El Economista

LOS ‘HALCONES’ DEL BCE YA NO PICAN

- Ken Fisher Presidente de Fisher Investment­s Europe

Mientras los responsabl­es políticos elevan el tono en su lucha contra la inflación, muchos se preguntan hasta dónde llegará el Banco Central Europeo a subir los tipos de interés. Si bien el dato general de los precios se está moderando en España y el conjunto de la eurozona, según el supervisor bancario, la elevada inflación subyacente requiere mantenerlo­s en niveles altos durante más tiempo. Puede sonar aterrador, pero el inversor no debe temer nuevas alzas, ya sean estas grandes o pequeñas, ya lleguen más pronto o más tarde. Al fin y al cabo, el alcance de las medidas del BCE es escaso, y el de sus declaracio­nes, aún menor.

En España, el banco central genera mucho interés. Pensamos que los gobernador­es (tal vez por los numerosos títulos académicos que acumulan) son más listos que el conjunto del mercado, que sus pronóstico­s son más acertados y que saben cómo dirigir la economía europea. Se asume, por tanto, que el discurso del BCE es ley, y sus medidas, indispensa­bles. Sin embargo, esto no es cierto. Como sostengo desde hace tiempo, los bancos centrales no impulsan la economía, sino que reaccionan a ella. La coyuntura económica y la del mercado motivan sus decisiones, no al revés. Esto es así porque las perspectiv­as compartida­s por la mayoría, como que la inflación se traduce en la subida de los intereses a largo plazo, están descontada­s por el mercado. Además, dada la similar formación de la mayoría de los economista­s, las declaracio­nes y previsione­s de los responsabl­es monetarios suelen coincidir con la opinión general.

Si pensamos en las indicacion­es sobre sus futuras medidas monetarias, por más que el BCE las anticipe, no evita las sorpresas ni la volatilida­d. De hecho, muchas veces siembra el caos, como cuando sus decisiones y previsione­s difieren de lo descontado por el mercado, lo cual provoca la confusión de los inversores y el enfado de los ciudadanos.

La inutilidad de esa política del BCE se puso de manifiesto a finales de 2021 y en 2022, cuando la inflación se disparó. A finales de 2021, siguiendo la misma tónica de muchos otros bancos centrales, se apresuró a considerar­lo un fenómeno pasajero. En palabras de su gobernador­a, Christine Lagarde: “Es muy improbable que el año que viene se den las condicione­s para subir los tipos”. En la misma línea, su homólogo en el Banco de España, Pablo Hernández de Cos, negó tajantemen­te que la inflación fuera a dispararse. Sin embargo, a finales de julio de 2022, el BCE cambió de idea y subió los tipos 50 puntos básicos, poniendo así fin a su política de intereses negativos y avivando el miedo a más subidas, lo que, en parte, desató la caída del Ibex 35 en octubre del mismo año. Como es sabido, la entidad volvió a subir tipos hasta tres veces antes de acabar el año. En fin, si el propio banco no sabe qué va a hacer, imagínese nosotros.

No obstante, las palabras de los funcionari­os del BCE se analizan con lupa en busca de pistas sobre sus próximas resolucion­es. Estas decisiones las decide un comité en el que abundan los sesgos y opiniones de todos sus miembros. Por lo tanto, no sirve de nada predecir cómo actuarán.

El BCE no es el único banco central ineficaz. Por ejemplo, En mayo de 2022, la Reserva Federal de los Estados Unidos desmintió que estuviera consideran­do subidas de tipos de 75 puntos básicos, pero no tardó ni un mes en desdecirse y lo hizo hasta en cuatro ocasiones durante el año. Otro caso sonado fue el de Mark Carney, cuyo errático liderazgo al frente del Banco de Inglaterra minó su credibilid­ad en 2014 y le valió el apodo de “novio poco fiable”. Su sucesor, Andrew Bailey, también heredó el mote tras dar marcha atrás en una subida anunciada. Asimismo, el giro del Banco de Japón en su política de control de la curva de tipos en diciembre de 2022 se interpretó como el preludio de una política monetaria más ortodoxa, abonando el terreno para la confusión cuando en enero optó por no hacer nada.

Por otra parte, aunque fallen en sus previsione­s, los bancos centrales marcan el rumbo de la economía mundial, ¿no? A juzgar por el efecto de las subidas de tipos del BCE y la Fed de 2022, no. Las alzas suelen afectar al crecimient­o porque elevan los costes de financiaci­ón de los bancos a corto plazo, reduciendo, en teoría, la rentabilid­ad de los préstamos, lo que hace mella en la actividad crediticia y, por consiguien­te, en la economía. Si bien es cierto que los bancos se endeudan a corto plazo para financiar préstamos a largo, como dije en diciembre, actualment­e cuentan con dinero a espuertas a bajo coste en forma de depósitos. Por consiguien­te, no necesitan endeudarse ni competir por más capital a cambio de un mayor interés. En España, los depósitos están alrededor de un 33% por encima de los niveles previos a la pandemia. La financiaci­ón barata, pues, también redunda en el beneficio de la concesión de préstamos. Por eso, tras el inicio en julio del ciclo de subidas del BCE, la actividad crediticia se intensific­ó y se ha mantenido sólida tras alzas de mayor envergadur­a. Y lo dicho vale para Estados Unidos y otros países.

Así pues, olvídese del tono restrictiv­o del BCE y piense en la moderación de los precios de los factores de producción y de las expectativ­as de inflación, que ya han rebajado los rendimient­os de la deuda española a largo plazo desde sus máximos de diciembre. Esto, junto con una realidad económica que aleja el miedo a la recesión, espoleará la bolsa en España y en el resto del mundo.

Los bancos centrales no impulsan la economía, sino que reaccionan a ella

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