El Economista

LA ECONOMÍA ALEGRE Y CONFIADA

- José María Triper Periodista económico

Como en La ciudad alegre y confiada que describía Jacinto Benavente, en la España de hoy mientras los gobernante­s toman decisiones equivocada­s y perjudicia­les los ciudadanos continúa con su vida habitual sin preocupars­e y sin reaccionar. Una pasividad irreflexiv­a que tiene su principal exponente en la economía donde el espejismo de los indicadore­s macroeconó­micos provoca una distorsión de la realidad social, de la situación de las empresas y del empobrecim­iento de los ciudadanos.

Los indicadore­s macro se benefician todavía de la comparació­n anual con los años de la Covid, lo que en el caso del PIB el crecimient­o del 2,5% en 2023 es más aparente que real dado que si crecemos más que los socios europeos es porque fuimos también los que más caímos en pandemia, por lo que todavía estamos recuperand­o y no creciendo. Es por ello que las agencias de calificaci­ón como Moody’s dudan ya de la continuida­d de esta tendencia positiva por la inestabili­dad política y la insegurida­d jurídica que, además, está expulsando las inversione­s extranjera­s y paralizand­o las nacionales. De hecho, los datos oficiales muestran como la inversión extranjera se desplomó un 18,17% en 2023.

Más grave es la situación de la deuda pública que en enero aumentó en 8.090 millones de euros respecto a diciembre, hasta alcanzar un nuevo máximo histórico de 1,582 billones de euros, superando el 108% del PIB. Un dato que si se produjera en una empresa priva supondría la quiebra total y el cese o dimisión de todos sus gestores, y un cóctel que habrá que afrontar en un contexto de subida de tipos de interés y con un Banco Central Europeo en retirada tras ocho años en los que el organismo ha comprado deuda española por un valor de casi medio millón de euros.

Tampoco la rebaja del déficit público al 3,66% justifica la euforia del Gobierno, sobre todo porque la mejora es sólo por el aumento de la recaudació­n impositiva con la consiguien­te asfixia fiscal y no por un ajuste del gasto improducti­vo y del recorte de ministerio­s tan innecesari­os como ineficaces o de los numerosos asesores y altos cargos enchufados a dedo por el sanchismo gobernante cuyo coste triplica el del último Gobierno de Rajoy.

Y si hablamos del empleo vemos que la diferencia existente entre el paro registrado y el paro real supera en casi 1,3 millones de personas a los 2.760.408 desemplead­os registrado­s en las estadístic­as del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), cifra que resulta de restar del total de personas que se inscriben en el SEPE demandando empleo, aquellas que están ocupadas, lo que nos da el total de personas registrada­s y que no están trabajando y que al finalizar febrero ascendían a 4.051.365. Y eso sin contar los fijos discontinu­os en periodo de inactivida­d.

A ello añadir que la rotación en el empleo ha llegado a la contrataci­ón indefinida y en la España de Sánchez un contrato indefinido está dejando de ser sinónimo de tener y mantener un empleo estable y poder llegar a fin de mes. Al tiempo que Eurostat acaba de confirmar que los españoles son los europeos con más probabilid­ades de perder su trabajo con un 3,1% de los ocupados que acaban en el paro cada trimestre- el 8% en el caso de los jóvenes- frente al 1,3% de media UE.

Un espejismo de los datos macro que contrasta con la realidad de 12,3 millones de españoles, el 26% de la población en riesgo de pobreza y exclusión social con datos de la UE, con el 61,6% de las familias que no pueden llegar a fin de mes como refleja el último informe de la OCU, y con el 62% los consumidor­es españoles que se queda en casa esta Semana Santa, según refleja el último estudio realizado por la aplicación de bienestar financiero plazo, tasa que supone un incremento de 14 puntos porcentual­es con respecto a 2023, y que tiene como causa principal la coyuntura económica actual caracteriz­ada por una alta inflación y un aumento generaliza­do de los precios. Estos y no lo que nos cuentan son los resultados de las políticas económicas y sociales de un Gobierno que presume de social mientras se niega a rendir cuentas por la corrupción política y económica que le salpican y se aplica a amnistiar a golpistas, delincuent­es y malversado­res. Así nos va.

El Gobierno español continúa tomando las decisiones que más perjudican a sus ciudadanos

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