Aragonès no cede al órdago de JxCat
El ‘president’ exige a sus socios que decidan «con celeridad» si quieren seguir formando parte del Gobierno catalán Los ‘posconvergentes’ reclaman a Esquerra la restitución de Jordi Puigneró como vicepresidente
Pere Aragonès mantiene el pulso a Junts per Catalunya. El presidente de la Generalitat exigió ayer a sus socios que decidan «con celeridad» si quieren seguir formando parte de la coalición con Esquerra que gobierna la Generalitat y les pidió que no trasladen al Ejecutivo sus luchas internas, entre el sector radical que lidera Carles Puigdemont y el más posibilista que se articula en torno a Jordi Turull.
«Necesitamos instituciones que estén al cien por cien al servicio de la ciudadanía. Y determinados debates no permiten que estemos centrados en los problemas del momento actual», respondió el presidente catalán al paréntesis abierto por los posconvergentes, que el jueves anunciaron una consulta entre la militancia, la próxima semana, sobre la continuidad del pacto de gobierno con «concreciones, plazos y garantías».
«Todavía estamos a tiempo de arreglarlo», proclamó ayer Batet frente a Aragonès. Pero no parece que las posturas vayan a acercarse en las próximas horas. Junts concede de plazo hasta este domingo al president para convenir en tres cuestiones que la formación liderada por Laura Borràs y Turull considera nucleares: unidad de acción en las Cortes Generales, constituir un órgano de dirección del procés junto a las entidades independentistas y reservar la mesa de diálogo con el Gobierno exclusivamente para negociar la autodeterminación de Cataluña y la amnistía.
Aragonès arguye que ya dio una contestación «clara» a sus socios sobre las tres peticiones formuladas. Si quieren unidad en Madrid, el republicano exige que también se materialice en la negociación bilateral con el Ejecutivo central, torpedeada por Junts desde hace un año. Organizar un nuevo estado mayor del procés parece descartado tras los choques entre la ANC y ERC, recrudecidos tras la última Diada. Y hacer que la mesa de diá
logo salte por los aires, justo después de haber llegado a un primer paquete de acuerdos el pasado mes de julio, se antoja poco creíble.
Creen ERC que plegarse a las exigencias de sus socios significaría perpetuar el papel contemporizador del partido durante el procés. Primero con Convergència y después con Junts. Y ahora, instalados en el despacho presidencial del Palau de la Generalitat, se sienten con más poder para despojarse de viejos complejos.
La destitución fulminante del vicepresidente Jordi Puigneró, el hombre fuerte de JxCat en el Govern, y cuya restitución forma parte de las exigencias remitidas a ERC, no ha sido el primer puñetazo en la mesa de Aragonès desde que accedió a la jefatura del Gabinete. Hace apenas un año, en vísperas de la segunda reunión de la mesa de diálogo con el Ejecutivo central, el republicano vetó los nombres propuestos por los posconvergentes al pretender incluir a miembros ajenos al Gobierno catalán: Turull, Jordi Sànchez y la diputada en el Congreso Míriam Nogueras. «No pienso permitir que se pierda esta oportunidad histórica», zanjó entonces.
Los episodios de tensión entre ambos partidos no son ninguna novedad, pero los tambores de ruptura de la coalición no han sonado nunca tan fuerte como en estos últimos tres días. El divorcio en el independentismo fue palmario durante la última Diada, en la que Esquerra dio la espalda a la tradicional manifestación de la ANC, y lo será aún más hoy durante la conmemoración del quinto aniversario del referéndum del 1-O. El Govern se ha visto obligado a cancelar el acto que preparaba en recuerdo de la efeméride y la agenda oficial se reduce a una declaración del president.
Esquerra ya trabaja en escenarios futuribles en previsión de que la próxima semana se consume el divorcio con sus socios. Con solo 33 escaños y con los 32 diputados de Junts haciendo oposición, el teórico flotador sería buscar alianzas parlamentarias con el PSC (33) y En Comú Podem (8). No obstante, la líder de los comunes, Jéssica Albiach, dio ayer por «congeladas» las negociaciones con el Ejecutivo para los presupuestos del 2023 porque «este Govern no existe».
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