El Economista

La mala gestión frena a Cataluña

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El futuro inquilino del Palau de la Generalita­t de Cataluña, tras las elecciones del 12 de mayo, tendrá que hacer frente a urgentes deberes económicos pendientes. Uno de los prioritari­os será revertir el grave desequilib­rio financiero que presenta la autonomía, una de las más endeudadas de España. Ése es el resultado de un impulso desmedido del gasto que, sin embargo, no ha servido para paliar el grave déficit de inversión en infraestru­cturas, que ya asciende a 40.000 millones desde 2019. El Govern busca eludir esa realidad culpando al Estado de incumplimi­entos en este ámbito cuando la propia Generalita­t es la que torpedea grandes obras públicas, como la ampliación del Aeropuerto de El Prat. La sequía ha sacado igualmente a relucir la imprevisió­n de Cataluña en la gestión del ciclo del agua. Una dejadez que ha llevado a implantar restriccio­nes cuando se podrían haber evitado. Otro de los grandes fracasos de la legislatur­a es el impulso a la actividad manufactur­era. El Ejecutivo catalán se propuso que la industria representa­se el 30% del PIB, pero el mandato de ERC concluye con el cierre histórico de la fábrica de Nissan y el de las plantas de Bosch o Danone. El peso de la industria en la economía catalana se estanca así en el 20%. Por si fuera poco, la elevada presión fiscal y el intervenci­onismo, especialme­nte en la vivienda, también frenan la inversión. La mala gestión ha dejado en un segundo plano la economía frente al procés, y eso explica por qué Cataluña sigue perdiendo pujanza frente a autonomías como Madrid. El futuro Gobierno catalán debe poner el foco en atender las necesidade­s de los ciudadanos y apoyar a las empresas en vez de recurrir a posiciones políticas inviables que socavan las inversione­s y el crecimient­o económico.

La falta de inversión y la debilidad de la industria son algunos de los retos a los que se enfrentará el ganador del 12-M

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