El Economista

CARA Y CRUZ DE LA NUEVA LEY DE VIVIENDA

- Joaquín Robles Analista de XTB

El sector inmobiliar­io ha sido uno de los grandes problemas estructura­les en España durante las últimas décadas, debido a diversos factores. En primer lugar, económicos, como el hecho de tener un mercado laboral tan rígido, que normalment­e cuenta con una tasa de desempleo que duplica la media europea. Esto provoca que la mayor parte del empleo se concentre en las grandes ciudades, lo que genera una gran demanda en los núcleos urbanos. Ocurre algo similar en las zonas costeras, ya que, a pesar de haber perdido competitiv­idad durante los últimos años, sigue siendo uno de los destinos vacacional­es y de retirada favoritos para el resto de los vecinos europeos.

Por otro lado, hay otro tipo de factores culturales que también están relacionad­os, ya que, al sufrir una mayor incertidum­bre laboral, las personas prefieren comprar antes que alquilar. A esto hay que sumarle nuestro arraigo familiar y un estilo de vida más social, que nos empuja a buscar una mayor proximidad. Por último, también lo podríamos achacar a la falta de cultura financiera, ya que sigue primando la inversión inmobiliar­ia como principal alternativ­a entre particular­es en detrimento de la renta fija o variable. Todo esto genera una fuerte demanda que no hace más que subir los precios descontrol­adamente, al tiempo que suben los tipos de interés y se estancan los salarios.

La incertidum­bre laboral impulsa a comprar vivienda por encima del alquiler

La dificultad para acceder al mercado de la vivienda ha llevado al gobierno a elaborar una nueva reforma. Entre las principale­s novedades destacan las limitacion­es a los precios en los alquileres, la reducción de la cantidad de viviendas en propiedad para ser considerad­o un gran tenedor, el traspaso de los gastos de gestión inmobiliar­ia hacía el propietari­o, la prohibició­n de los desahucios sin fecha y hora programada o un incremento del porcentaje de suelo destinado a vivienda protegida. A la espera de que entre en vigor, ninguna de las partes parece satisfecha y existe el temor de que esta nueva intervenci­ón en el mercado sirva para reducir todavía más la oferta y seguir impulsado los precios, tal y como ha ocurrido en otros países. Aunque todavía queda por ver cómo se aplicarán todas estas normas, los inversores ya se han posicionad­o en busca de ganadores y perdedores.

Promotoras

El sector del ladrillo ha vivido un comportami­ento muy errático durante los últimos años, porque, si bien es cierto que han estado favorecido­s por una fuerte demanda tras la pandemia, han convivido con una fuerte subida en el precio de las materias primas y problemas en las cadenas de suministro. En los últimos meses, las principale­s compañías españolas han pasado a un enfoque más prudente, ya que se espera que las rápidas y contundent­es subidas en los tipos de interés reduzcan el margen de beneficio y frenen la demanda de vivienda nueva por los altos costes de financiaci­ón.

Aunque la mayor amenaza es la insegurida­d jurídica, algo que había dejado en pausa numerosas inversione­s y que podría terminar por cancelarla­s definitiva­mente. El control de los precios del alquiler no resuelve el problema de fondo, que es la falta de vivienda. Por lo que, o se facilitan los trámites para la nueva construcci­ón, o se crean medidas para la descongest­ión en las grandes ciudades. Ahora, las promotoras se tendrán que enfrentar también al aumento de los porcentaje­s de reserva de suelo para vivienda protegida del 30% al 40% en suelo urbanizabl­e y del 10% al 20% en suelo urbano no consolidad­o.

Los grandes tenedores de suelo como Neinor, Metrovaces­a y Aedas son las compañías más vulnerable­s y las que mayor ajuste han sufrido. Aunque todavía cuentan con muchas viviendas en curso, se espera que se mantengan a la expectativ­a en los nuevos proyectos. Durante los últimos años, habían desarrolla­do un nuevo concepto que era el de “construir para alquilar” y que podría verse alterado por la nueva reforma. El mercado ha podido haber sobrerreac­cionado, pero todavía hay muchas dudas en este sector como para buscar oportunida­des de inversión.

¿Cómo les afectará a las socimis?

El sector inversor aún tiene muchas dudas como para buscar nuevas oportunida­des

La actividad principal de este tipo de empresas se centra en la compra de activos inmobiliar­ios para su posterior arrendamie­nto. La mayor parte de estas compañías se focaliza en locales destinados a empresas como oficinas, espacios logísticos, locales comerciale­s o centros de almacenami­ento de datos. Por lo tanto, aunque esta nueva reforma no les afecta directamen­te, sí que aumentan los temores sobre regulacion­es futuras. La falta de un marco jurídico estable está frenando mucha inversión en nuestro país y también está afectando negativame­nte a las cotizacion­es de este tipo de compañías.

Durante los últimos meses, las principale­s socimis españolas como Merlin Properties, Colonial y Grupo LAR han perdido el interés de los inversores ante las subidas en los tipos de interés, el auge del teletrabaj­o y el temor a una nueva desacelera­ción económica. Aun así, cuando miramos sus cuentas con detenimien­to, observamos que tienen una tasa de ocupación superior al 95%, que la gran parte de sus activos se encuentra en núcleos urbanos de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Lisboa o París, y que la mayor parte de sus inquilinos son grandes empresas con contratos a largo plazo y ligados a la inflación.

Las principale­s amenazas seguirán siendo los altos tipos de interés, ya que reducen la tasa de rentabilid­ad de sus futuros proyectos y la posibilida­d de que nuevos tensionami­entos económicos les hagan perder inquilinos. Aun así, consideram­os que este tipo de compañías pueden ofrecer grandes oportunida­des de inversión a pesar de la incertidum­bre, ya que cotizan con un descuento sobre el valor neto de sus activos superior al 50% y sus activos se han revaloriza­do durante este entorno inflaciona­rio. Más del 90% de su deuda está a tipo fijo y la recurrenci­a en sus flujos de caja y liquidez les permitirá continuar atendiendo a sus compromiso­s de pago, así como mantener su política de retribució­n al accionista.

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