El Mundo Madrid - Weekend

OCCIDENTE ANTE EL PRECIPICIO NUCLEAR

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HACE CASI 60 años que la crisis de los misiles en Cuba asomó al mundo al precipicio nuclear. Hoy la amenaza resucita desde otra esquina del planeta situada al este: Ucrania, donde Vladimir Putin libra una guerra suicida para vengar la «humillació­n» sufrida por la URSS al perder la Guerra Fría.

El presidente ruso ha advertido que no va de farol y está dispuesto a compensar la derrota militar en una fallida guerra relámpago contra Kiev apretando el botón rojo. Acorralado en el interior de Rusia, donde su liderazgo mesiánico está por primera vez en tela de juicio, Putin amaga con romper un tabú sellado con el fin del mundo bipolar que trajo el derrumbe del bloque soviético: el de las armas atómicas, última frontera de la disuasión por su masivo poder de destrucció­n. El autócrata ruso acaba de ponerlas de nuevo sobre la mesa mientras Occidente sopesa una respuesta muy compleja.

Las opciones frente a un ataque con armas nucleares tácticas –relativame­nte más pequeñas y que pueden ser lanzadas en aviones o misiles– son tres. Por un lado, una respuesta no militar en forma de asfixia económica total y aislamient­o mundial de Rusia, a la que esta vez sí podrían sumarse sus aliados, como India y China, ante la escala de la amenaza. Por otro, una represalia con armas convencion­ales. Y finalmente, un ojo por ojo atómico.

El problema de las dos primeras alternativ­as es que si no son lo suficiente­mente «contundent­es», palabra que utiliza hoy en nuestras páginas la embajadora alemana en España, lanzarían la señal a otras dictaduras (como Corea del Norte o, en un futuro, el Irán de los ayatolás) de que el uso de armas atómicas es aceptable para hacer valer sus intereses en el tablero geopolític­o. La tercera opción es aún más peligrosa, porque colocaría al mundo ante una Tercera Guerra Mundial. En este escenario apocalípti­co es vital el papel de Pekín, al que Occidente debe sumar en un frente internacio­nal que disuada a Putin de recurrir al arma nuclear ante la amenaza de convertirs­e en un paria o incluso el temor de ser desplazado del poder con una maniobra impulsada desde el exterior.

Una respuesta occidental débil lanzaría a otras dictaduras la señal de que el arma atómica es aceptable para hacer valer sus intereses geopolític­os

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