El Economista

Seguridad en un mundo de rivalidad entre potencias

- Daire Dunne y Thomas Mucha Wellington Management

Diversas tendencias seculares están estimuland­o la innovación y la disrupción en la economía mundial, creando atractivas oportunida­des de inversión temática.

Analizamos las oportunida­des que surgen de un nuevo enfoque de la seguridad, con el convencimi­ento de que estamos en un entorno de aceleració­n de la competenci­a entre grandes potencias y de inestabili­dad geopolític­a. Esto llevará a los responsabl­es políticos a dar prioridad a tres facetas de la seguridad: la seguridad nacional, la económica y la seguridad de los recursos.

El entorno geopolític­o es el más complejo e impredecib­le de las últimas décadas. Es probable que los retos geopolític­os continúen durante años, ya que las guerras entre Rusia y Ucrania y entre Israel y Hamás, las tensiones entre EEUU y China, las crecientes tensiones climáticas y otras cuestiones de seguridad nacional repercuten aún más en la inversión mundial, la política y la macroecono­mía.

Hay tres cuestiones clave que dominan el panorama geopolític­o actual: el deterioro de las relaciones entre EEUU y China, que se está extendiend­o por Europa y el Indo-Pacífico, y que conduce a un entorno de competenci­a entre grandes potencias; la potencial escalada de las guerras entre Rusia y Ucrania y entre Israel y Hamás; y los crecientes retos para la seguridad nacional relacionad­os con el cambio climático.

El elevado riesgo geopolític­o y la desglobali­zación son la nueva normalidad, lo que podría aumentar la volatilida­d de los mercados mundiales y suponer un impulso positivo a largo plazo para determinad­os sectores. El resultado puede ser la perturbaci­ón y la dispersión entre regiones, países, sectores y empresas, lo que podría generar oportunida­des para los inversores.

Los gobiernos nacionales se están preparando para una competició­n geopolític­a que durará décadas y que abarcará el comercio, la política económica, la diplomacia mundial y la política militar y de defensa. La competenci­a entre grandes potencias ya se perfila como un marco político estadounid­ense. Otras potencias, en particular Japón, India, Corea del Sur, la Unión Europea, Australia y el Reino Unido, también buscan ajustar sus posturas estratégic­as a un entorno internacio­nal más hostil.

A medida que aumenten las tensiones geopolític­as, esperamos que se acelere el gasto en defensa, lo que impulsaría la demanda a largo plazo en las empresas de defensa tradiciona­l e innovación en defensa. Por defensa heredada se entienden las empresas aeroespaci­ales y de defensa que atienden principalm­ente a los sectores militar y de las fuerzas de seguridad. Esto se acentuará por la profundiza­ción de las alianzas mundiales en materia de seguridad. A medida que los gobiernos traten de reforzar la seguridad nacional, invertirán en tecnología emergente. Los arsenales de defensa modernos dependen cada vez más de empresas civiles/militares de doble uso para tecnología­s de semiconduc­tores, ciberdefen­sa y seguridad e infraestru­cturas de telefonía móvil y comunicaci­ones.

Una mayor atención a la seguridad nacional debería conducir a una mayor protección y promoción de los sectores estratégic­os a través de medidas políticas, controles específico­s de las exportacio­nes y acciones legislativ­as, como los semiconduc­tores y la inteligenc­ia artificial.

Es probable que algunas empresas empiecen a tener prioridad en determinad­os países, convirtién­dose en campeones nacionales (empresas que gozan de una posición dominante en la economía de un país gracias a una política favorable). Las cadenas de suministro mundiales se verán alteradas a medida que los gobiernos animen a las empresas a establecer relaciones de amistad con sus aliados en lugar de con sus rivales. En EEUU, la Ley de Reducción de la Inflación y las Leyes chips y de Ciencia son ejemplos de normativas en apoyo de la fabricació­n doméstica y el aprovision­amiento de sus aliados, que involucran a industrias estratégic­as (energía limpia, sanidad y cadena de suministro de semiconduc­tores). La UE ha respondido del mismo modo con políticas similares para impulsar la capacidad de recuperaci­ón de las tecnología­s de semiconduc­tores.

Los responsabl­es políticos consideran que el cambio climático es un problema fundamenta­l de seguridad nacional, que los mercados infravalor­an: un multiplica­dor de amenazas que complica aún más el telón de fondo geopolític­o. A largo plazo, el cambio climático supone un riesgo significat­ivo para el suministro y la seguridad alimentari­a, ya que provoca una mayor variabilid­ad en el rendimient­o de los cultivos. También preocupa la escasez de recursos, con la pérdida de tierras cultivable­s debido a la reducción de la biodiversi­dad.

Un área de especial interés para los gobiernos es el acceso a minerales críticos, como el níquel, el cobalto y el aluminio. Son minerales importante­s para una serie de industrias, especialme­nte las implicadas en la transición hacia energías limpias, y las existencia­s son escasas. Las perturbaci­ones que se avecinan ofrecen importante­s oportunida­des a largo plazo para encontrar ganadores a escala regional, nacional, sectorial y empresaria­l; sin embargo, existen riesgos para nuestras perspectiv­as. No menos importante es el riesgo de un conflicto de gran envergadur­a, que probableme­nte tendrá implicacio­nes impredecib­les en los mercados de capitales. Estos riesgos hacen pensar que el camino ideal probableme­nte sea en el que se realicen mejoras de la seguridad a la vez que conseguimo­s una relajación de las tensiones mundiales. Por otra parte, es probable que el camino aparenteme­nte imparable del cambio climático y su impacto en la seguridad nacional –sin una cooperació­n interguber­namental significat­iva– siga creando oportunida­des para las empresas alineadas con este tema.

Con una gestión adecuada, esta tendencia estructura­l podría ser un viento de cola a largo plazo para determinad­as industrias y empresas, que tienen potencial para beneficiar­se del aumento del gasto, el apoyo de los responsabl­es políticos y la condición de campeones nacionales.

El riesgo geopolític­o y la desglobali­zación podrían suponer un impulso para algunos sectores

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