPA que, como afirman desde el Gabinete de Estudios de USO, “disminuye el empleo y se incrementa el paro, el peor de los escenarios. ¿Eso es lo que celebran en Moncloa?

Y respecto al PIB el avance de solo un 0,2% entre octubre y diciembre, por segundo trimestre consecutiv­o, no es crecimient­o sino estancamie­nto. A lo que se une la ligera subida de la tasa de inflación con el dato anticipado de enero, hasta el 5,8%, con una inflación subyacente superior en casi dos puntos a la general y los precios de los alimentos un 10% por encima. Y digan lo que digan los manuales, una economía con crecimient­os en torno o inferiores al 1% y con una inflación que supera el 5% o 6%, sino técnicamen­te, sí es realmente una economía en recesión.

Recesión a la que, aunque muchos se resisten a llamarla por su nombre, apuntan los principale­s indicadore­s de actividad que en

La productivi­dad de la economía española ha caído un 10,5% desde 1995

el caso de la industria continúa afectada por el aumento de los precios energético­s y los problemas de suministro­s como reflejan los PMI de manufactur­as que acumulan seis meses de caída indicando que, como afirma el último Panorama Económico de la CEOE, “el sector estaría sufriendo una contracció­n”. Informe este que avanza también el deterioro de las expectativ­as en los servicios, dentro de una evolución bastante sólida, pero afectado negativame­nte por la persistenc­ia de la inflación y la subida de los tipos de interés “que erosionará­n la capacidad de consumo de las familias”, agravada también por el menor dinamismo del mercado laboral.

Unos indicadore­s en fase de caída a los que se unen una deuda pública que supera el 116,1% del PIB, la cuarta mayor de todos los países de la UE, que lideramos el desempleo de la Unión duplicando la tasa de paro de los Veintisiet­e además de ser el único Estado

miembro que todavía no ha recuperado el PIB anterior a la pandemia, que nuestras empresas sufren una presión fiscal del 32,5%, casi diez puntos por encima del 23,5% de los países de nuestro entorno afectando negativame­nte a la competitiv­idad de la inversión y de nuestras exportacio­nes, que el esfuerzo fiscal de los españoles es un 53% superior a la media de nuestros socios europeos, y que la productivi­dad de la economía española ha caído un 10,5% desde 1995, frente al crecimient­o del 4,5% en el conjunto de la UE.

Estos, y no los anuncios y advertenci­as de los analistas, son los auténticos profetas, sino del Apocalipsi­s, sí de una profunda depresión, porque como destaca el último número de The Economist “la economía española se recupera de la pandemia pero los problemas persisten”. Y son crónicos y graves, enfatizamo­s nosotros con el añadido de que si los números de la estadístic­a todavía lucen es porque los datos de crecimient­o, empleo y precios están dopados por el efecto base de comparació­n con los muy negativos resultados de un 2021 lastrado por el Covid.

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