OASIS EN LA CIUDAD
Esta casa está cerca de la ciudad pero parece de pueblo. Es del siglo xix, pero está más joven que nunca. Tiene la suerte de tener como dueña a la interiorista Marta Tobella, de Sacum.
CercaCerca de Barcelona, rodeada de edificios más altos, esta casa construida por unos payeses en 1830 permanecía ajena al paso del tiempo: cerrada, abandonada, llegó a estar ocupada algún tiempo. Hasta que Marta Tobella, interiorista (y también la propietaria de la tienda Sacum, una de las favoritas de los entendidos de decoración en Barcelona), se hizo con esta cápsula del tiempo inalterada.
Dado que se trata de una construcción protegida por catálogo, le preguntamos si fue una pesadilla burocrática la reforma. “Para nada”, nos responde sonriendo, “si yo era
PRINTED AND DISTRIBUTED BY PRESSREADER
más papista que ellos: nadie tenía más interés que yo en preservarla como estaba, al menos lo más posible”. Por ejemplo, el suelo de barro original era irrecuperable: “Estaba sobre la tierra, sin forjado debajo, las plantas que crecían lo habían destrozado”. Así que lo buscaron casi idéntico, ya que era el mismo en el patio y en la casa, y lo colocaron en la misma disposición, a junta corrida, en la planta baja y en espiga arriba.
El patio es súper refrescante, con su lavadero y sus pozos originales, un inesperado jardín esmeralda: “Quería un oasis marroquí”, confiesa. La piscina parece ser de cemento turquesa, pero es una trampa visual. Marta tuvo que claudicar de su idea original: “Pere, el albañil que me hizo toda la obra solo con un ayudante, se negó a hacer la piscina de cemento porque dan
muchos problemas, así que hay una tesela de cristal mate hasta la línea donde llega el agua y, a partir de ahí, sube cemento del mismo color por la pared”.
Ya en el interior, la casa nos recibe, acogedora pero también sobria.“Está bastante vacía, porque yo soy muy austera; de hecho prácticamente solo hay cuatro materiales en total, además naturales: el barro del suelo, la cal en las paredes, la madera de ventanas y muebles, y el mármol de la encimera de cocina y baño”, cuenta Marta. El salón y la cocina están unidos con un estilo ‘effortless chic’ (‘chic sin esfuerzo’, como se dice en moda). “Quería encontrarle un punto entre nórdico y rústico, aun
que parezca complicado”. En el salón, una chimenea cerrada se lleva el protagonismo bajo las vigas originales pintadas de blanco, que ya solo tienen una función decorativa. “Lo que sostiene la planta de arriba son unos tirantes de acero que aguantan la nueva estructura y lo que había antiguamente”, prosigue Marta.
La original cocina tiene una explicación: viene de una desventaja para Marta, pues no le gustaba... La carpintería en las ventanas es de madera de castaño, “un tono miel que aún me cuesta y que me condicionó para elegir otros colores de la casa”, explica. “En los baños y la cocina usé una madera muy sencilla, un tablero contrachapado de pino del que se utiliza para hacer embalajes, un material bueno y barato”. Los armarios blancos de la cocina son
de DM pintado de blanco y, en vez de campana, hay un sistema de filtros. Sobre la mesa, un genial invento de Marta: un cajón de 15 centímetros de altura que sirve para convertir la mesa de madera maciza en una isla provisional de cocina, con una tabla de cortar. Cuando hay invitados, se quita y caben perfectamente 14 personas. Y en la planta de arriba, más sorpresas. “Yo tenía obsesión por que no se vieran tubos ni conductos, así que la climatización va por suelo radiante y por aerotermia, y todas las máquinas están en un altillo escondido detrás de las damajuanas, que sirve además de entrada de luz”. Debajo, un armario empotrado cuyas puer
tas, como todas las de la casa, “son nuevas, de pino, primero pintadas de oscuro, después de claro, y luego tratadas con un punto de látex”. En los dormitorios, detalles de interiorista: “Todas las habitaciones tienen el mismo cabecero o mesita”, explica Marta, “una balda que recorre la pared, hecha del mismo tablero de la cocina pintado de blanco. Sirve de punto de apoyo pero no invade demasiado el espacio”. De ese mismo tablero son las puertas del armario del baño donde, ahora sí, el albañil claudicó e hizo una bañera de cemento. Para Marta, su casa centenaria y moderna es su propio oasis.