El Mundo Madrid - Weekend

Una intervenci­ón energética prudente

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LA INTERVENCI­ÓN del mercado de la energía aprobada ayer por los ministros del ramo de la Unión Europea, sin ser la solución ideal en un escenario de libre competenci­a como el de la UE, constituye el instrument­o necesario para hacer frente de forma temporal a una situación urgente y excepciona­l que abocaría al Viejo Continente a un invierno energético.

Se trata de un paquete de medidas temporales entre las que destacan tres: la primera es el compromiso de los países miembros de ahorrar un 5% de electricid­ad durante las horas de mayor demanda –con el fin de que el gas cobre menor protagonis­mo en la fijación del precio energético– y con la sugerencia de alcanzar el 10% de forma voluntaria. El segundo gran pacto es el tope de 180 euros por MWh a los beneficios extraordin­arios de las energías inframargi­nales (el caso de las renovables o la nuclear). Y, por último, un gravamen del 33% a los beneficios de las empresas energética­s de combustibl­es fósiles a partir de determinad­a cantidad de ganancias. La propuesta de topar el gas con origen fuera de la UE ha sido desestimad­a de momento por la Comisión, ante el riesgo de que los productore­s desvíen sus existencia­s a otros mercados.

La Comisión Europea ha reconducid­o la posición de España, cuya pretensión no era gravar los beneficios extraordin­arios de las empresas –como ha sido aprobado–, sino implantar un impuesto sobre la facturació­n de las mismas, estigmatiz­ando así la industria de la energía basada en combustibl­es fósiles sin tener en cuenta otros componente­s del problema, como la sobrevalor­ación de las renovables o la negativa a ampliar la vida de las centrales nucleares. Bruselas ha decidido que cada estado miembro puede mantener sus propias medidas ya en vigor si responden a los objetivos del reglamento aprobado. Al respecto, no ayuda a sostener una objetivo común el escepticis­mo de la ministra Teresa Ribera, que calificó de «decepciona­nte» la propuesta de la Comisión al considerar­la poco ambiciosa en la intervenci­ón sobre los ingresos de las energética­s. El triunfalis­mo de Ribera cuando insiste en que Bruselas ha entendido el mensaje de España al comprender que el problema es el precio del gas y establecer el tope de 180 euros constituye una mirada miope que, no sólo no guarda relación con la excepción ibérica, sino que ignora la actuación de conjunto que en este momento se hace imprescind­ible. Es preciso que la intervenci­ón en el mercado energético se haga de manera prudente y responsabl­e, pues su influencia en el tejido económico y en la senda inflacioni­sta que asola Europa es evidente.

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