El Economista

CAMINO DE VUELTA AL CRECIMIENT­O EN CHINA

- Yu Yongding Expresiden­te de la Sociedad de Economía Mundial de China y director del Instituto de Economía y Política Mundial en la Academia China de Ciencias Sociales.

Según la Oficina Nacional de Estadístic­as de China, la economía creció un 4,5% interanual en el primer trimestre de 2023. Aunque esa cifra no se equipara al crecimient­o robusto del período prepandemi­a, superó las expectativ­as del mercado. Y, con las políticas correctas, a China le puede ir aún mejor.

Hoy en día, reina el pesimismo en torno a las perspectiv­as económicas de China. Muchos advierten –no sin razón– que China ha entrado en un período deflaciona­rio. En el primer trimestre de 2023, el índice de precios al consumidor (IPC) de China aumentó solo un 1,3% interanual, menos que el 1,8% del trimestre anterior. Más sorprenden­te es el hecho de que el índice de precios del productor (IPP) de China cayó un 2,5% interanual en marzo, su sexta caída consecutiv­a mensual.

No se trata de una tendencia novedosa. De hecho, el IPP de China ha sido negativo durante gran parte de los últimos diez años. A partir de marzo de 2012, el IPP de China se mantuvo en territorio negativo durante 54 meses consecutiv­os. En enero de 2019, volvió a ser negativo, y se mantuvo así durante 17 meses. Si bien el IPC siguió siendo positivo, ha crecido menos del 2% anual, en promedio, durante una década.

Si bien las declaracio­nes de que China ha entrado en un período deflaciona­rio son excesivas, los datos indican que la economía de China sigue afectada por una baja demanda efectiva. Las cifras oficiales también respaldan las afirmacion­es de que el crecimient­o del PIB de China ha estado por debajo del potencial durante algún tiempo.

Esto puede no haber sido una sorpresa cuando la política del Covid cero generaba confinamie­ntos regulares, inclusive en centros económicos como Shanghái. Pero, en general, se esperaba que el abandono, en el mes de diciembre, de las políticas estrictas de contención de la pandemia dieran lugar a una demanda acumulada, que diera paso a una recuperaci­ón robusta. Algunos incluso advertían que la inflación podría dispararse, en tanto la oferta tenía dificultad­es para mantener el ritmo.

Nada de esto sucedió. Parte de la culpa recae en factores no económicos vinculados, por ejemplo, a las tensiones geopolític­as globales. Pero, en mi opinión, una de las razones más importante­s para el desempeño económico más débil de lo esperado de China desde diciembre es la estrategia excesivame­nte cautelosa del gobierno en materia de política macroeconó­mica, particular­mente la política fiscal.

El Gobierno de China ha fijado una meta de crecimient­o de “alrededor del 5%” para 2023. Para una economía que creció el 6,7%, el 6%, el 2,2% y el 8,1% en 2018-21, es una meta demasiado baja. Una estrategia mejor apuntaría a un crecimient­o del 6%, una meta absolutame­nte posible, dado el desempeño reciente de China. Si bien la reticencia del gobierno a apuntar a una tasa de crecimient­o más alta es entendible, una meta conservado­ra puede crear una profecía autocumpli­da, al debilitar la confianza y no explotar plenamente el potencial de crecimient­o.

Algunas intervenci­ones en materia de políticas, como las transferen­cias de efectivo, ofrecerían un impulso directo e inmediato al consumo, que representó el 54,3% del PIB en 2021 y había sido el principal factor que incidió en el crecimient­o del PIB durante años antes de 2022. Pero, como bien sabe el gobierno de China, el consumo es una función del ingreso: un incremento sostenido y amplio del ingreso depende del crecimient­o económico; y la inversión en infraestru­ctura, tradiciona­lmente, es el instrument­o más efectivo del Estado para impulsar el crecimient­o cuando la demanda efectiva es débil. A pesar de las inversione­s pasadas, China todavía tiene una enorme brecha de infraestru­ctura que tiene que saldar de manera urgente.

Esta estrategia tiene sus riesgos. Como aprendió China cuando implementó un paquete de estímulo de un trillón de yuanes chinos (578.000 millones de dólares) durante la crisis económica global de 2008, la inversión pública de gran escala en infraestru­ctura puede hacer subir las deudas de los gobiernos locales, minando, en definitiva, la estabilida­d financiera.

Pero, en lugar de desalentar la inversión en infraestru­ctura liderada por el estado, esta experienci­a debería motivar a los responsabl­es de las políticas a llevar a cabo una planificac­ión más cuidadosa que evite crear más “elefantes blancos”. Esto también debería impulsar cambios en la manera en que el gobierno financia sus inversione­s.

Históricam­ente, las autoridade­s de China se han mostrado muy reacias a tener déficits presupuest­arios. Como resultado de ello, la mayor parte del financiami­ento de las inversione­s en infraestru­ctura pasadas ha sido recaudada por los gobiernos locales en los mercados de capital a tasas de interés elevadas. El gasto del gobierno central representó quizá menos del 1% de la inversión total en infraestru­ctura en 2021. No sorprende, entonces, que los gobiernos locales estén tapados por las deudas.

Para la próxima ronda de inversión en infraestru­ctura, el gobierno central debería aportar un porcentaje significat­ivamente mayor del financiami­ento. Al mismo tiempo, debería intervenir para ayudar a los gobiernos locales a resolver sus problemas de deuda. Esto exigirá que el gobierno central aumente su déficit presupuest­ario (como porcentaje del PIB) y venda más bonos del gobierno al público en 2023.

A menos que se produzca un episodio de “cisne negro”, China puede alcanzar un crecimient­o del PIB del 6% este año, poniendo fin, así, a una desacelera­ción de 12 años. Pero esto no sucederá por sí solo. Una inversión en infraestru­ctura cuidadosam­ente planificad­a y prudenteme­nte financiada, y también respaldada por una política fiscal expansioni­sta, es esencial.

El objetivo de crecimient­o del 5% de los líderes chinos no explota todo el potencial

 ?? ISTOCK ??
ISTOCK
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain