Puig se suma a 4 familias del lujo que sacaron parte de sus empresas a bolsa
LVMH y Kering controlan menos del 50% y Hermès aún posee un 66,7%
Los bolsos de Louis Vuitton, Hermès o Gucci. O las fragancias de Armani. Muchos artículos y marcas de lujo europeas han crecido (algunos bajo acuerdos) dentro de compañías familiares. Pequeñas empresas por las que han pasado varias generaciones, construyendo auténticos imperios. El mayor, el del que se ha convertido en el hombre más rico del mundo: Bernad Arnault, presidente y director ejecutivo de LVMH. La firma francesa es una de las que decidió a finales de los 80 profesionalizar el negocio colocando parte del capital en bolsa. Un salto que han dado en las últimas décadas otras familias como los Hermès (Hermès), los Bettencourt (L’Oréal) o los Pinault (Kering) y que ahora busca dar la familia catalana Puig, con el grupo Puig.
Todas estas sagas siguen muy presentes en el capital de las compañías que fundaron en muchos casos hace más de 100 años, aunque no todas tengan ya participaciones mayoritarias. De media, el 51% del capital ya no está en sus manos. Sí conservan una mayoría los descendientes de Hermès, con un 66,7% de las acciones del grupo que lleva su apellido, en el que además participan los Arnault (con un 1,87%). En cambio, los Arnault cuentan con algo menos del 49% del capital de LVMH y han permitido que más del 51% circule libre en bolsa, sin más accionistas más de referencia, según datos de Bloomberg. Detrás de Kering, que aglutina marcas como Gucci, Bottega Veneta o Balenciaga, sigue la familia Pinault pero con menos del 50%; a través de una sociedad patrimonial llamada Artemis tiene el 42,2%.
En L’Oréal, el esquema accionarial es un poco distinto. Francoise Bettencourt Meyers, nieta del fundador de la firma y la mujer más rica del mundo, mantiene, junto a su familia, una participación del 34,7% en la empresa que hoy reúne marcas de lujo como Lancôme, Valentino o Cacharel. No obstante, tiene aún tres puestos en el consejo. La firma encontró en Nestlé un accionista de referencia que, aunque ha bajado su participación aún tiene más del 20% y dos puestos en el consejo. Así, el capital que en realidad se mueve en bolsa (free float) es el 45%.
L’Oréal es quizá la firma que guarda más similitudes con Puig, en la que los ingresos provienen sobre todo de los negocios de fragancias y moda. Los Puig trabajan en una salida a bolsa prevista para el 3 de mayo con la que quieren desprenderse de un paquete de acciones valorado en más de 2.500 millones (incluida una ampliación), sin perder en ningún caso el control. De hecho, han diseñado una estructura con dos tipos de acciones, A y B, donde las segundas, las que salen a bolsa, tendrán menos derechos de voto.
La familia Puig
La historia de Puig tampoco es reciente. De hecho, la compañía cuenta con más de un siglo de historia. La empresa fue fundada en 1914 por Antonio Puig en Barcelona y desde entonces el imperio Puig se ha ido expandiendo. La compañía aún es una empresa familiar, controlada por las cuatro ramas, a través de varias sociedades. De ellas, Manuel Puig, vicepresidente de la compañía, es el principal accionista y se encuentra en el puesto 32, según la lista Forbes, de los españoles más ricos. Junto con él, en el Comité ejecutivo, solo Marc Puig, presidente y CEO actual y otro de los accionistas mayoritarios, ejerce presencia individual en nombre de Puig. El resto de los familiares están presentados por Josep Oliu, a través de Exea, el holding familiar que controla la mayoría del capital.
A lo largo de su historia, la empresa catalana ha marcado hitos como el lanzar en 1922 Milady, el primer pintalabios fabricado en España. Ahora, su catálogo abarca 17 marcas que van desde el lujo con Carolina Herrera o Rabanne y hasta el premium beauty (sector en el que buscan clasificarse) con firmas como Charlotte Tilbury, Nina Ricci o Byredo, entre otras. Tiene presencia hasta en 32 países, de los que EMEA representa el 54% de los ingresos, América el 36% y Asia-Pacífico el 10%. los últimos meses y años”, valora Beltrán de la Lastra. “Ambos riesgos pueden materializarse o no, pero el mercado está demasiado relajado con la posibilidad de que lleguen a realizarse”, sentencia.
Esta situación hace que en Panza Capital sean aún más intolerantes con la deuda. “Invertir en compañías muy endeudadas es una temeridad parecida a jugar a la ruleta rusa. Queremos estar preparados para entornos duros”, afirma de la Lastra. Los pilares de sus carteras continúan siendo el área de consumo, más sesgado al ticket grande que pequeño; y el área industrial, sesgada hacia áreas que han sufrido con el periodo de reducción de inventarios de sus clientes. También han elevado el peso del sector de defensa, con la incorporación de Dassault Aviation y Thales. Y fuera de este han invertido también en Schindler.
L’Oréal cuenta con solo el 34,7%, pero Nestlé lleva años como accionista con un 20% actual