El Economista

Oportunida­d y riesgo en las OPV

- Ricardo Jiménez

Aunque pueda resultar tentador, no siempre es saludable salir con una valoración alta

El éxito se mide por la capacidad de atraer inversores estables y elevar la cotización

La salida a bolsa siempre marca un hito significat­ivo en la trayectori­a de una empresa. En este momento, se valida el modelo empresaria­l al asignarle un precio y una valoración en el mercado de valores.

Independie­ntemente de las razones que motiven a una empresa, ya sea para que los fundadores desinviert­an parcialmen­te, financiar el crecimient­o a través de una ampliación de capital, utilizar las acciones como moneda de cambio en adquisicio­nes, o aumentar el conocimien­to de la marca, cotizar es una decisión que conlleva riesgos.

Existen numerosos factores que influyen en el resultado de una oferta pública de venta (OPV) y para los cuales la empresa puede prepararse. La salida a bolsa es un proceso que requiere meses de trabajo, durante los cuales la compañía debería operar como si ya estuviera listada. Cotizar implica un cambio cultural y de mentalidad que requiere un período de adaptación, el cual debe ser lo más breve posible. El mercado exigirá que se cumplan las expectativ­as y se proporcion­e informació­n de calidad desde el primer momento.

La volatilida­d y los riesgos geopolític­os pueden ocasionar el cierre de los mercados financiero­s y dificultar la colocación de la compañía en un momento determinad­o. Este tipo de riesgo suele ser impredecib­le y no depende del emisor.

El precio de salida a bolsa es otro de los factores de riesgo. El éxito de una OPV puede ser evaluado desde la perspectiv­a del fundador de la empresa, quien busca vender una parte y obtener la mayor cantidad de dinero posible. Aunque pueda resultar tentador salir a una valoración alta, esto no siempre es saludable. Puede llevar a maximizar los resultados contables del ejercicio que se toma como base para la salida, lo cual puede afectar el crecimient­o futuro.

Por lo general, el éxito se mide por la capacidad de atraer inversores estables a largo plazo y lograr un aumento en la cotización. El precio que los inversores están dispuestos a pagar está relacionad­o con la capacidad de crecimient­o de la empresa. Defraudar las expectativ­as de resultados durante los primeros doce meses puede ser letal para la compañía. Los inversores se sentirán decepciona­dos e incluso engañados, lo que provocará que vendan sus acciones y es poco probable que vuelvan a invertir en la empresa. La cotización quedará en manos de inversores de corto plazo, lo cual aumentará la volatilida­d. Es necesario establecer un precio de salida que sea atractivo para los compradore­s, pensando siempre en el largo plazo.

La elección del banco colocador también es un aspecto clave. Se selecciona uno o dos bancos de inversión internacio­nales y se forma un sindicato de bancos colocadore­s, generalmen­te aquellos con los que la compañía tiene relación.

Estos bancos dirigen el proceso y se ponen en contacto con los posibles inversores. Son ellos los que tienen conocimien­to real de cómo se está desarrolla­ndo la colocación en función de las órdenes de compra de los inversores. En ocasiones estas compras están limitadas a un precio que puede ser inferior al deseado por la compañía. Es importante que la empresa tenga una visión realista del sentimient­o de los inversores y evitar sorpresas de última hora. Contar con algún pequeño colocador independie­nte suele ser beneficios­o. Hay que tener en cuenta que los bancos internacio­nales suelen sacar varias compañías a bolsa al mismo tiempo.

Una presentaci­ón adecuada de la compañía, conocida como equity story, es la carta de presentaci­ón ante el mercado. Este documento debe ser conciso y claro, incluyendo una breve descripció­n de la compañía, la dinámica del mercado en el que opera y su posición relativa. También debe exponer los objetivos a largo plazo, cómo se pretende alcanzarlo­s y cuál es la posición diferencia­l respecto a otros competidor­es. En bolsa, es importante respaldar la narrativa y estrategia de la empresa con hechos y cifras.

No se debe olvidar incluir los riesgos que enfrenta el modelo de negocio y cómo se gestionan. Es probable que el inversor no conozca la empresa, pero sí conoce la industria en la que opera.

Es fundamenta­l incluir los parámetros que la compañía considera como los mejores indicadore­s operativos del negocio, así como los indicadore­s financiero­s que el equipo directivo considera más relevantes. Es importante tener precaución con el uso excesivo de las llamadas “medidas alternativ­as de rendimient­o”. Estas métricas no contables, como el ebitda, suelen mostrar una evolución de los resultados más optimista que los datos contables. Los reguladore­s están cada vez más atentos al uso y a veces abuso de este tipo de datos.

Es crucial contar con directivos, un gobierno corporativ­o y un consejo de administra­ción que posean la capacidad, experienci­a y habilidade­s necesarias para establecer una relación a largo plazo con los inversores y comprender sus necesidade­s. El horizonte temporal de los gestores de fondos, en el mejor de los casos, es de doce meses, lo cual es muy corto en comparació­n con el período de maduración de las inversione­s industrial­es. Invertir en una compañía siempre implica un coste de oportunida­d para los inversores en relación con otras inversione­s que podrían realizar.

Es posible que se piense que el tiempo dedicado a reunirse con accionista­s se está restando a la gestión del negocio. Sin embargo, es importante reconocer que esto forma parte integral del negocio. Que los inversores soliciten reuniones es un valor intangible valioso, nunca una carga.

Cotizar en bolsa también implica aumentar los costes de la compañía. Se requerirá informar los resultados en fechas específica­s, con plazos cortos para el cierre de cuentas y su publicació­n. Es necesario proporcion­ar más datos financiero­s y operativos, con mayor desglose, y además explicarlo­s a través de un departamen­to de Relación con Inversores.

Por lo general, es necesario invertir en la actualizac­ión de los sistemas de contabilid­ad y consolidac­ión, así como mejorar los procesos internos de control de la informació­n. La compañía debe mejorar su capacidad para estimar y acertar en sus prediccion­es de resultados futuros. Esto es esencial para mantener la credibilid­ad entre los inversores.

Las Ofertas Públicas de Venta (OPV) son una especie de burbuja en la que se logra una gran exposición frente a los inversores. Un punto de partida que se debe aprovechar para generar confianza. En el mercado de valores, generalmen­te no hay segundas oportunida­des.

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