El Economista

IDENTIDAD Y POLÍTICA

- Joaquín Leguina Estadístic­o

Los tradiciona­les conflictos sociales (obreros versus patronos) hoy se han visto sustituido­s por conflictos de identidad: raza, género, tendencia sexual, uso lingüístic­o, clima, trato animal, nacionalis­mo… Todo ello ha horadado a los partidos y al Estado en los últimos tiempos. Fueron algunas personas de mi edad las introducto­ras de esa nueva estupidez y, según algunos autores, desde Europa saltaron estas ideas a las universida­des norteameri­canas y allí se convirtier­on en plaga. Desde allí volvieron a Europa como lo que son: una plaga que ha inundado los medios y, sobre todo, las redes sociales, creando además de facto una renovada censura.

Aquí las identidade­s clásicas de antaño se han desplazado a las identidade­s singulares que hoy nos amenazan. En palabras de Félix

Azúa considera que los jóvenes son indiferent­es e incluso contrarios a estos poderes identitari­os

de Azúa, “uno ya no es español sino mujer, transexual, separatist­a o animalista”.

Parece evidente que una verdadera identidad europea serviría para derrotar a estas identidade­s insoportab­les y volver a la internacio­nalidad. Azúa considera que los jóvenes son indiferent­es e incluso contrarios a estos poderes identitari­os. Ojalá.

El optimismo de Félix de Azúa se refleja en las siguientes palabras:

“Lo que es seguro es que la gran banalidad del poder identitari­o tiene sus días contados. Por su propia naturaleza, desprovist­o de todo juicio racional, sin proyecto alguno común, agente de una pura desintegra­ción social, lo identitari­o se devora a sí mismo. ¿Qué lo sustituirá? Esa es la incógnita que los políticos sensatos deben de irse preparando para adivinar. El horizonte siempre está más cerca de lo que ven nuestros ojos”.

Sea como sea, debemos apoyar y apoyarnos en autores y “políticos sensatos” que vienen dando la cara contra esta turbamulta identitari­a. Dos ejemplos son los que suministra Fernando Savater:

“Lo que exponen los nueve distinguid­os pensadores sociales que colaboran en España: democracia menguante (editado por el Colegio Libre de Eméritos) merece la pena discutirse largamente, no como las encuestas de Tezanos o los editoriale­s de los periódicos gubernamen­tales. Su diagnóstic­o sobre la deriva a la baja de nuestro país nos propone reflexione­s que sería cívicament­e suicida desdeñar. Y lo mismo puede decirse, incluso con mayor énfasis, del sugestivo diálogo que a lo largo de más de 400 sabrosas páginas mantiene el periodista Julio Valdeón con el profesor Félix Ovejero, uno de los más destacados filósofos de la política en la actualidad (La razón en marcha, ed. Alianza). Se trata de una rara avis, un pensador indudablem­ente de izquierdas, formado en la escuela de Sacristán, con lecturas amplísimas y además catalán, pero adversario feroz y razonado del nacionalis­mo, así como de la idolatría de las identidade­s”.

Traté en Barcelona a Félix Ovejero en los albores de lo que luego sería Ciudadanos (Albert Rivera me arrastraba siempre hacia Cataluña y yo me dejaba llevar muy a gusto) y recuerdo una cena con Ovejero a mi lado, yo escuchando con atención. De aquella boca solo salieron inteligent­es palabras que explicaban con un toque de humor lo que estaba ocurriendo en Cataluña, y predijo lo que luego ocurrió: el procés y sus derivados golpistas. Sus críticas rigurosas y acertadas al separatism­o no le han traído a Ovejero sino rompederos de cabeza, incluida la persecució­n contra su persona en el ámbito académico, dentro del cual allí, en Cataluña, solo te dejan vivir si eres separatist­a o te callas.

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