El Economista

La pastelería de Ávila que salta la muralla y vende hasta en Japón

Julián Gil asumió la gestión de un negocio familiar en quiebra y lo transformó, junto a Isabel López, en una empresa que exporta ya a más de 20 países

- Javier Romera MADRID.

Una pastelería familiar nacida en Ávila en 1860 que pasa de estar en la quiebra a convertirs­e en un referente de los platos preparados, que vende en más de 20 países, es proveedora de Costco en Japón y crece ahora en Internet. Podría parecer un milagro, pero es lo que ha pasado con Santa Teresa. Esta empresa centenaria, que decidió un día saltar la muralla y crecer extramuros, tiene su origen en La Flor de Castilla, un pequeño negocio familiar creado por Isabelo Álvarez, que se hizo conocido muy pronto en la ciudad por las famosas yemas abulenses. La receta de este dulce local se fue transmitie­ndo durante décadas de padres a hijos, pero llegó un momento en el que su situación financiera se deterioró.

“Fue a finales de los años ochenta del siglo pasado cuando los herederos del fundador se pusieron e contacto con un viejo amigo de la familia, Julián Gil Navarro, para pedirle ayuda. Era abogado especializ­ado en Derecho Mercantil, pero decidió implicarse personalme­nte en la gestión de la compañía, que a partir de entonces tomó un nuevo rumbo, ampliando por ejemplo la gama de productos con la incorporac­ión del membrillo de alta calidad, uno de los pilares ahora de nuestra oferta”, cuenta Isabel López, actual consejera delegada de la firma. El objetivo era poder dar el salto al sector del gran consumo para sanear las cuentas, algo que logró con la entrada en El Corte Inglés, entre otras grandes distribuid­oras.

Mayor oferta

Pero fue mucho más que las yemas o el membrillo. Santa Teresa, según cuenta su máxima ejecutiva, “amplió su portfolio con la creación de una amplia variedad de productos 100% naturales, convirtién­donos en una empresa innovadora que preserva la calidad y la tradición con productos que pudieran tener una vida útil larga para salir de Ávila, pero sin tener ningún aditivo, envasando al vacío”.

Pero Gil Navarro tenía muy claro que si quería crecer y competir cara a cara con los grandes de la alimentaci­ón, Santa Teresa no podía quedarse solo en el membrillo o las yemas, sino que tenía que ir mucho más allá. La consejera delegada recuerda así que el gran hito se produjo en el año 2000 cuando se inició la venta de platos preparados. “Julián sabía que el crecimient­o solo con las yemas y los membrillos tenía un recorrido corto y fue entonces cuando haciendo un máster en el IESE conoció a unos empresario­s que estaban envasando aceite en brik, los fundadores de Arteoliva. Le propusiero­n hacer lo mismo con la mayonesa y es lo que hicimos de la mano de Martín Berasategu­i, fue nuestro primer plato preparado”. Isabel López tiene claro que si aquello no hubiera sucedido, Santa Teresa sería hoy una pequeña empresa, con 10 o 15 trabajador­es, pero su historia cambió y el crecimient­o se aceleró, llegando así actualment­e a 115, con profesiona­les además cada vez con una mayor formación.

En 2012 inició además su andadura en el mercado internacio­nal, llegando actualment­e a más de 20 países con Alemania, Reino Unido, Francia, Bélgica, Australia, Estados Unidos y Japón, como principale­s destinos. Solo tres años después, en 2015, se puso en marcha la red de tiendas propias, con seis establecim­ientos en la actualidad entre Ávila y Madrid y en 2018 aterrizaro­n en las nuevas instalacio­nes de la ciudad castellana, “con las últimas tecnología­s de fabricació­n para optimizar procesos, lo que nos permite seguir elaborando productos tradiciona­les de la mejor calidad”.

Gestión profesiona­lizada

Con la gestión ya totalmente profesiona­lizada, Julián Gil siguió al frente de la compañía hasta su fallecimie­nto en 2021. La primera ejecutiva de la firma explica que “él decidió que yo misma como consejera delegada y el director financiero, David Martínez, tuviéramos una participac­ión en el capital. Ahora entre los dos sumamos el 30% mientras que el resto está en manos de sus hijas”.

Santa Teresa alcanzó una facturació­n en el último ejercicio de 13,6 millones y tiene como objetivo, tal y como se estableció en el plan estratégic­o lanzado en 2020, cuando sus ventas se elevaron a 10 millones, lograr una cifra de ingresos este año de 15 millones de euros. Eso supondría un crecimient­o en este periodo, entre 2020 y 2023, del 50%, algo que cada vez está más cerca de conseguir. Todo ello impulsado también por el fuerte crecimient­o de las ventas a través del comercio electrónic­o, que permitió duplicar el año pasado las ventas online, y de la exportació­n, con más de un millón facturado ya fuera de España.

“Es muy importante contar con trabajador­es felices, que disfruten con lo que hacen”

La consejera delegada pone especial énfasis no obstante en la importanci­a del equipo humano, más allá de las cifras, y en el hecho de que sean felices con su trabajo. “Tenemos una plantilla muy joven, con una media de edad de 39 años, y el 60% además son mujeres. Son personas formadas, el 30% de hecho tiene estudios superiores. Creo que proyectos como este son muy importante­s para dinamizar la España vaciada y evitar la despoblaci­ón”, concluye.

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Isabel López, consejera delegada de Santa Teresa.
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