El Mundo Madrid - Weekend

«El cáncer tenía que sufrirlo solo»

- FRANCISCO CABEZAS

El primer español en conquistar el legendario rally-raid, campeón tanto en motos como en coches, se recupera de un cáncer de vejiga. Fue intervenid­o hace tres meses para extraerla y construir una nueva con un trozo de intestino. «El único reproche que me hago es no haber dado importanci­a a la sangre que vi en la orina en el pasado Dakar»

«¿Qué es la felicidad? No es el dinero, tampoco ganar carreras. La felicidad es el tiempo». Se hace raro ver a Nani Roma (Folguerole­s, Barcelona, 1972) sin gorra ni casco, despojado de su mono, en realidad una coraza física y emocional que definió una vida de éxitos. Ningún español había ganado el Rally Dakar hasta que él lo logró en motos en 2004. Una década después retorció la hazaña conquistan­do la carrera en coches. Este año no participar­á por primera vez en 26 años. Nani, inquieto, pasea por los pasillos del Hospital Vall d’Hebron. Le cuesta separarse del equipo médico que le ha tratado un cáncer de vejiga detectado el pasado mes de marzo. «Esta gente hace milagros», repite. Tiene motivos. Después de pasar por sesiones de quimiotera­pia, a Nani le extirparon la vejiga y le hicieron una nueva con un trozo de intestino. Han pasado sólo tres meses.

P.– ¿Su concepción de la felicidad ha cambiado?

R.– Cuando alguien en bata blanca te dice que tienes un tumor... Te cambia la perspectiv­a de todo. La palabra cáncer es dura. Recuerdo aquel primer momento. Estaba con Rosa, mi mujer. Y cuando el médico me dijo que tenía cáncer... [Resopla]. Los segundos se hicieron muy largos. Lo hizo con claridad. Aquí van directos. Y después, lo que quise saber es si aquello me iba a matar.

P.– ¿Qué le contestaro­n?

R.– Que había solución porque tenemos la suerte de vivir en un país donde hay profesiona­les maravillos­os. Me advirtiero­n de que no sería fácil, pero que saldríamos de ésta.

P.– Los médicos fueron claros. ¿Usted también pudo serlo con su familia?

R.– Fue diferente, sobre todo con mis padres. Son mayores, tienen 93 y 83 años. Vienen de aquella generación en que cuando alguien tenía cáncer se iba. A mis tres hijos les conté la realidad, que tenía un tumor, pero también que había remedio. Y que pasaríamos unos meses duros. Pero nada más... No quise exagerar más de lo que debía.

P.– ¿Tuvo la sensación de que la gente a su alrededor iba a sufrir más que usted mismo?

P.– Siempre pasa. El sufrimient­o es diferente. Cuando tú tienes un hijo que le pasa algo, tú sufres sobre todo si no puedes hacer nada. Cuando tú puedes ayudar, es más fácil digerirlo. Y este cáncer era algo que tenía que sufrir yo solo. He intentado que mi familia hiciera la misma vida. Cuando estaba hecho mierda con las sesiones de quimio, cuando no podía siquiera moverme... Ellos no podían hacer nada. Y yo tampoco

quería a alguien allí que me fuera acariciand­o. Era un proceso que yo tenía que pasar. Intenté que mi familia hiciera su vida.

P.– ¿Lo consiguió?

R.– Creo que sí. A Rosa le vinieron más líos. Mis dos hijas mayores ya son autónomas, y mi hijo de 14 años también lo es bastante. Durante la quimio, cuando estaba cansado, dormía. Cuando podía, me movía. Dejé todo... [A Nani se le entrecorta la voz. Controla rápido las emociones. Con la mirada, invita al periodista a seguir preguntand­o].

P.– Hábleme de la soledad.

R.– Me ayudó mucho el hecho de haber corrido el Dakar. Sobre todo en moto, uno va muy solo. Aquellas experienci­as me sirvieron para pasar esto en soledad. Para comérmelo yo. Los demás no podían hacer nada. Cuando estás con la quimio, ahí tirado, mi familia tenía que seguir: ir al colegio, a la universida­d, Rosa a trabajar...

P.– ¿Qué papel juega el miedo? R.– Cuando tienes familia, el miedo es que a tus hijos les pase algo. Pero, por mí, no tengo miedo.

P.– Una pregunta que acostumbra a repetirse es: ¿Por qué a mí?

R.– Lo primero que hice fue eso, preguntarm­e por qué me había pasado a mí. El doctor me preguntó si yo fumaba. ¿Sabe qué le respondí? ‘Si en mis 50 años de vida he fumado un cigarrillo, ya es mucho’. El único reproche que me hago a mí mismo es no haber dado importanci­a a la sangre en la orina. En el pasado Dakar, un día que impacté muy fuerte y me dolían mucho los riñones, vi un poco de sangre al orinar. Pero es que en el Dakar de hace dos años, también. extirpació­n de la vejiga sea mínimament­e invasiva.

La incidencia del cáncer de vejiga en Europa es de 200.000 casos anuales (12.000 en España). Es el cuarto tumor con más incidencia entre los hombres (por detrás del de próstata, pulmón y colon) y el quinto en mujeres, después del de mama, pulmón, colon y útero. El diagnóstic­o en estado inicial permite una probabilid­ad de superviven­cia del 80%. Cae a la mitad en estadios más avanzados.

Pensé entonces que había sido por el golpe... Y en el daño que me había hecho en la espalda. Sólo podía relacionar la sangre con eso. Si lo hubiera pensado... Pero el pasado ya no lo puedo cambiar, por mucho que le dé vueltas. Ahora estoy curado. P.– ¿En qué sueña?

R.– A mis 50 años... Uf. Quiero volver a correr el Dakar. La competició­n es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pregúntele a cualquier deportista cuando lo deja. Esa adrenalina que sientes... Me emociona. Competir me da la vida.

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DAVID RAMÍREZ / ARABA PRESS
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DAVID RAMÍREZ / ARABA PRESS

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