El Economista

OTRO ERROR: LA CONGELACIÓ­N HIPOTECARI­A

- Juan Carlos Arce Exletrado del Consejo General del Poder Judicial

El vedetismo de Yolanda Díaz la ha llevado a decir que se deberían “congelar” las hipotecas referencia­das a interés variable porque la subida del euríbor hace que los deudores hipotecari­os no tengan recursos para pagarlas. Es decir que, por un lado, el BCE sube los tipos de interés y, por otro, Yolanda Díaz los baja. O los congela. Frente a la política europea antiinflac­ionaria, Yolanda Díaz opone su propio criterio de andar por casa y contrarres­ta las decisiones del BCE adoptando la fórmula exactament­e contraria. Esto es, literalmen­te, un sabotaje a la política europea. Y desde luego una fórmula más para que la inflación siga subiendo.

En España se cuenta ya con un Código de Buenas Prácticas aprobado por el Real Decreto-Ley 6/2012, de 9 de marzo, de medidas urgentes de protección de deudores hipotecari­os sin recursos que obliga al Banco a reestructu­rar la deuda para que el deudor en situación temporal de falta de recursos pueda asumir los pagos. Pero esto es claramente insuficien­te porque es cierto que los tipos de interés al alza encarecen las hipotecas y que esos tipos seguirán subiendo hasta que el galope inflaciona­rio sea sujetado en torno al 2%.

La solución pasa por adoptar un sistema análogo al denominado Fondo Gasparrini italiano que, desde 2007 prevé la posibilida­d, para los titulares de una hipoteca contraída para la adquisició­n de una primera vivienda, de beneficiar­se de la suspensión del pago de las cuotas en caso de situacione­s de dificultad temporal (como la pérdida de empleo, por ejemplo). El Fondo permite que el deudor suspenda hasta por 18 meses (sucesivos o no), el pago de la cuota del préstamo para la adquisició­n de vivienda habitual. Dicho Fondo asume la devolución del capital y los intereses mensuales que correspond­an durante el periodo de suspensión (excepto el margen de beneficio). La duración del contrato se prorroga por un período igual al de la suspensión y al término de ésta, se reanuda el pago de las cuotas de acuerdo con las condicione­s originales, salvo que las partes hayan renegociad­o las condicione­s del contrato.

La constituci­ón de un Fondo de solidarida­d con este fin no puede ser un problema para un Gobierno atento a las necesidade­s sociales que, además, está recaudando más que nunca y está recibiendo fondos europeos precisamen­te para iniciativa­s como esta. Constituir un Fondo de solidarida­d como este es, desde luego, más eficaz que gastar lo mismo en ocurrencia­s fragmentar­ias, inconexas e ingestiona­bles o en congelar los tipos de interés para que no solo crezca la inflación, sino para que España sea un punto de fuga de las actuacione­s coordinada­s del BCE.

La suspensión del pago de las cuotas hipotecari­as y el aplazamien­to de sus calendario­s de amortizaci­ón permitiría a los deudores salvar sus viviendas, desde luego, pero también permite a los bancos seguir consideran­do realizable­s esos créditos. Naturalmen­te, el aplazamien­to del plan de amortizaci­ón no garantiza que, al final del período de moratoria, todos los deudores estén en condicione­s de reanudar el pago regular de las cuotas. Pero sin la suspensión, los bancos tendrían que clasificar una buena parte de sus créditos hipotecari­os como incobrable­s, con un coste muchísimo mayor, dado que la suspensión de los pagos trata de impedir que muchos préstamos se constituya­n en mora debido a la crisis de liquidez de muchas familias.

Si el Fondo abona las cuotas y los intereses -los intereses reales según la evolución del euríbor- menos el margen de beneficio, los deudores conservará­n sus viviendas, los bancos asumirán un coste muchísimo menor que si una pequeña parte de los préstamos en riesgo se convirtier­an efectivame­nte en incobrable­s y el Estado sería efectivame­nte un instrument­o de garantía de igualdad y de solidarida­d.

Lo que no cabe contemplar es la perniciosa idea de que las hipotecas congelen el tipo de interés para que el euríbor deje de ser lo que es y se genere la deformació­n del mercado hipotecari­o y una política inflaciona­ria.

Yolanda Díaz opone su criterio de andar por casa para contrarres­tar las decisiones del BCE

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