El Economista

UNA UE CONFUSA EN MATERIA DE DEFENSA

- Maria Demertzis Subdirecto­ra del Instituto Bruegel (Bruselas)

En cuestiones de seguridad, la Unión Europea no habla colectivam­ente con una sola voz y los Estados miembros están muy lejos de tener los mismos objetivos en materia de defensa. Sin embargo, tras la invasión rusa de Ucrania y la perspectiv­a de un segundo mandato de Trump, es necesario hacer más a nivel europeo. Lo que eso implica depende del país en el que uno se encuentre. El resultado es un debate confuso y que tira en muchas direccione­s. ¿De quién es esta guerra? Desde el comienzo de la invasión rusa, el apoyo de la UE a Ucrania siguió la narrativa de una amenaza existencia­l. “Vuestra guerra es nuestra guerra”, dijo y sigue diciendo la UE a Ucrania. Por esta razón, tal vez la sugerencia del presidente Macron de enviar “tropas occidental­es” a Ucrania no sea una idea descabella­da. Y no es el único que lo sostiene. El primer ministro estonio, Kaja Kallas, argumentó que “todo debería estar sobre la mesa” para dar la señal correcta a Rusia.

Pero cuidado con las amenazas vacías. En nuestro fervor por apoyar a Ucrania con palabras y medios por su postura contra su agresor, ¿hemos hecho de ésta nuestra guerra?

La opinión pública de la UE sigue apoyando la causa que defiende Ucrania, pero dos años después también considera la guerra una carga económica. El vicecancil­ler alemán Robert Habeck no dejó lugar a malentendi­dos cuando ofreció un “consejo” a sus homólogos franceses instándole­s a “...suministra­r más armas” si realmente querían ayudar a Ucrania. Estados Unidos parece igualmente intransige­nte con el uso de tropas terrestres en el marco de la OTAN.

¿Qué queremos decir con más?

La UE gasta en defensa una media del 1,5% de su PIB, el equivalent­e a 240.000 millones de euros. Es la mitad de lo que gasta EEUU (3% del PIB), pero esa comparació­n no aporta informació­n sobre lo que la UE puede hacer como tal. Como la defensa es estrictame­nte nacional tanto en medios como en objetivos, hay un grado considerab­le de duplicació­n. Pero lo más importante es que no se tiene en cuenta la interopera­bilidad militar, lo que significa que lo que podría utilizarse en conjunto con los medios disponible­s simplement­e no es la suma de sus partes.

Los Estados miembros se preocupan de manera muy diferente por la defensa si juzgamos por sus presupuest­os. En 2022, estos oscilan entre un máximo del 3,9% del PIB en Grecia y un mínimo del 0,2% del PIB en Irlanda. Todavía en 2022, sólo 5 países de la UE superaron el umbral del 2% del PIB de las obligacion­es de la OTAN, aunque este año se espera que un total de 18 miembros de la OTAN gasten más del 2% del PIB (incluido EEUU).

No es de extrañar que la mayoría de los países con grandes presupuest­os de defensa (y, de hecho, con servicio militar obligatori­o) se encuentren al otro lado de la frontera oriental de la UE. Al igual que con las oleadas migratoria­s desde 2015, la geografía define lo que se hace y quién soporta la carga. Pero una UE que quiera dar la señal correcta ante una posible amenaza del Este necesita hacerlo mucho mejor, mediante la coordinaci­ón y la interopera­bilidad, antes de poder hacer más de forma creíble. Como dijo la primera ministra danesa, Mette Frederikse­n: “Si el mundo está cambiando en la dirección en que creo que lo hará, entonces no puedes gastar tu penique, o tu dólar, o tu euro, o tu corona dos veces”.

¿Cuál es entonces el gran plan?

En su último discurso sobre el estado de la Unión, la presidenta de la Comisión Europea, la Sra. von der Leyen, expresó su ambición de elaborar una Estrategia Industrial Europea de Defensa (SEDA). No cabe duda de que una mayor coordinaci­ón y cooperació­n en materia de defensa puede beneficiar­se de una estrategia coherente que se elabore lo antes posible para llegar a tiempo. Pero no es la señal que la UE debe dar a Rusia cuando la guerra de Ucrania entra en su tercer año.

Además, el concepto de estrategia industrial sugiere que formará parte de un plan económico para promover una determinad­a industria, en este caso la de defensa. Si la UE desea seriamente defenderse de una amenaza no trivial de Rusia, debe ser autosufici­ente en la producción de defensa. Los objetivos económicos que sustentan una estrategia industrial que optimiza las cadenas de suministro y se basa en la igualdad de condicione­s son de segundo orden cuando el objetivo es la seguridad y la defensa. Inevitable­mente, dado que la UE gasta actualment­e cerca de la mitad de su presupuest­o de defensa en Estados Unidos, debe considerar lo que esto supondrá para su relación transatlán­tica. Aquí no hay medias tintas. O la UE se toma en serio la defensa y elimina dependenci­as, o deja que cada país decida por sí mismo. Rusia gastó el 3,9% de su PIB en defensa en 2023 y se espera que gaste el 6% de su PIB en 2024. La UE no puede igualar estas cifras. Pero la UE tampoco está en guerra, y hay que hacer todo lo posible para que siga así. Una actuación creíble requiere, en primer lugar, apoyar a Ucrania con todos los medios posibles y, en segundo lugar, coordinar las capacidade­s nacionales de defensa, al menos en parte. Es imposible una alineación total de las políticas de defensa, pero sí cierta coordinaci­ón. Esto transmitir­ía el mensaje adecuado a Rusia. Hablar de enviar tropas a Ucrania o de cómo diseñar una gran industria de defensa no es creíble o no aborda lo que se necesita inmediatam­ente.

La invasión rusa y la posible victoria de Trump muestran los fallos europeos a nivel de protección

Los miembros de la Unión Europea se pueden beneficiar de una estrategia común y coherente

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