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SUSPENSO EN EDUCACIÓN FINANCIERA

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el metálico, lo que supuso un problema para personas como Fidel Hernández, que a sus 23 años no tenía, ni tiene, tarjeta de débito: «Muchos sitios sólo aceptaban tarjeta y me afectó. Parecía que no existía el efectivo», recuerda de aquellos meses este joven. Mientras tanto, Bizum, el sistema de envío de dinero a particular­es a través del número de teléfono, duplicaba su número de clientes en tan sólo un año, consiguien­do 13,6 millones de usuarios en la pandemia. «Antes no tenía y hacía transferen­cias que tardaban como dos días en llegar», cuenta Sara. «Con Bizum es muchísimo más fácil porque te llega al instante». Sin embargo, su abuela Araceli tiene dudas sobre lo que es. «Me sonaba la palabra, pero no lo uso y no lo quiero usar, al menos por ahora», asegura.

Los parques de cajeros automático­s en España caen con cuentagota­s. Si bien desde 2010 el descenso ha sido irregular, con la pandemia se han perdido más de cuatro mil cajeros, una media de 1.300 anuales desde 2020.

Esto es algo que, a Sara, a la hora de pagar en efectivo, le ha afectado. Su banco,

ING, tiene, sólo en Madrid, cuatro oficinas y 19 cajeros automático­s. Un 63% de ellos se encuentra dentro de centros comerciale­s repartidos a lo largo de la capital y no siempre es fácil el acceso. «Al no tener muchos cajeros a mano lo dejo pasar y no saco nunca», explica. Su abuela, al ser de CaixaBank lo tiene más fácil. Tras su fusión con Bankia en noviembre de 2021 se ha convertido en la primera entidad por activos en España y dispone de la red de cajeros automático­s más amplia, con más de 12.700 terminales, según figura en su página web.

La cifra a segundo trimestre de 2022 se sitúa en 46.530 frente a los 50.501 del 2019. Es el dato más bajo en más de dos décadas. El anterior récord fue en el 2000, año en el que se instauró el euro. El pico máximo se alcanzó al comienzo de la crisis económica en 2008, cuando había 61.714 dispensado­res de efectivo. Desde entonces han desapareci­do 15.184. En total, entre enero y junio se realizaron 323.723 operacione­s, una cifra que, pese a la reciente mejora, queda lejos de las 908.590 previas a la pandemia.

Esto se refleja también en los importes. Aun arrastrand­o las consecuenc­ias de la pandemia, la cifra subió de los 102.197 millones en 2020 a los 111.131 millones en 2021. En los primeros seis meses de este año hay un ligero repunte con 56.470 millones de euros. La Asociación Española de la Banca (AEB) es consciente de que los cajeros «quedan cada vez más lejos».

Según la encuesta online de ODF-Funcas, el 36% de los usuarios accede a la banca online. Antes de la pandemia sólo lo hacía el 17%. La digitaliza­ción financiera es una realidad. Pero, ¿puede ésta terminar con el dinero tal y como lo conocemos?

Países del norte de Europa como Dinamarca tienen normas restrictiv­as sobre el uso del efectivo. El 1 de enero de 2016 este país comenzó a favorecer el pago con tarjetas o a través del móvil con el objetivo de «erradicar el dinero en efectivo» para 2030. «Cuanto más metálico, más se favorece la economía sumergida, pero si se realizan los pagos a través de la tarjeta hay un mayor control a efectos tributario­s y económicos», explican desde la consultora Wizdolphin.

Otros países de la zona euro tampoco se quedan atrás. Según el Estudio sobre el pago y actitudes de los consumidor­es en la Zona Euro lanzado por el Banco Central Europeo (BCE) en diciembre del año 2020, la proporción de dinero en efectivo en relación al total del dinero en Países Bajos solamente llegaba al 22%, mientras que España alcanzaba el 66%.

Por ello, Begoña Casas Sierra en la actualidad ve complicado que el dinero en efectivo desaparezc­a, aunque no niega que en

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