IGLESIAS EL ILIBERAL
EN UNA intervención en radio merecedora de incluirse como estudio de caso en los libros sobre la destrucción de las democracias, Pablo Iglesias ha mostrado su irritación por el hecho de que RTVE no solo no estuviera al servicio de la coalición de gobierno, sino «superpoblada de columnistas de derechas, e incluso de extrema derecha». Al parecer, la idea de que la televisión de todos tiene que ser un servicio público al servicio de todos (o por lo menos intentarlo y ser juzgada contra ese criterio, no por su capacidad de servir a la mayoría gubernamental), no tiene cabida en el pensamiento de Iglesias.
Una vez más, Iglesias nos exhibe sin pudor la pulsión iliberal que recorre su pensamiento, que es lo que une hoy a los extremismos, de izquierda y derecha. Porque si hay algo que Orban e Iglesias tienen en común es no poder soportar la idea de que, en una democracia, ganar las elecciones no significa acumular todo el poder. En reiteradas ocasiones, Iglesias ha mostrado que considera una grave anomalía democrática la existencia de actores económicos o mediáticos no sometidos al poder político, cuando toda la teoría democrática postula lo contrario. Lo mismo sostiene en relación con la separación de poderes y la existencia de pesos y contrapesos al Ejecutivo: especialmente en el Parlamento y los tribunales, que son otro elemento central de la democracia.
Todo eso que los politólogos denominan «instituciones contramayoritarias» o «poderes moderadores» son rechazados por Iglesias como antidemocráticos. Es obvio que Iglesias no cree en el modelo democrático vigente, que es liberal, sino en uno iliberal, en su caso de «democracia popular». Que ese modelo, como sabemos, lleve a la dictadura, orbanita, putiniana o bolivariana, le resulta indiferente.
Todo lo anterior no es una disquisición teórica entre politólogos sino, en el caso de Iglesias, Monedero, Echenique, la explicación de sus tácticas de señalamiento, intimidación y matonismo de periodistas en las redes sociales, como tuve la oportunidad de experimentar recientemente por osar cuestionar en TVE la afirmación sin pruebas de Echenique de que el atentado contra Cristina Kirchner era un magnicidio orquestado por la oposición. El chequista Iglesias ha iniciado la limpia de RTVE con juicios sumarísimos y ejecuciones en redes sociales. Pérez Tornero, ¡Dios!, Pérez Tornero, ha sido acusado de «facha», una categoría para Iglesias equivalente a la de enemigo del pueblo, antesala del ostracismo social. En el gulag mediático de Iglesias no cabe el pensamiento independiente ni crítico.