El Economista

DESAFÍOS URGENTES E IMPOSTERGA­BLES

- Javier Cortés Codirector de Coop&Co y de Lead Sostenibil­idad

Vivimos momentos clave en la historia del planeta y de la humanidad que marcan un auténtico cambio de era generado por los límites de un modelo de crecimient­o lineal y de corto plazo que ha valorizado la riqueza en una sola dimensión, en torno a las expectativ­as de retorno financiero del PIB de una economía y no ha internaliz­ado en la manera de valorar la riqueza la dimensión social ni la dimensión medioambie­ntal de la realidad; este diseño ha dejado los impactos sobre estas dimensione­s externos al modelo y fuera de control, impactos que una vez sometidos a la gran aceleració­n exponencia­l de los ritmos de crecimient­o desde la segunda mitad del siglo XX los vivimos hoy en día como auténticos límites medioambie­ntales y sociales al modelo y como desafíos urgentes e imposterga­bles para la prevalenci­a de la humanidad en el planeta tal como lo conocemos.

La paradoja radica en que precisamen­te esta manera de externaliz­ar los aspectos sociales y medioambie­ntales tiene como consecuenc­ia que de los 10 principale­s riesgos actuales para el sistema económico financiero global según el Foro de Davos , los cuatro primeros sean de carácter medioambie­ntal, y el quinto de carácter social, derivado de las desigualda­des cada vez más profundas entre y dentro de los países. Estos riesgos, exacerbado­s por otro elemento determinan­te del cambio de era como es la revolución de la industria tecnológic­a digital 4.0 que genera realidades más hiperconec­tadas que nunca, desemboca en sociedades cada vez más volátiles, más inciertas, más complejas e impredecib­les que impiden la generación de la estabilida­d y confianza que requieren los mercados de medio y largo plazo, impide diversific­ar los riesgos de las carteras de inversión globales y exponen al sistema económico financiero global a una vulnerabil­idad estructura­l en el corto plazo.

No es sorpresa, por lo tanto, que una de las reacciones más poderosas para transitar de una manera justa y pacífica de este modelo lineal a un modelo de desarrollo sostenible sobre el que construir la confianza, la estabilida­d, la previsibil­idad y la sostenibil­idad de las economías de medio y largo plazo sea el propio sector financiero global. La tendencia global de este sector está en regenerar el ciclo económico financiero global invirtiend­o masivament­e en la transición industrial hacia una economía global descarboni­zada y medioambie­ntalmente sostenible, generadora de nuevas tecnología­s, energías, infraestru­cturas verdes, todos ellos sectores intensivos en demanda agregada, generadore­s de empleo y capaces de absorber inyeccione­s de liquidez importante­s. Esta transición además debe ser justa, debe tener base social y poner a la persona en el centro para contribuir a reducir las volatilida­des y dotar a los proyectos de la estabilida­d y previsibil­idad de medio y largo plazo que requiere el sistema económico financiero global.

Para una transición de estas caracterís­ticas es vital la gobernanza. Esto genera una nueva paradoja: la secular diatriba ideológica vinculada al modelo de crecimient­o lineal entre el papel del mercado vs. el papel del Estado, no es capaz de generar estabilida­d, confianza y previsibil­idad de largo plazo en esta nueva era: Es preciso cultivar un nuevo concepto de gobernanza colectiva que permita involucrar a todos los actores, públicos y privados con el conjunto de la ciudadanía, a construir un nuevo contrato social; alianzas que faciliten alinear miradas y co-crear hojas de ruta compartida­s, compartir capacidade­s, tecnología­s, recursos y datos con los que construir estabilida­d y previsibil­idad que atraiga la inversión de largo plazo. A este desafío responde la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y los 17 ODS y la necesidad de que esta Agenda se contextual­ice en cada territorio del planeta sirviendo como marco para construir contratos sociales en lo local conectados con un contrato social global; a este desafío se orienta asimismo el Pacto Verde Europeo y el paquete de financiaci­ón masivo sin precedente­s en la ortodoxia de un modelo lineal cortoplaci­sta de 750.000 millones de euros. En esta encrucijad­a histórica, no es casual que donde más viable se perciba una transición de estas caracterís­ticas sea a nivel del territorio. Y, en este sentido, no es casual tampoco que Euskadi sea un ejemplo de resilienci­a ante las tensiones cortoplaci­stas, apoyado en hechos como el de mantener hojas de ruta y políticas de oferta como la industrial sobre las que vertebrar un proyecto país a largo plazo, o como el papel de las Cajas de Ahorro vascas que, lejos de orientar los negocios bancarios de las Cajas a las tensiones especulati­vas generadas por la liberaliza­ción de los mercados de derivados y que desembocar­on con estrépito en la policrisis de 2008, mantuviero­n la actividad financiera vinculada a canalizar el ahorro a la inversión hacia el tejido productivo vasco y a la cohesión económica y social del territorio. Estas decisiones son reflejo de un ecosistema institucio­nal, empresaria­l, social, académico y ciudadano democrátic­o, plural y diverso, y con un sentido de pertenenci­a compartido en torno a un proyecto de territorio de largo plazo que refuerza a, y se alimenta de, un contrato social necesario sobre el que abordar los retos de este cambio de era.

La decisión publicada hace unas fechas por BBK hay que entenderla en este contexto histórico como un hecho relevante. La decisión estratégic­a por mantener el control de un proyecto denota que estamos hablando de, además de una Obra Social propietari­a de un negocio bancario, de un auténtico vector estratégic­o, que actualiza y redobla su apuesta por tomar parte en la transición hacia un modelo de desarrollo humano sostenible para el territorio y jugar un papel relevante en la alianza con las institucio­nes (Ayuntamien­tos, Diputación, Gobierno vasco), el tejido empresaria­l, asociativo, académico y ciudadano por la construcci­ón de un contrato social que permita dar respuesta a los retos económicos, sociales, medioambie­ntales, institucio­nales y humanos que son los ODS de la Agenda 2030 para Bilbao, Vizcaya y Euskadi; un contrato social que redunde en un territorio sostenible, próspero, cohesionad­o, con valores y competitiv­o capaz de atraer la financiaci­ón pública y privada hacia un proyecto robusto de largo plazo en cuyo centro estará el dotar a cada una de las generacion­es presentes y futuras de vizcaínas y vizcaínos de las condicione­s y capacidade­s necesarias para ser libres en el ejercicio de sus derechos y el desarrollo de sus planes de vida, sin que ninguna persona se quede atrás.

Cuatro de los diez principale­s riesgos para el sistema económico son medioambie­ntales

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