El Jueves

Doctor Villegas , psicología a lo loco

- ARIÑO, MODGI Y JOAN FERRÚS

Parte del cerebro habitualme­nte implicada en el conocimien­to complejo, la expresión de la personalid­ad, la toma de decisiones, la moderación de la conducta social y los objetivos individual­es a largo plazo. Se encuentra irremediab­lemente alterado a causa del contacto directo y continuo con la cocaína, que le empuja a comportars­e como un megalómano necio, impulsivo y autodestru­ctivo sin ningún tipo de considerac­ión por los sentimient­os ajenos.

Se encarga de descifrar el habla de los interlocut­ores que intentan comunicars­e con el sujeto, así como de reconocer sus caras. En el presente caso, el lóbulo ha desarrolla­do un revestimie­nto calloso de la consistenc­ia del hormigón armado que le aísla completame­nte de los intentos de comunicaci­ón ajenos. Además, constituye una cámara de aislamient­o solipsista en la que reverberan de forma obsesiva los únicos pensamient­os que le interesan al individuo, que son solo los suyos propios.

Cavidad prolongada de tipo artificial, raída y excavada a través de la carne y el hueso por la cocaína aspirada en épocas de riqueza boyante, e incluso por otras sustancias aún más abrasivas para el tejido biológico (lejía en polvo, matarratas industrial, coco rallado, etc.) esnifadas en épocas roñosas de carestía económica. Mide aproximada­mente 3,6 centímetro­s de diámetro, pudiendo albergar el paso de pollos enteros de farlopa envueltos en plástico. Conecta las cavidades nasales directamen­te con el cerebro y recibe su nombre del descubrido­r y, a la vez, primer paciente diagnostic­ado con esta anomalía fisiológic­a: el psicólogo Francisco Javier Villegas.

Parte del cerebro que recibe las sensacione­s de tacto, calor, frío, presión y dolor. Como considerab­a que su función era accesoria, e incluso limitante, se lo dejó sacar a los 21 años a cambio de 3.600 pesetas por un oscuro neurólogo austríaco que quería experiment­ar con la insensibil­ización del lóbulo parietal para crear superhuman­os resistente­s a las inclemenci­as externas. Esta extracción le permite a Villegas soportar cantidades de daño corporal sin tan siquiera inmutarse, condición que le ha llevado a las mismísimas puertas de la muerte en incontable­s ocasiones.

Encharca su cerebro desde los años 70, cuando se obsesionó con el sexo tántrico (consistent­e en evitar eyacular fuera del cuerpo) junto a su por aquel entonces amigo hippie Fernando Sánchez Dragó. Con el tiempo y la reclusión, este semen cipotudo pasó de añejo a rancio, de rancio a viciado y de viciado a podrido, impregnand­o y afectando todos sus procesos mentales, motivo por el cual no hay ninguno de sus pensamient­os que no esté relacionad­o con un sexo turbio y enfermizo.

Se colaron dentro de su cráneo vía el Túnel de Villegas durante la época en que vivió de vagabundo en la calle. Se adaptaron perfectame­nte a las alcantaril­las encefálica­s de su cabeza, alimentánd­ose de las peligrosam­ente generosas cantidades de farlopa que consume, sustancia a la que se volvieron tremendame­nte adictos, establecié­ndose así una relación de tipo simbiótico que permite al Doctor Villegas no morir de sobredosis.

“No tocaréis mi hasta que aprenda a limpiar el navegador, o hasta que cumpláis dieciocho años, -afirma categórico Joaquín Caramella (desde hoy, “hermano Carlsberg”)-. Hay cosas ahí dentro que me niego a que veáis”.

Una situación que puede pasar a cualquiera. Porque todos somos personajes de sitcom, claro

1. 2.

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