El Mundo Madrid Int

EN BUSCA DE LAS ESTRELLAS DEL FUTURO

Estarán Biles, Djokovic o LeBron, pero el atletismo y la natación, los deportes olímpicos, necesitan nuevos nombres

- JAVIER SÁNCHEZ BARCELONA

¿Quién ganó los 100 metros lisos en los Juegos de Tokio? ¿Y los 100 metros estilo libre? Sólo lo recordarán los aficionado­s muy aficionado­s y quienes estén armados de una memoria excepciona­l. El resto, nada. De Marcell Jacobs y Caeleb Dressel pocos se acuerdan. Los deportes más importante­s de los Juegos Olímpicos, el atletismo y la natación, viven en una crisis de la que están intentando salir a base de sacudirse la tradición y modernizar­se, pero es complicado. Más allá de inventos –cambios de formatos o de distancias– viven en el vacío que dejaron Usain Bolt y Michael Phelps, los mejores de la historia. Por eso estos Juegos de París serán tan importante­s. Algo grande tiene que pasar,sí o sí.

Deben aparecer nuevos ídolos, nuevos polos de atracción para el público. De lo contrario, los años posteriore­s, hasta los Juegos de Los Ángeles 2028, se harán muy largos tanto en el tartán como en la piscina. Candidatos no sobran, aunque los hay, todos con algún pero.

En la pista está Noah Lyles que, en principio, lo tiene todo para brillar. Es estadounid­ense, tiene carisma y, sobre todo, es rápido: en el pasado Mundial ganó los 100 metros, los 200 y el relevo 4x100. ¿Qué problema tiene? Más allá de la sombra de Bolt, aún debe exhibirse en unos Juegos –en Tokio fracasó– y conectar con el público. A través del manga y los videojuego­s puede llegar a las nuevas generacion­es, pero su estilo fanfarrón, tan yankee, antes siquiera de alcanzar el éxito, le aleja de muchos aficionado­s. Hace unos meses realizó un tour por los late night de su país y se proclamó capaz de batir los récords de Bolt, pero eso no le sirvió para hacer un hueco en el star system. De hecho, él mismo se quejó de la atención que reciben los campeones de la NBA. Sólo una auténtica exhibición en París le convertirí­a en una estrella. Tiene, así, un problema.

Un problema diametralm­ente opuesto al que tiene el máximo referente en el agua. Si Lyles es demasiado charlatán, David Popovici es demasiado reservado. En el Mundial de 2022, a los 17 años, lo ganó todo y atrajo la atención del

mundo por varios motivos: un cuerpo hecho para la natación, más incluso que Phelps, una sonrisa inocente y muchos secretos. Criado en Bucarest, había rechazado múltiples ofertas para nadar en Estados Unidos y se mantenía fiel a su equipo de siempre. Además, apenas concedía entrevista­s. «No queremos que nadie sueñe por él», comentaba su entrenador, Adrian Radulescu, en conversaci­ón con EL MUNDO. El silencio entonces era parte de su encanto, pero se le ha girado en contra. En el último Mundial falló y ahora es una incógnita para París, más tras la irrupción del chino Pan Zhanle, que le arrebató el récord mundial de los 100 libre.

Como Lyles, además, Popovici necesita a triunfar en París contra una competenci­a mediática brutal. Como ocurre desde los Juegos de Barcelona 1992, los ídolos de deportes que no necesitan el olimpismo, como el fútbol, el baloncesto o el tenis, coparán la mayor parte de la atención, más con el cartel que se espera. Con la presencia de Kylian Mbappé aún en el aire, el USA Team ya ha anunciado un equipo exagerado con LeBron James como líder –Curry, Durant, Embiid, Tatum, Davis…– y Novak Djokovic ha fijado el oro en París como su principal objetivo del curso. En los tres deportes puede haber otros nombres atractivos –Wembanyama, Nadal, Alcaraz, incluso Messi– por lo que las disciplina­s puramente olímpicas deberán pelear mucho por hacerse un hueco. El único asegurado lo tiene Simone Biles. Después de lo ocurrido en los Juegos de Tokio, de su baja por salud mental en plena competició­n, la gimnasta estadounid­ense será nuevamente la estrella femenina más brillante, más después de su regreso. Pese a sus casi dos años de ausencia, en el último Mundial ganó su sexto oro y clavó un salto hasta ahora reservado para hombres, por lo que en París todo es posible. De retirarse, nada. La historia la espera. Aunque, para evitar lo ocurrido hace tres años, ella lleva meses quitándose presión. En sus últimas aparicione­s siempre asegura que su objetivo es clasificar­se y que incluso si no lo consigue estará feliz consigo misma. Demasiada humildad. Los Juegos la necesitan y ella necesita los Juegos.

En el resto de deportes se pueden nombrar centenares de grandes deportista­s –el judoka Teddy Riner, la arquera An San...–, pero es difícil que salten a las portadas. Sólo el atletismo y la natación pueden y deben marcharse de París con nuevas estrellas en su firmamento. Tiene que pasar.

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OLI SCARFF / AFP El rumano Popovici, en el Mundial de 2022.

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