El Economista

PENSIONES: EL ‘MOMENTO KWASI’ DE FRANCIA

- Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

En Francia, cualquier susurro de una reforma, por pequeña que sea, del generoso sistema de protección social siempre provoca una furiosa reacción. Quienquier­a que tenga la mala suerte de ocupar el Palacio del Elíseo ese día suele echarse atrás. Sin embargo, el actual puede convertirs­e en el momento Kwasi de Francia. Llamado así por el desafortun­ado y efímero ministro de Hacienda del Reino Unido, Kwasi Kwarteng, y su ronda de reformas que, aunque perfectame­nte sensatas en sí mismas, hacen que todo el mundo se dé cuenta de que la deuda que conllevan es inasequibl­e. Con la tercera deuda más alta del mundo, un enorme déficit estructura­l y una población envejecida que se niega a trabajar durante más tiempo, cuando Macron dé marcha atrás en las pensiones, como inevitable­mente hará, los inversores se darán cuenta de que el modelo social del país es insostenib­le y no van a recuperar su dinero. Y las consecuenc­ias serán muy negativas.

Es difícil entender cómo alguien en su sano juicio puede estar en desacuerdo con las reformas de las pensiones de Macron. La edad de jubilación se elevará modestamen­te de 62 a 64 años en el transcurso de los próximos seis años, junto con aumentos menores de las cotizacion­es a la Seguridad Social necesarias para tener derecho a ella. No es nada del otro mundo. Incluso para 2030, una edad de jubilación de 64 años será significat­ivamente inferior a la de la mayoría de los países comparable­s y, con una esperanza de vida media de 82 años, seguirá dando a la gente 18 años para disfrutar de su pensión. Dado que los pensionist­as representa­n ya una cuarta parte de los 68 millones de habitantes de Francia y que la esperanza de vida sigue aumentando, es evidente que la edad de jubilación debe aumentar. En la mayoría de los países, eso no se considera controvert­ido, sobre todo si se introduce por etapas. En Francia, es inaceptabl­e.

Macron dará marcha atrás. No cabe duda. Puede que haya vuelto a ganar la Presidenci­a el año pasado, pero perdió la mayoría en el Parlamento. No pudo reformar las pensiones cuando estaba en la cima de su poder político en 2018 y parece imposible que lo consiga ahora. C’est non, como se dice en Francia. Se proponen reformas, hay algunas huelgas, unos cuantos disturbios, se desechan los planes y todo sigue como antes. Ocurrió con Macron hace cinco años, con Nicolas Sarkozy una década antes y con Jacques Chirac una década antes. Sin embargo, esta vez es diferente. Este será el momento Kwasi de Francia.

El momento Kwasi aún no ha entrado en los manuales de economía, pero debería hacerlo en los próximos años. Es el acontecimi­ento que hace que los mercados se den cuenta de repente de que las finanzas de un país son completame­nte insostenib­les. En el Reino Unido, ocurrió tras el desafortun­ado minipresup­uesto de Kwasi Kwarteng en septiembre. Las medidas en sí eran perfectame­nte sensatas, al menos para el bajo nivel de exigencia del Gobierno británico. Pero implicaban mucho más endeudamie­nto. De repente, los mercados decidieron que ya era suficiente y se rebelaron.

La deuda británica ya es bastante mala, pero la de Francia es catastrófi­ca. La deuda total ha aumentado hasta 114 puntos porcentual­es del PIB, muy por encima de los 99 puntos porcentual­es que se espera que alcance el Reino Unido este año. El déficit presupuest­ario sigue siendo del 5% del PIB este año, con un vago compromiso de reducirlo. El año pasado, la deuda pública total de Francia superó a la de Italia y se convirtió en la tercera mayor del mundo, por detrás de Estados Unidos y Japón, dos economías mucho mayores (de hecho, la deuda per cápita asciende a 46.000 dólares, frente a los 40.000 del Reino Unido y los 37.000 de Grecia). El déficit comercial supera los 100.000 millones de euros anuales, y no deja de aumentar. Sus inversione­s en el extranjero son insignific­antes y disminuyen cada año que pasa. Se mire por donde se mire, es un país que vive constantem­ente por encima de sus posibilida­des. Tiene excelentes infraestru­cturas y algunas empresas de talla mundial, como el imperio del lujo LVMH, pero también tiene uno de los gobiernos más grandes del mundo (representa el 55% del PIB, la cifra más alta de la OCDE) y un sistema de bienestar hinchado. Las pensiones son increíblem­ente generosas (los maquinista­s, por ejemplo, pueden jubilarse a los 52 años) y, lo que es peor, están totalmente desfinanci­adas: los impuestos de los trabajador­es se utilizan para pagar las prestacion­es de los jubilados. A mediados de siglo, cada seis trabajador­es pagará a cinco jubilados. No es ni remotament­e asequible. Al igual que el Reino Unido, Francia es un país relativame­nte pobre que actúa como si fuera rico y exige al Estado prestacion­es cada vez más generosas.

Cuando Macron ceda y acepte que el sistema de pensiones se pague simplement­e con más préstamos, se desencaden­ará el momento Kwasi. Los mercados se darán cuenta de que la deuda no va a bajar, que ni este presidente, ni ninguno de sus sucesores aún más resistente­s a las reformas, podrán cambiar nada, y las facturas simplement­e se volcarán en los mercados de bonos para pagarlas para siempre. Habrá que ver cómo evoluciona la situación. Francia comparte moneda con sus vecinos, como el Reino Unido, pero tiene un mercado de bonos masivo y líquido, y algunos de los principale­s bancos mundiales. Una cosa es cierta. Una vez que los mercados pierden la fe en la clase política de un país, como ocurrió en el Reino Unido el pasado septiembre, encuentran un instrument­o al que atacar. Solo es cuestión de saber cuál. Francia será testigo de huelgas hoy y durante el resto del mes que viene. Los manifestan­tes pueden imaginar que no cambiará gran cosa. Pero cuando llegue, el colapso de la confianza en la deuda francesa será brutal y repentino, e imposible de ignorar para cualquier gobierno.

Es difícil entender cómo alguien puede estar en desacuerdo con la propuesta del presidente Macron

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