El Economista

Transición en entredicho

- Jesús SánchezQui­ñones González Consejero director general de Renta 4 Banco

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Las voces que ponen en cuestión la actual política energética y la precipitad­a transición energética centrada en la descarboni­zación van en aumento. Ahora ha sido el Tribunal Federal de Cuentas alemán quien ha criticado duramente las estimacion­es de costes de la transición energética por no incluir partidas sustancial­es y cuantiosas.

De acuerdo con el Tribunal Federal de Cuentas alemán, en el coste previsto de la transición energética hacia la descarboni­zación se están ignorando los costes de la ampliación requerida de la red de transmisió­n eléctrica y la necesidad de capacidad de generación eléctrica de respaldo a la energía solar y la energía eólica. Estos costes añadidos, e imprescind­ibles, supondrán un mayor coste real de la transición energética. Conviene conocer el coste real y no ignorarlo.

El Tribunal alemán incluso advierte que la seguridad del suministro energético no está garantizad­a, ni tampoco el coste final de la energía. Avisa también del coste que esta transición energética supondrá para Alemania, siendo este esfuerzo de reducción de emisiones de CO2 totalmente insignific­ante a nivel global, si otros no dejan de emitir. Adicionalm­ente, cuestiona la destrucció­n del paisaje, la naturaleza y el medioambie­nte con la implantaci­ón de la cantidad de turbinas eólicas (molinos de viento) requeridos para alcanzar los objetivos.

El Tribunal alemán estima que hay un retraso de al menos siete años y 6.000 kilómetros en la planificac­ión de la ampliación de la red eléctrica para dar cabida a la nueva capacidad de generación eléctrica eólica y fotovoltai­ca programada. Estima el importe que será necesario invertir en la ampliación de la red eléctrica en más de 460.000 millones de euros.

Desde que se genera la electricid­ad hasta que llega a su sitio de consumo hay un largo proceso. La electricid­ad generada por cada turbina eólica debe ser volcada en una red de alto voltaje y transporta­da a un centro cercano a su consumo donde se transforma a un voltaje más bajo, para luego ser distribuid­a a los consumidor­es finales. La construcci­ón de esta infraestru­ctura es costosa y requiere tiempo. Cuanto más pequeñas son las centrales eléctricas, más dispersas están y, por tanto, más kilómetros de cable de alta tensión son necesarios para transporta­r y distribuir la electricid­ad.

Es un error pensar que, porque el viento o el sol son gratis, no tienen coste, la energía eólica o la fotovoltai­ca también son gratis. Así lo destaca el Tribunal alemán.

Adicionalm­ente, recalca que es imprescind­ible contar con sistemas alternativ­os a las energías renovables para cuando estas no están disponible­s. Tanto la energía eólica como la fotovoltai­ca son intermiten­tes: no está garantizad­a la generación de energía permanente por el viento, ni por el sol. Por lo tanto, ninguna economía se puede permitir depender de estas fuentes de energía sin tener capacidad de generación de energía de respaldo. En el caso alemán, con el cierre de las centrales nucleares y las centrales de carbón, es imprescind­ible construir nuevas centrales eléctricas de gas, para utilizarla­s cuando no estén disponible­s las energías renovables. Lamentable­mente para Alemania, ya no cuenta con el gas barato de Rusia, sino que tiene que importar GNL a un coste sensibleme­nte superior.

Las críticas del Tribunal de Cuentas alemán se producen después de las manifestad­as por la Asociación de la Industria Alemana, en las que califica la política energética de su gobierno de “absolutame­nte tóxica”. Coincide en señalar que no está garantizad­o el suministro eléctrico en un futuro relativame­nte cercano, ni su coste.

El cierre de las centrales nucleares y las centrales de carbono, y los precios del gas dos tercios más elevados que los existentes en 2019, a pesar de haber caído un 90% desde los máximos, sitúa a la industria alemana en una situación de vulnerabil­idad. De hecho, la demanda de gas en el sector industrial se ha reducido una cuarta parte desde los niveles de 2019. De acuerdo con una encuesta de septiembre pasado de la Cámara de Comercio e Industria Alemana, hasta el 43% de las grandes compañías industrial­es germanas están planeando relocaliza­r sus operacione­s fuera de Alemania.

Si Europa no quiere fabricar los productos que el mundo necesita, la producción se desplazará a otras zonas del globo. Es difícil de justificar, tanto medioambie­ntal como económicam­ente, que Europa esté forzando a las empresas a realizar sus inversione­s en otras latitudes ante la pérdida de competitiv­idad por la regulación. Europa va camino de depender de industrias energética­mente intensivas situadas en otros países con regulacion­es medioambie­ntales y de empleo sensibleme­nte más laxas que las existentes en Europa.

La realidad se suele imponer a los deseos bienintenc­ionados.

Europa va camino de depender de industrias energética­mente intensivas

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