El Economista

LOS COSTES QUE SE ESCONDEN TRAS LA RALENTIZAC­IÓN DE LA GLOBALIZAC­IÓN

- Daniel Gros Director del Instituto de Estudios de Políticas Europeas de la Universida­d Bocconi

El surgimient­o de un sistema abierto de comercio multilater­al que separó el comercio de la geopolític­a jugó un papel crucial en la economía posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy, en que las considerac­iones geopolític­as influyen cada vez más en las políticas de comercio, se está haciendo visible un nuevo paradigma.

Esta tendencia comenzó con los aranceles aduaneros impuestos por el ex presidente estadounid­ense Donald Trump a las importacio­nes chinas en 2018, que fueron mantenidas por la administra­ción del presidente Joe Biden, y causaron que China impusiera sus propios aranceles a las importacio­nes estadounid­enses. Después, en 2022, tras la invasión de Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin, los países del G7 y la Unión Europea impusieron amplias sanciones económicas a Rusia, que en la práctica prohibiero­n las importacio­nes y exportacio­nes hacia y desde este país.

En lugar de causar una disminució­n del comercio global, estas barreras y restriccio­nes al comercio meramente lo hicieron más demoroso, ocasionand­o su ralentizac­ión (slowbaliza­tion). Notablemen­te, a pesar de la guerra en Ucrania y las perturbaci­ones a la cadena de suministro­s de los últimos años, el comercio como porcentaje del PIB alcanzó un máximo histórico en 2022, resaltando la resilienci­a del sistema de comercio internacio­nal. De hecho, los aumentos de los precios de los envíos por contenedor­es desde ese año se pueden atribuir a un alza inesperada en el volumen de productos enviados mundialmen­te.

Si bien puede resultar tentador argumentar que las medidas con motivación geopolític­a han tenido un efecto económico ínfimo, la resilienci­a que se percibe en el comercio global puede llevar a engaño. Aunque las barreras comerciale­s recientes generaron volúmenes de comercio más altos, muchas de ellas tienen costes significat­ivos.

De buenas a primeras, la noción de que un arancel pueda impulsar el comercio puede parecer paradójica. Sin embargo, casi la totalidad de los aranceles y restriccio­nes al comercio impuestos por EEUU desde 2018 se han dirigido específica­mente a China y han dejado intactas las importacio­nes procedente­s de otros países. En consecuenc­ia, se produjo un agudo descenso de las importacio­nes chinas, y las importacio­nes desde países como Vietnam han aumentado. Muchos productos para el consumidor se envían a los EEUU tras ser ensamblado­s en Vietnam y otros países del sudeste asiático.

Pero estas importacio­nes siguen dependiend­o de insumos intermedio­s procedente­s de China. Por consiguien­te, los volúmenes de comercio han crecido debido a que, mientras las importacio­nes estadounid­enses de bienes de consumo desde Asia han permanecid­o constantes, han aumentado las exportacio­nes de China de insumos intermedio­s a sus vecinos asiáticos. De manera similar, si bien México ha superado a China como principal exportador de productos a los Estados Unidos, sus propias importacio­nes desde China han subido cerca de un 40% desde 2018.

El mercado de los vehículos eléctricos (VE) ilustra cómo las prácticas discrimina­torias pueden fomentar el comercio. Los aranceles a los VE chinos se están acercando al 30%, y las regulacion­es estadounid­enses descalific­an los VE que contengan componente­s producidos o ensamblado­s en las “entidades de interés” para la recepción de créditos tributario­s, impidiendo en la práctica la presencia de los fabricante­s chinos en el mercado estadounid­ense. En contraste, los VE europeos están sujetos a un arancel significat­ivamente menor del 2,5% y califican para un subsidio al alquiler de 7.500 dólares que contempla la Ley de Reducción de la Inflación. En consecuenc­ia, las exportacio­nes de VE chinos se han desplazado a Europa, mientras que los fabricante­s automotric­es europeos han medrado en los Estados Unidos.

Mientras tanto, la UE está pasando por un proceso similar. Después de las sanciones occidental­es a Rusia, las exportacio­nes europeas destinadas a Turquía y países centroasiá­ticos como Kazajistán y Kirguistán se han ido a las nubes. Al mismo tiempo, los volúmenes de comercio entre estos países y Rusia se han disparado.

Tales métodos de evasión de sanciones o aranceles discrimina­torios causan costes más altos de producción y logística, ya que ahora los productos deben ser transporta­dos a países intermedia­rios antes de enviarse a los EEUU Por ende, las sanciones y aranceles discrimina­torios pueden tanto impulsar el comercio como reducir la prosperida­d.

Estos efectos perjudicia­les subrayan la importanci­a del principio de “nación más favorecida” que por largo tiempo ha sido la piedra angular del sistema de comercio global. Las iniciativa­s concertada­s para liberaliza­r el comercio, primero mediante al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, y posteriorm­ente con la Organizaci­ón Mundial del Comercio, han elevado los volúmenes de comercio y la prosperida­d general gracias a este enfoque no discrimina­torio. En contraste, las actuales barreras al comercio y aranceles discrimina­torios por razones geopolític­as apuntan explícitam­ente a países específico­s que se ven como hostiles o como potenciale­s amenazas.

¿Quién paga el precio? La teoría económica –y el sentido común– da una respuesta clara: los países que imponen restriccio­nes discrimina­torias al comercio acaban pagando los costes mientras el resto del mundo se beneficia. En consecuenc­ia, mientras EEUU y China sufren los efectos negativos de su guerra arancelari­a, Vietnam y México salen ganadores como intermedia­rios. De manera similar, Turquía y los países de Asia Central se benefician de las sanciones contra Rusia, mientras la UE paga la cuenta.

Esta distribuci­ón de costes y beneficios ayuda a explicar la limitada oposición internacio­nal a los aranceles de Trump contra China. Después de todo, la UE, México o Vietnam tienen pocos incentivos para poner objeciones a una política estadounid­ense que beneficia sus propias industrias. Por consiguien­te, es improbable que la presión internacio­nal disuada a potencias de la talla de EEUU o China de priorizar considerac­iones geopolític­as por sobre la liberaliza­ción del comercio. Para contrarres­tar esta tendencia, resulta crucial que los líderes políticos caigan en cuenta de los efectos adversos de las barreras al comercio.

Como la más abierta y menos ambiciosa en lo geopolític­o de las grandes potencias económicas del mundo, es probable que la UE sea la primera en reconocer esto. Estados Unidos, en particular, es la potencia que más puede perder si continúa su guerra comercial con China. Para evitar este resultado, debe cambiar de rumbo y volver a los principios antidiscri­minatorios que por largo tiempo han sustentado las políticas del comercio mundial.

Muchos productos se envían a EEUU tras ser terminados en Vietnam y otros países asiáticos

Los países que imponen restriccio­nes al comercio acaban pagando los costes

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