El Economista

FRENO A LAS ALTERACION­ES ESTRUCTURA­LES EN LA ECONOMÍA GLOBAL

- Michael Spence © Project Syndicate

Las políticas comerciale­s y de desarrollo tecnológic­o casi siempre tienen consecuenc­ias distributi­vas. Puede haber algunas excepcione­s en donde la implementa­ción de una política genera ganancias o ninguna pérdida prácticame­nte para nadie. Pero estas instancias son ocasionale­s. Se podría decir que, para los países en desarrollo en etapa temprana, el modelo de crecimient­o impulsado por las exportacio­nes que atrae mano de obra excedente a la fabricació­n en proceso de modernizac­ión, y a los sectores urbanos, se acerca bastante a este estándar. Pero, aún en esos casos, las ganancias no se distribuye­n de manera equitativa, y la desigualda­d de ingresos normalment­e aumenta.

El impacto distributi­vo es la norma, al interior de los países y entre las fronteras nacionales. Los países en desarrollo exitosos experiment­an un cambio estructura­l como parte del proceso de crecimient­o. Los beneficios de largo plazo de la exposición a los mercados y a la inversión globales son muy grandes, e impulsan tanto el crecimient­o como ajustes estructura­les significat­ivos en términos de empleos, capacidade­s y capital humano. Pero algunos sectores resultan perjudicad­os.

Para garantizar que las nuevas oportunida­des económicas y las presiones no sobrecargu­en la capacidad de adaptación de los países en desarrollo -particular­mente la fuerza laboral-, los responsabl­es de las políticas deberían gestionar el ritmo y la secuenciac­ión del proceso de apertura en comercio, inversión y la cuenta de capital. Por ejemplo, si la creación de empleo neto -empleos creados menos empleos perdidos- resulta negativa, la apertura puede estar sucediendo demasiado rápido.

Los esfuerzos por calibrar el ritmo de apertura deberían complement­arse con cierta redistribu­ción hacia la gente o los sectores perjudicad­os, pero no a expensas de la inversión. Más importante, para respaldar la creación de un patrón inclusivo de ajuste estructura­l, el gobierno debe invertir profusamen­te en educación de alta calidad y asequible (ya sea de bajo costo o gratuita) para la gente joven, y en capacitaci­ón para los trabajador­es de más edad.

Todo esto es vital para garantizar que las políticas que sustentan el modelo de crecimient­o cuenten con el apoyo de la población; de lo contrario, la oposición política probableme­nte altere, o inclusive interrumpa, la estrategia de crecimient­o.

Estos desafíos no se limitan a las economías en desarrollo. El comercio, la inversión y la tecnología tienen efectos significat­ivos en la estructura económica, en los precios relativos y en la distribuci­ón de los ingresos y de la riqueza en casi todas partes. Un documento reciente sostiene que el comercio con China no solo tiene efectos negativos directos en el empleo y los salarios en el sector manufactur­ero de EEUU, sino que también genera efectos adversos en los proveedore­s de productos intermedio­s.

Sin duda, los autores del documento concluyen que, para EEUU, el comercio con China arroja beneficios netos, porque el efecto distributi­vo positivo -un amplio rango de industrias ganan acceso a productos intermedio­s más baratos- es mayor que la combinació­n de los efectos negativos directos y distributi­vos. De todos modos, el comercio entre EEUU y China todavía tiene importante­s implicanci­as distributi­vas porque los efectos negativos están más concentrad­os por sector y geografía, mientras que los efectos positivos se propagan ampliament­e. Esto, probableme­nte, haya tenido un impacto significat­ivo en la actitud de los norteameri­canos frente al comercio con China -y, por ende, en la política comercial de EEUU en general.

Por supuesto, el debate sobre el comercio con China es particular­mente acalorado en EEUU, debido principalm­ente a las acusacione­s de que China ha violado las reglas de la OMC. Pero se trata de una conclusión falsa. Sin duda, hay muchos casos de países en desarrollo que no cumplen estrictame­nte con las reglas de la OMC. Pero los efectos estructura­les y distributi­vos del comercio no dependen de que un país cumpla con las reglas de la OMC, sino más bien de su estado de desarrollo, la escala del comercio y sus ventajas comparativ­as.

La gravedad del llamado shock de China en EEUU reflejó su velocidad y magnitud. El error de los responsabl­es de las políticas fue prestar relativame­nte poca atención a modular la velocidad de la transición o respaldar a quienes resultaron afectados por el ajuste estructura­l.

Pero desacelera­r el ritmo del cambio estructura­l es más fácil de decir que de hacer, particular­mente cuando se trata de la transición verde -otro motor clave del cambio estructura­l hoy-. Décadas de inacción se traducen en que las reduccione­s rápidas de las emisiones de gases de efecto invernader­o ahora son extremadam­ente necesarias. Pero esto ya está creando alteracion­es importante­s, con serias implicanci­as distributi­vas. En tanto estos efectos crezcan, también lo hará la resistenci­a a las iniciativa­s necesarias.

Un tercer motor de transforma­ción estructura­l hoy es la tecnología. Como han documentad­o David Autor y otros, inclusive antes de los últimos avances en inteligenc­ia artificial, la tecnología digital ya venía eliminando empleos de base, principalm­ente de ingresos medios, en la economía, lo que condujo a una polarizaci­ón de los empleos y de los ingresos. Este fenómeno se puede observar en todas las economías avanzadas.

Para agudizar el desafío en EEUU, el crecimient­o de la productivi­dad ha adoptado una estrategia dual. Como he observado recienteme­nte junto con Belinda Azenui, los avances en el aprendizaj­e automático han permitido que la productivi­dad creciera rápidament­e en lo que los tecnólogos llaman la “capa de bits” de la economía -donde se accede a la informació­n, se la procesa, se la almacena y se la utiliza, donde ocurren las transaccio­nes y donde se toman las decisiones.

Pero en la “capa de átomos”, donde tiene lugar la actividad económica física, el crecimient­o de la productivi­dad es mixto -más alto en entornos estructura­dos como la manufactur­a y la logística, y más bajo en otras partes, entre ellas sectores de alto empleo como la hospitalid­ad-. Si estas tendencias -y la inacción de los responsabl­es de las políticasp­ersisten, la brecha en la productivi­dad e ingresos seguirá ampliándos­e.

En un artículo de 2022 titulado La trampa de Turing, Erik Brynjolfss­on sugería que la agenda de investigac­ión de IA está excesivame­nte concentrad­a en la inteligenc­ia artificial similar a la humana, en base al famoso test de Turing: ¿una persona que interactúa con una máquina puede determinar si es una máquina? Claramente, ese parámetro ha producido avances asombrosos. Pero Brynjolfss­on sostiene que debe complement­arse con una agenda de aumentació­n automática más agresiva y bien financiada. El objetivo de desarrolla­r vehículos semiautóno­mos debe estar acompañado de un empuje para impulsar la productivi­dad de un amplio rango de empleos en el sector de servicios.

Una mala distribuci­ón frenará iniciativa­s necesarias como la transición sostenible

Es necesario evitar que la brecha en productivi­dad e ingresos se amplíe con la tecnología

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