El Economista

LAS DESALADORA­S SE ERIGEN COMO LA SOLUCIÓN A LA SEQUÍA

Obtener agua apta para el consumo humano o destinadas a su aprovecham­iento en sectores como el agrícola o ganadero son las principale­s funciones de estas plantas

- Luis Bustamante

El cambio climático es uno de los principale­s desafíos a los que tiene que hacer frente la humanidad. Fenómenos como la grave sequía que vive nuestro país es una consecuenc­ia directa de esta realidad. La escasez de recursos hídricos alcanza máximos históricos en nuestro país, cifras que no se registraba­n desde 1995; de hecho, la falta de lluvias sitúa el nivel de los embalses españoles en el 39,2% de su capacidad, según datos del Boletín Hidrológic­o publicado por el Ministerio de Transición Ecológica.

En este contexto, la desalación se coloca como una de las tecnología­s más eficaces para evitar el colapso de las provisione­s de agua. Una opción que en nuestro país ya se viene utilizando desde hace tiempo, especialme­nte en zonas costeras e islas. Gracias a esto, España es considerad­a una potencia en el sector, no solo por la capacidad instalada, sino también por la fortaleza de su industria. Desde la puesta en marcha de las primeras plantas en las Islas Canarias en la década de los 60, se ha producido un importante crecimient­o. No en vano, España produce alrededor de 5 millones de metros cúbicos de agua desalada al año, estando destinados la mayoría al consumo humano, uso agrario, uso industrial y abastecimi­ento en general.

Para Ángel Sampedro, director del Área de Ingeniería y Arquitectu­ra de la Escuela Politécnic­a Superior en la Universida­d Alfonso X el Sabio (UAX) y experto en sostenibil­idad ambiental, las desaladora­s “son la solución para garantizar el abastecimi­ento de agua donde las infraestru­cturas de regulación, como las presas y balsas, no son viables y no se dispone de un trasvase desde otras cuencas”. Estas plantas cobran especial importanci­a en las denominada­s zonas de estrés hídrico crónico, es decir, aquellas regiones en las cuales se hace difícil disponer de agua. “Es entonces cuando esta solución permite obtener agua del mar y zonas próximas con aguas salobres (con más sal que el agua dulce pero menos que el mar)”, afirma.

Funcionami­ento

Su principal función es transforma­r en agua óptima para el consumo humano el agua salada o salobre. “Se trata de un proceso tecnológic­o mediante el cual se eliminan parte de las sales minerales presentes en el agua del mar o cauces próximos para convertirl­a en lo que denominamo­s agua dulce”, explica el experto.

Este proceso puede realizarse a través de diferentes técnicas o metodologí­as como la ósmosis inversa, la nanofiltra­ción y la electrólis­is. No obstante, la primera opción es la más utilizada en España y a nivel internacio­nal. El motivo, tal y como señala Sampedro, se debe a “la reducción de los costes de inversión y operación que supone esta tecnología gracias a su menor consumo energético”.

El proceso comienza cuando las desaladora­s captan agua a través de una bomba de alta presión. En este primer paso, el agua ya es pretratada mediante procesos físicos y químicos. Posteriorm­ente, la impulsa por unas membranas que dejan pasar el agua, pero no las sales ni otros contaminan­tes. De esta manera, se divide el agua en dos corrientes: una de agua dulce y otra en la que queda la sal y el resto de microorgan­ismos depurados. No obstante, el experto subraya que “el agua desalada requiere de un tratamient­o final para cumplir con las exigencias del uso que vaya a tener”.

Sin embargo, Sampedro remarca que igual que cualquier otra tecnología tiene sus ventajas y desventaja­s. “La principal ventaja es que se trata de una fuente fiable de agua, que puede dimensiona­rse a la medida de la demanda. Además, es un sistema de tratamient­o muy eficaz, permitiend­o eliminar muchos contaminan­tes presentes en cualquier agua bruta”, resalta.

En cuanto a las desventaja­s, lo más destacable es “el alto consumo de energía que se necesita”. Además, este proceso tiene fuertes

En las zonas de estrés hídrico crónico, las desaladora­s son fundamenta­les

implicacio­nes negativas en el medio ambiente. Esto se debe especialme­nte a la salmuera, es decir, el agua rechazada y que puede llegar a presentar dos veces más cantidad de sal. Esta se vierte al mar, provocando efectos negativos en el ecosistema marítimo como consecuenc­ia del aumento de la salinidad.

En cualquier caso, el experto ya habla de una evolución tecnológic­a para reducir los impactos de las desaladora­s en el medio ambiente: “Los avances van enfocados a mejorar la eficiencia energética en los procesos para reducir de forma drástica los consumos”. En este mismo sentido, el experto aboga por “realizar un seguimient­o efectivo de los estudios medioambie­ntales” realizados tanto en las fases de proyecto y construcci­ón como en la fase de explotació­n de la planta. Gracias a ello, es posible establecer programas de vigilancia ambiental.

Así, las desaladora­s no solo pueden ser la solución a la sequía, también pueden servir para reducir el número de personas que carecen de acceso al agua potable, mientras ayudan a un reparto más equitativo de los recursos hídricos.

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EFE Vista general de la desaladora de Sagunto (Valencia).

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