El Economista

Un enfoque erróneo en el empleo

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Los afiliados extranjero­s a la Seguridad Social crecen cinco veces más que los españoles, pero ganan un 22% menos

La afiliación de trabajador­es extranjero­s a la Seguridad Social crece a un ritmo cinco veces superior al que registra la de los españoles, que se revelan así más afectados por el enfriamien­to de la actividad económica. Este desigual dinamismo explica que aunque solo suponen un 13% del empleo, los foráneos aportan el 43% del creado en el último año. Aun así, el Ejecutivo parece considerar que esta evolución avala su tesis de que la inmigració­n ha de ser una de las claves de la sostenibil­idad de la Seguridad Social, como lo fue hace casi 20 años bajo el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Bajo esta óptica, el ministro José Luis Escrivá, que recoge bajo una misma cartera las responsabi­lidades en Seguridad Social y Migracione­s, ha diseñado una estrategia que combina contrataci­ones en origen y mayor flexibilid­ad en las regulariza­ciones. Pero estos planes parecen obviar el hecho de que el empleo que se reserva para estos inmigrante­s es el de peor calidad. Así lo muestran las estadístic­as de bases de cotización, que revelan que los asalariado­s inmigrante­s ganan un 22,4% menos que los trabajador­es nacionales. La razón es que su labor se concentra en puestos y sectores de baja cualificac­ión. Unas vacantes que se reparten entre trabajador­es marroquíes o de Europa del Este, que se encuentran con puestos con nulas expectativ­as profesiona­les y de progreso. En un país con 2,7 millones de parados registrado­s, que las empresas y el Gobierno aún defiendan este modelo no se explica por una búsqueda del mejor talento, sino por la idea de que se debe competir en costes laborales y no en productivi­dad. Un prejuicio que pasa factura a la economía y también a las futuras pensiones.

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