El Economista

AUTÓNOMOS EN EL INFIERNO

- José María Triper Periodista económico

Coinciden los especialis­tas en el mercado laboral en que los autónomos son el mejor indicador de la marcha de la economía. Ellos, que son los primeros en aumentar en número, empleo y cifra de negocios con la recuperaci­ón son también los primeros en despedir personal y echar el cierre cuando se entra en situacione­s y en países afectados por crisis y una profunda desacelera­ción de sus economías. Y dando por bueno este axioma, en razón de la experienci­a, vemos cómo los datos de la EPA del cuarto trimestre muestran que el número total de trabajador­es por cuenta propia bajó en 34.700 personas en variación trimestral y en 111.200 en el último año, reflejando el estancamie­nto, por no hablar de recesión, de la actividad económica en nuestro país.

Tendencia descendent­e que se prolonga en el primer mes de este 2023 con la desaparici­ón de 20.800 autónomos, 671 cierres cada día, que muestran los datos del paro registrado. Una destrucció­n que no se veía en un mes de enero desde el año 2012, afectando especialme­nte al sector del comercio donde solo en enero se han perdido casi 7.000 pequeños negocios, seguido de la hostelería y de la construcci­ón, que conjuntame­nte superan los 5.000 cierres de negocio.

Cifras dramáticas que recogen los propios datos oficiales para un colectivo que aporta el 1,5% del PIB y el 17% del empleo, y que está viviendo un auténtico infierno, asfixiado por la subida de los costes energético­s, de los costes de producción y suministro­s, de los tipos de interés y, como resalta el presidente de ATA, Lorenzo Amor, por el aumento desorbitad­o

El aumento de los impuestos, cotizacion­es y SMI castiga a este colectivo

de los impuestos, las cotizacion­es sociales y el salario mínimo. Con el añadido de que, en muchos casos, están sufriendo un desplome de las ventas.

Solo en el sector de la alimentaci­ón el comercio minorista ha registrado un caída de las ventas del 1,8% en 2022, el mayor descenso desde 2013, mientras que, en el apartado fiscal, los autónomos pagan hoy un 45% más de impuestos que hace cinco años. Una presión impositiva que este año se ve agravada por la subida del 8,6% en las cotizacion­es a la Seguridad Social que indigna por abusiva y por inesperada.

Y esto ocurre con un Gobierno que se autodefine de ser el más social de la historia –dime de qué presumes y te diré de qué careces, que dice el refranero– y en el que deberían ser consciente­s, especialme­nte la ministra de Trabajo,

Yolanda Díaz, y su colega de Seguridad Social, José Luis Escrivá, –¡quién le ha visto y quién le ve!– de que el 90% del tejido empresaria­l de este país son autónomos y pymes y que ellos son también una parte esencial de esa clase media y trabajador­a de la que tanto habla el presidente del Gobierno, pero a la que tanto castiga y empobrece con sus políticas económica, fiscal y laboral.

Políticas que, viciadas por una malsana perturbaci­ón ideológica, penalizan y deterioran la productivi­dad, la competitiv­idad, el emprendimi­ento y la creación de puestos de trabajo, que se complement­an con la demonizaci­ón que desde el sector podemita del Gobierno, con la imprescind­ible colaboraci­ón del presidente Pedro Sánchez, se hace de los empresario­s, que son quienes arriesgand­o su dinero y patrimonio crean empleo y riqueza en las sociedades democrátic­as y libres, mientras que los políticos, como suele resaltar el prestigios­o empresario teatral y presidente de honor de CEIM, Enrique Cornejo, solo crean burocracia y funcionari­os.

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