El alto coste de la baja productividad
Lejos de lograr la anhelada convergencia, la brecha salarial con nuestros vecinos europeos se duplica desde 2008
Uno de los objetivos de España cuando se sumó a la UE en 1985 era igualar los salarios y el nivel de riqueza de los españoles frente al resto de ciudadanos europeos. Casi 40 años después esa anhelada convergencia está muy lejos de ser una realidad. De hecho, en ámbitos como el salarial es más bien al contrario. Así lo demuestran los últimos datos ofrecidos por Eurostat que desvelan que los españoles perciben una media de 18,3 euros por hora trabajada frente a los 23,8 euros que se cobra en la UE, el 23% menos. Una diferencia que se ha más que duplicado desde el año 2008, cuando era del 11,2%. Con todo, lo más grave es que este mal desempeño nacional en el ámbito de los salarios no se debe a las crisis pasadas ni a la inflación, que afecta a todos los países de la eurozona y que Eurostat ya descuenta, sino a la baja productividad de la economía. El gran peso que en nuestro sistema productivo tienen sectores de menor valor añadido es, por tanto, la razón que explica el empobrecimiento español. Esto ha impedido que ni siquiera en la época del milagro económico nacional, en los años previos a la crisis de 2008-2013, se haya podido revertir la brecha que separa a nuestro país del resto respecto a la riqueza de sus habitantes. Además, medidas impulsadas por el Gobierno, como la creación de la figura de los fijos discontinuos para maquillar los datos de empleo reducen la productividad, ya que se genera el mismo PIB con más trabajadores. Y por si fuera poco, la baja inversión en tecnología es una de las rémoras seculares de la economía española. Sólo con incentivos fiscales para impulsar la inversión, de capa caída en estos momentos, se conseguirá que las empresas aceleren las inversiones y con ello los salarios de sus plantillas.