Sánchez: alto coste en su credibilidad
La maniobra política del presidente que decide seguir daña la imagen de España y no evita las dudas sobre la legislatura
Sánchez seguirá al frente del Gobierno tras cinco días de reflexión. El presidente quiere cerrar así una crisis que él mismo provocó y que sometió al país a un nivel de tensión institucional tan inaudito como inútil. Igualmente sorprendentes son las excusas esgrimidas para justificar su actitud. Es cierto que los políticos deben poner una barrera en los temas personales. Pero su alusión a “diez años de acoso contra él y su familia” es desorbitada considerando que, solo recientemente, se abrieron diligencias judiciales sobre su esposa, sin que esto haya supuesto su imputación. Es más, en ningún momento se ha cuestionado el derecho de Begoña Gómez ni de Sánchez a recurrir a los tribunales, si se consideran víctimas de un ataque. Todo apunta, por tanto, a que la sobreactuación del jefe del Ejecutivo que divide al país se debe a intereses electorales, en un momento en que varios escándalos acosan al PSOE. Es el caso de Salvador Illa con la compra de mascarillas. En vísperas de las elecciones catalanas los sondeos muestran que Illa tendrá dificultades para gobernar. La situación es también complicada para el PSOE respecto a los comicios europeos de junio, donde se prevé un fuerte avance del PP. En este contexto, no es casual que Sánchez busque una demostración de fuerza de la izquierda, que no ha sido tal al manifestarse poco más de 12.000 personas el fin de semana. Una debilidad que también persiste en el Congreso y que puede desembocar en un nuevo adelanto electoral. El Gobierno, por tanto, seguirá atado en la toma de decisiones económicas tras la última acrobacia política del presidente que daña su credibilidad. Una acción que también golpea la imagen de España al interpretar los medios internacionales que todo se debe a un caso de corrupción de la esposa del presidente.