SOÑAR CON MÁS LUZ
Ninguna casa les gustaba más que la suya. Por eso, los dueños de esta casa madrileña se atrevieron a abrir nuevas ventanas y volvieron diáfana la planta baja. Ahora sí que es la casa ideal para compartir.
SiSi algo funciona, ¿por qué cambiarlo? Esa es la moraleja de esta historia, por varias razones. La primera, porque el matrimonio propietario quería cambiar de aires cuando sus hijos se fueron a la universidad, pero tras buscar comprobaron que ninguna casa les gustaba más que la que ya tenían. Y lo mismo pasaba con la interiorista Ajanta Velasco (antes conocida como Chituca Velasco), a quien ya le encargaron la decoración de esta casa cuando la compraron, hace más de una década. Así que tenemos mismo escenario, mismos protagonistas y misma escenógrafa y, sin embargo, ¡todo es distinto!
“Para esta nueva etapa”, cuenta Ajanta, “querían recibir a amigos y familiares y, para eso,
decidimos convertir toda la planta baja en un solo espacio”. Antes estaba llena de divisiones (salón, comedor...) que, cuando los hijos eran pequeños, tenían sentido. “En una reforma, me gusta sentarme con los clientes, saber sus necesidades; y este caso era muy importante crear limpieza visual que diera sensación de calma”.
Lo tuvo claro: convirtió el chalé casi en una caja de cristal. Ellos (como casi todos los vecinos de esta urbanización a las afueras de Madrid) habían hecho un anexo a la vivienda en un trozo del jardín, un añadido que, antes de la reforma, estaba pegado al recibidor. El anexo era pequeño, de techo bajo, pero Ajanta tuvo una gran idea: convertirlo en la cocina. Desde ella se accede
a la calle, al jardín, al salón y al baño. “Elevamos el techo, pusimos una ventana de Velux por la que entra una luz muy especial y en la zona de aguas abrimos una ventana que comunica con el comedor”.
Las ventanas fueron clave. Se crearon donde no las había y, donde sí, se hicieron más grandes. “Los ventanales del salón son cristales fijos, pero los demás (incluida la puerta de la cocina al jardín) se pueden abrir”, prosigue. Desde cualquier rincón se acceda a cualquier otro, sin obstáculos, ni físicos ni visuales. “¿Ves esas rayitas en el techo? Son el aire acondicionado y la iluminación. Utilizo focos incrustados en el techo que no tienen marco porque me preocupa que haya un buen confort sin que se vea la instalación que lo proporciona”,
continúa la interiorista. El suelo de roble natural, tratado para resistir las pisadas sin perder ni color ni brillo, ayuda al confort. En cuanto a decoración, menos es más: pocos muebles, tonos neutros, materiales naturales y paredes y maderas blancas, “nunca nuclear, siempre blanco roto”.
El jardín es otra de las claves para disfrutar y también para dar luz a esta vivienda rejuvenecida. “El suelo del exterior era de barro rojizo, pero lo sustituimos por una piedra caliza campaspero blanca con algunos matices grises y acabado irregular (si se caen las hojas de los árboles, las disimula, es muy limpio) y da continui
dad a lo que tienes en el interior. Desde fuera ves toda la planta baja con una luz muy especial”. Tan especial como la planta superior, donde Ajanta ha diseñado un cabecero único, forrado con un papel pintado que imita la piel de potro y con un tablero de madera de roble. ¿Más sensaciones? El suelo de estera de algas, “muy agradable y sufrido, no deja marca si cae agua”, apuntilla Ajanta, que nos sopla que está inmersa en la reforma de la residencia vacacional de esta pareja. Es decir, por tercera vez, va a decorar su casa. Si algo funciona, ¿por qué cambiarlo?