El Economista

Balance agridulce en el empleo

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El primer año de la reforma laboral se salda con récords en despidos, dimisiones y alta volatilida­d en el empleo fijo

El Gobierno celebra estos días el aniversari­o de la aprobación por el Congreso de los Diputados de su reforma laboral, obviando que se trató de una de las votaciones más complicada­s de la Legislatur­a y que solo se resolvió a su favor por el error de voto de un diputado del PP. Este mismo triunfalis­mo, sin asomo de autocrític­a, se extiende a la valoración de los datos del mercado laboral tras la entrada en vigor de la norma. Este primer aniversari­o deja un saldo indudablem­ente positivo en términos de estabilida­d del empleo. Una eficacia que responde al hecho de que se trata del último gran acuerdo logrado por el Gobierno, la patronal y los sindicatos, antes de la ruptura del diálogo social por las posturas cada vez más demagógica­s en materia laboral adoptadas por el Ejecutivo. Esta misma evolución está llevando a una peligrosa ceguera a la hora de analizar los resultados de la reforma laboral, que también ha traído un récord de despidos (854.253, un 65% más), extincione­s por no superar el periodo de prueba, dimisiones y una volatilida­d disparada en el caso de los trabajador­es con contratos fijos discontinu­os, que se han convertido en víctimas del abuso de la temporalid­ad previa a la nueva ley. Todas estas realidades apuntan a que el mercado laboral español no se ha modernizad­o a la misma velocidad que lo ha hecho la legislació­n de los contratos y que siguen siendo necesarias medidas y reformas, no solo laborales, para garantizar que la verdadera calidad del empleo llegue a todas las empresas y trabajador­es. Pero esto requiere un diálogo con los empresario­s que el Gobierno ha despreciad­o con sus últimas medidas y desde luego no necesita el ‘maquillaje’ con el que el Ministerio de Trabajo trata de camuflar el balance agridulce de la reforma.

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