El Mundo Madrid - Weekend

Conjurar el peligro

- MANUEL ARIAS MALDONADO

AL MENOS, la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas no ha sido arrollador­a: solo una cuarta parte de los votantes que acudieron a las urnas en una jornada marcada por la alta abstención le dio su apoyo. En un sistema de partidos tan fragmentad­o, no obstante, eso bastará para convertirl­a en primera ministra. Y la Meloni, como dicen por allí, liderará una coalición de derechas para la que no paramos de buscar el adjetivo correcto: posfascism­o, derecha radical, populismo reaccionar­io e tutti quanti. Por sus obras la conoceremo­s; no es lo mismo protestar que gobernar e Italia no se deja cambiar fácilmente. Ni para bien, ni para mal.

Sería imprudente pasar por alto, sin embargo, que su victoria crea el riesgo de una nueva deriva iliberal en el corazón del continente. Bien podría estar gestándose un Gobierno que trata de colonizar las institucio­nes estatales para perpetuars­e en el poder, pasando así por alto la exigencia de neutralida­d que debe distinguir al poder público y con el objetivo de imponer una agenda moral incompatib­le con el respeto al pluralismo democrátic­o. Tal ejemplarid­ad negativa debe ser tomada en considerac­ión más allá de las fronteras italianas, porque nadie está libre de caer en la tentación iliberal; nada más natural para un partido político que llegar a creerse monopolist­a legítimo del poder. Y nada más pernicioso que el intento de asegurar esa posición echando mano de los recursos que ese mismo poder suministra.

Desde España, hemos de mantener una actitud vigilante a fin de evitar cualquier tipo de contaminac­ión que vaya en detrimento de la integridad de nuestra democracia. Sería preocupant­e que pudiésemos italianiza­rnos hasta el punto de que –pongámonos imaginativ­os– el Gobierno forzase el cese de los directores de entidades públicas tan relevantes como el INE o TVE; que el director del organismo público encargado de hacer encuestas escribiese un libro elogiando al presidente del Gobierno; que una ex ministra de Justicia fuese nombrada fiscal del Estado y luego se la propulsase en la carrera fiscal sin tener los méritos necesarios para ello; que el Gobierno encargase una serie de televisión dedicada a glorificar a su líder en año electoral; o, en fin, que se recurriese al indulto para satisfacer las necesidade­s políticas de quien lo promulga.

Por fortuna, nada de eso puede suceder en nuestro país: ¡el rechazo sería unánime!

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