Las flores y volúmenes de Loewe conquistan París
Pasarelas. Los límites de la silueta y el surrealismo se adueñan otra vez del discurso de Jonathan Anderson para la marca
LA ESCRITORA MONTSERRAT Iglesias dijo anoche que Javier Marías deseaba representarse a sí mismo como un personaje de ficción y que eso, en realidad, es lo que anhelan todos los escritores. Si es cierta la hipótesis, el homenaje que ayer recibió en el Círculo de Bellas Artes el escritor, fallecido hace tres semanas a los 70 años, fue perfecto. La despedida pública al autor de Todas las almas fue un collage de 30 testimonios, narrados desde la amistad más que desde el ensayo, que construyeron al personaje perfecto: uno y su contrario: un bromista y un intelectual, un adulto dado a los juegos de espadachines y un enemigo de la tontería sentimental, un maniático genial y un seductor de película antigua. Javier y el rey Xavier.
El método del homenaje fue sencillo. Primero, sonaron algunas líneas bien elegidas de Tu rostro mañana: «Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo». Después, el poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas hilvanó la intervención de los amigos de Marías que dispusieron de tres minutos para dar su pincelada.
Se podrían definir algunas categorías con las laudatios marianas que se leyeron anoche en el Círculo. Primero: los testimonios que descubrían la calidez secreta de una persona que se construyó un personaje irónico y retador. El editor Juan Díaz se refirió al lema del Reino de Redonda, «Ríe si sabes», y fue la invitación para referir el humor, puñetero pero dulce, en muchas de las intervenciones. Eduardo Mendoza se acordó de los regalos, las cartas y los faxes de Marías, amigo atentísimo y guasonamente madridista; Agustín DíazYanes lo retrató como un personaje casi de carnaval y el mismo Antonio Lucas dijo de Marías que era Lemmon y Matthau al mismo tiempo. Su asistente, Mercedes López Ballesteros, se acordó de sus riñas, que en realidad eran una invitación al juego y Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, recordó que el discurso de acceso de Marías a la RAE fue un monólogo hilarante.
Siguiente categoría: el esbozo intelectual del escritor. Otro colega del escritor en la Academia,
Pedro Álvarez de Miranda, recordó el trabajo en la comisión de lexicografía, en la que defendió palabras como chilena, piscinazo, digresivo, sieso, moñas, endiñar y patanesco, entre otras. El escritor José Carlos Llop, en el mismo hilo, habló de Marías como un personaje nabokoviano, de sensibilidad extraordinaria para detectar la belleza del lenguaje. Guillermo Altares esbozó una hipótesis sobre la fascinación de Marías por los fantasmas y Alexis Grohmann, hispanista en Edimburgo, hizo lo más parecido de la noche a una tesis y dijo que la obra de Marías estaba escrita «en europeo».
Hubo también piezas de desagravio: María Lynch desmintió la imagen del personaje anacrónico y misógino; Jorge Fernández Díaz se acordó de la amistad de Borges con el padre, Julián Marías, para confrontar al hijo, Javier, con el populismo y Jesús García Calero insistió en esa línea con una frase del escritor: «Nunca hemos sido pobres en enemigos».
Pero los collages, en el fondo, están hechos de anécdotas que terminan por cobrar sentidos. Elide Pittarello recordó que Marías hablaba un italiano más o menos inventado y encantador y Pérez-Reverte retrató al amigo perdido a través de sus mitomanías compartidas: John Ford y John Wayne, además de las pistolas. «Estoy orgulloso de haber jugado a ser niños con Javier». Después, habló Luis Antonio de Villena, amigo de Marías desde 1978, el año en el que murió su madre. Leyó un soneto al Javier «del amor fracasado».
LA CABEZA DE JONATHAN Anderson es un enigma que por muchas temporadas que pasen, no termina de resolverse. Pero eso es algo positivo: hoy en día, no hay muchos diseñadores que sean capaces de diseñar algo bonito y, al mismo tiempo, hacer reflexionar al público. Y vender, que esto es un negocio. Loewe lo consigue y, de paso, se convierte en la comidilla de la Semana de la Moda de París gracias a poner en primer plano las referencias surrealistas y el nombre de una flor que muchos aman pero que no todos saben pronunciar: anturio.
Si la temporada pasada fueron globos y coches, las figuras que ahora reinan en Loewe son las de estas flores que se han convertido en tops rígidos con los que las modelos desfilaron en La Garde Républicaine de París. Aparecieron con pantalones, pero también con faldas y vestidos lenceros a los que les faltaba tanto un tirante como parte de la tela: en su lugar, la flor. Un ejercicio de sensualidad cuanto menos curioso, teniendo en cuenta que se trata del prêt-à-porter y no de una colección de costura. Límites que se desdibujan.
Los que también lo hacen son los de la silueta femenina, ya que Anderson continúa experimentando con lo cómodo y lo incómodo (visualmente hablando) a través de aplicaciones y volúmenes que no siguen las líneas del cuerpo humano. El juego de si son modelos o esculturas caminando está ahí, y contrasta con vestidos tipo polo con faldas evasé muy cortas, que tienen escrito el sold out en todas sus costuras (si se adaptan los largos). Los zapatos, también, y, con permiso del anturio, no solo los de flores.
APARECIÓ EN MADRID ESTA semana tres décadas después de la publicación de El mundo de Sofía (Siruela), un libro pensado para adolescentes que se convirtió en un éxito mundial. España no fue menos. A la generación que hoy vive sus cuarenta y tantos, el ensayo que el escritor noruego Jostein Gaarder publicó en 1991 les trae bellísimos recuerdos y hasta restos de un aprendizaje filosófico que permite mantener ciertas conversaciones con criterio crítico. En 2022, en cambio, España, o su Gobierno, ha dispuesto que el pensamiento filosófico y sus grandes autores no se tengan en cuenta hasta el Bachillerato.
Gaarder se sorprende al escucharlo, alza las cejas mientras sopesa qué decir, al menos durante unos segundos. «En Noruega mantenemos la tradición medieval. Una vez los estudiantes terminan el instituto, con independencia de qué
Sofía.