La dificultad de saber si una inversión está cara o barata
En nuestra vida diaria, empleamos constantemente dos términos que también se pueden aplicar a los mercados financieros: caro y barato. Al igual que en otros contextos, en el ámbito bursátil, el uso de estos términos depende de un punto de referencia, es decir, del precio adecuado que atribuimos a un determinado activo.
La economía, por definición, no se ajusta a los preceptos de una ciencia exacta. Esto dificulta la búsqueda del tan ansiado valor justo ya que no se basa en observaciones objetivas, sino más bien en lo que estamos dispuestos a pagar. En este proceso, nos enfrentamos a una serie de sesgos conductuales que modifican nuestra percepción del precio objetivo.
La economía comenzó a ser definida como ciencia en el siglo XVIII, principalmente a partir de las ideas de Adam Smith. Además, se la considera una ciencia social debido a su estudio del comportamiento humano y las fuerzas productivas que surgen de él.
Otra consideración importante en el ámbito social de la economía es la teoría autocumplida. Según esta teoría, una creencia ampliamente aceptada puede convertirse en realidad, lo que puede hacer que una inversión suba o baje sin que sus fundamentos, su esencia, hayan cambiado.
Es crucial recordar el contexto actual en el que vivimos antes de adentrarnos en metodologías de análisis. Nos encontramos en un momento histórico caracterizado por eventos sin precedentes en muchos años. La pandemia mundial ha cambiado radicalmente nuestra forma de vida, poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación y nuestra resiliencia como seres humanos. Además, enfrentamos otros desafíos significativos, como conflictos bélicos que sacuden nuestra cotidianidad y generan impactos a nivel global.
Entre ellos, destacan la guerra entre Rusia y Ucrania, así como la escalada reciente de tensiones en Israel-Palestina. Estos eventos no solo afectan las condiciones sociales y económicas, sino que también influyen en los mercados financieros y en las perspectivas de análisis que realizamos.
Además de los impactos exógenos que han sacudido nuestra vida cotidiana, nos enfrentamos al creciente impulso de la inteligencia artificial, el surgimiento de activos digitales como las criptodivisas, el desarrollo de la computación cuántica y una serie de otras novedades que desafían nuestra capacidad de adaptación.
Esta avalancha de información dificulta aún más en cierta medida la valoración de activos, ya que los nuevos desarrollos tecnológicos y financieros introducen complejidad en los mercados.
La incertidumbre y las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías son fascinantes porque nos invitan a reflexionar y a explorar nuevas formas de análisis. En este sentido, es fundamental utilizar todas las herramientas disponibles para evaluar y discernir qué significa para nosotros una recomendación de compra, mantenimiento o venta de nuestros activos. Esto implica no solo considerar los datos tradicionales y los fundamentos del mercado, sino también incorporar el análisis de datos avanzado, la inteligencia artificial y otras herramientas tecnológicas para tomar decisiones informadas en un entorno que es cada vez más complejo y dinámico.
Adaptarse a estas nuevas herramientas y técnicas de análisis nos permite aprovechar al máximo las oportunidades y gestionar los riesgos de manera más efectiva en el mercado actual.
Definiendo brevemente la métrica de análisis más conocida, el PER (Price to Earnings) es, sobre todo en activos líquidos como la renta variable, una medida de valoración fundamental. Se puede definir como cuánto estaríamos dispuestos a pagar por cada unidad de beneficio de una empresa.
Cuando este beneficio se basa en estimaciones para un período futuro, típicamente de 12 meses, se denomina PER a futuro (P/E Forward). Sin embargo, aquí es donde comienzan las dificultades. ¿Qué tasa de crecimiento potencial hemos asignado a los beneficios en el período seleccionado? ¿Estamos pagando demasiado por una estimación excesivamente optimista? Y, crucialmente, ¿quién ha realizado esta estimación futura?
Responder a estas preguntas introduce nueva terminología en el análisis, como las empresas value (valoración) y las empresas growth (crecimiento).
Las empresas value son aquellas que se caracterizan por ser negocios maduros y relativamente estables. Sin embargo, pueden estar infravaloradas en el mercado por diferentes motivos, tales como problemas temporales o falta de reconocimiento por parte de los inversores.
Por su parte las empresas growth son empresas incipientes donde pagamos por un beneficio futuro no realizado todavía, por lo que tendrán un PER en principio mayor a las empresas value debido a sus bajos beneficios actuales.
En todos los ámbitos, tanto en la vida cotidiana como en los mercados financieros, es fundamental intentar evaluar de manera objetiva cualquier tipo de activo antes de decidir cuánto pagar por él. Este ejercicio puede no ser siempre sencillo, pero es necesario para mantener un equilibrio financiero y tomar decisiones informadas. La evaluación objetiva nos ayuda a evitar pagar en exceso por un activo y nos permite asignar nuestros recursos de manera más eficiente y efectiva.
La avalancha de información dificulta la valoración de activos