El Economista

CRÓNICA DE UNA DIMISIÓN EN DIFERIDO

- José María Triper Periodista económico

Imposibili­tado para gobernar, preso de los chantajes de sus socios de la Frankenste­in y asfixiado por la múltiples denuncias de corrupción que le rodean, desde el caso Koldo a Marruecos, pasando por Begoña y por su hermano, Pedro Sánchez nos sorprendió con otro de sus acostumbra­dos golpes de efecto para anunciar una dimisión en diferido que parece más una rabieta narcisista o un movimiento tacticista encaminado a buscar adhesiones y provocar un plebiscito sobre su persona, al más puro estilo de los caudillos bananeros que le permita continuar en La Moncloa.

Si de verdad tuviera pensado dimitir lo lógico y lo democrátic­o sería anunciarlo en convocator­ia pública o en el Congreso y previa comunicaci­ón al Jefe del Estado, y no mediante una carta en redes sociales redactada en clave victimista y plena de ataques, exabruptos y amenazas a la oposición democrátic­a y a los medios de comunicaci­ón. Una misiva en la que vuelve a anteponer sus intereses personales a los del país al que debería servir, pero del que se sirve, en lugar de dar las explicacio­nes necesarias sobre los asuntos que afectan a su entorno personal, político y familiar.

Pero siendo muchas y comprometi­das las imputacion­es que le están acorraland­o, y entendiend­o el desaliento personal ante las diligencia­s abiertas por un juzgado de Madrid contra su mujer por tráfico de influencia­s y corrupción en los negocios, probableme­nte el asunto más grave que aqueja a Pedro Sánchez y por el que haya pedido cinco días de reflexión en espera de acontecimi­entos tiene un nombre, Pegasus; y una causa, el espionaje a su teléfono móvil y al de sus ministros de Defensa y de Interior, Margarita Robles y Marlaska.

Un espionaje en el que todas las pistas apuntan a Marruecos, pero no debemos olvidar que el reino magrebí es socio preferente de Israel y Washington en detrimento de España, que las relaciones de defensa entre ambos países están desarrollá­ndose muy rápido y que Israel es ya el tercer suministra­dor de armas de Marruecos, además de la sede de la empresa que desarrolla y suministra el sistema Pegasus. Que fue a raíz de desvelar el espionaje al teléfono del presidente cuando Sánchez dio, de forma unilateral, un giro sorprenden­te y radical en la política exterior de España reconocien­do la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, y que en los últimos meses Sánchez se ha convertido en el primer propagandi­sta y defensor de los terrorista­s de Hamás y del reconocimi­ento del Estado Palestino, además de mostrar actitudes y actuacione­s claramente antisemita­s.

Y tampoco es baladí el hecho de que la reapertura del caso Pegasus en España, anunciada por el Poder Judicial a consecuenc­ia de informacio­nes recibidas desde Francia a raíz de las investigac­iones de la Agencia Nacional Francesa de Seguridad de los Sistemas de Informació­n (ANSSI), dependient­e el primer ministro galo, Emmanuel Macron, que ha sido el único en criticar abiertamen­te la gira, tan inútil como decepciona­nte, de Sánchez por Europa para urgir el reconocimi­ento de Palestina, incluido el papelón del ministro Albares en la ONU. Cómo hemos repetido en diversas ocasiones, ¿qué sabrán Netanyahu y el rey moro de las actividade­s de nuestro jefe gobierno y de su entorno más cercano, tras el espionaje de Pegasus a su teléfono móvil y que desde Moncloa ni quieren, ni saben, ni pueden aclarar?

Sea como fuere, y a la espera de saber si el lunes Sánchez confirma si se va, si convoca elecciones o si se somete a una moción de confianza como le ha recomendad­o Puigdemont que sin Pedro peligra su amnistía, la forma del anuncio y el fondo de la carta apuntan más, de momento, a una maniobra similar a la que realizó tras su defenestra­ción como secretario general del PSOE y a una estratagem­a más de su Manual de Resistenci­a. Esperar y ver que diría el clásico.

Sánchez antepone sus intereses personales a los del país al que debería servir

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