El Mundo Madrid - Weekend

JORGE GARBAJOSA

-

mayores en las fiestas de los pueblos: viendo cómo se divierten los jóvenes.

P.– Deseando pillar cama. R.– Ya te digo… Objetivo cumplido, a ver si ahora puedo dormir un poco y estar más tiempo con mi hija, que no la he visto en todo el verano y ya es una una mujercita. Porque todos los niños crecen rápido, pero la mía crece más [risas].

Es lo que tiene que tu padre mida 2,07, una altura que definió una vida más que cualquier vocación. “Fui un niño alto que quería con toda su alma jugar al fútbol, pero no tenía ni el talento ni botas de su talla y decidió probar con algo que está hecho, supuestame­nte, para gente grande”, recuerda Jorge. Lo decidió muy tarde: no tocó un balón de baloncesto hasta los 14 años, un adulto a efectos formativos. Dio igual, junto a la altura había talento y con 16 estaba jugando en la ACB.

P.– Le hace debutar Manel Comas en el Baskonia. Eso es una mili exprés.

R.– Uno de los primeros días de pretempora­da, Manel no paraba de gritarme que defendiera por delante a Ramón Rivas. A la tercera que me puse delante, me reventó la nariz. También recuerdo lo que me dijo tras debutar: “Ahora te van a entrevista­r y puede que hasta alguna chica te pida un autógrafo, pero no olvides que tú no eres arquitecto, tú, argamasa, para ser arquitecto tienes que comer mucho chopped”. Esas frases te revientan cuando eres joven, porque te sientes el rey del mambo, pero fue un aprendizaj­e clave.

P.– En Vitoria coincide por primera vez con Scariolo.

R.– El primer año tuvimos una relación de amor-odio, con nuestras broncas, pero a final de temporada tuvimos un crush y la segunda ya fue muy buena para mí. Después él se fue al Real Madrid y ahí tuvimos otra movidilla, pero nos seguimos encontrand­o: Málaga, Khimki, la selección… Hemos ido salpicando la carrera del otro de manera intermiten­te, pero constante. Y ahí seguimos.

P.– ¿Qué movidilla fue esa del Madrid en el 2000?

R.– Que estuve a punto de ir, pero al final no fui. Sergio era también su director general y hablé con él justo antes de irme de vacaciones a República Dominicana. Me subí al avión convencido de que era nuevo jugador del Real Madrid. Una vez allí, me llamó mi agente al hotel y me dijo que se había caído todo. Me arruinó las vacaciones.

P.– ¿Por qué se echó atrás? R.– Nunca lo supe. Luego ficharon a Jiri Zidek, supongo que les gustaría más que yo. Pero cuando me dan un revés de estos siempre acaba siendo para bien. Trabajo mucho y todo

eso, pero tengo suerte. La Benetton me hizo una oferta y no pregunté ni cuánto cobraba, porque había sufrido tal decepción que sólo quería pasar página. Fue la mejor decisión de mi carrera. Me fui a Treviso siendo un pívot rocoso y me convertí en otra cosa.

P.– En una estrella.

R.– Bueno, en un jugador mejor. Lo que tengo claro es que si hubiera seguido siendo el tipo de jugador que era, no hubiera conseguido todos los éxitos que luego conseguí. Fue un año de curro, pero perdí 10 kilos, me volví mucho más rápido, mejoré el bote y el tiro...

P.– Ese mismo verano llega a la selección y va a Sidney. A Lolo Sainz siempre le echan en cara que no convocó a Pau Gasol por llevar a Johnny Rogers, pero en realidad fue por usted.

R.– Es verdad. Jamás me permitiría compararme con Pau, no soy tan egocéntric­o ni tan lunático, pero soy dos años y medio mayor y esa temporada yo había jugado más. La siguiente él arrasa ya Europa entera, aunque en Euroliga les eliminamos nosotros. Pau no pudo jugar por apendiciti­s, pero eso es un detalle menor [risas].

P.– Esos Juegos fueron el prólogo de la irrupción de los Juniors de Oro.

R.– Lolo llevó a Raül López y Juan Carlos Navarro. Me impresiona­ron. Llegaban a las 12 de la noche a decirme que nos íbamos a comer unas hamburgues­as o nos quedábamos viendo pelis hasta las tantas. Ya había en ellos una irreverenc­ia que me ayudó mucho a quitarme complejos. A mí y, luego, a todo el baloncesto español. Esa mentalidad, unida a su talento, lo cambió todo.

P.– En Treviso gana dos ligas y entra en el quinteto ideal de la Euroliga, pero decide fichar por un Unicaja que, en principio, parecía un paso atrás. ¿Por qué?

R.– Mis amigos, Felipe, Raül y estos, se estaban convirtién­do en estrellas en España y quería ver si yo también era capaz. Quería ser profeta en mi tierra.

P.– Lo fue: la primera temporada en Málaga, campeón de Copa con MVP. La segunda, ganan la Liga con otro MVP.

R.– Había ido creciendo en los márgenes y tenía ganas de romperlos. Tuve la opción de elegir Madrid o Barça, pero sabía que allí iba a ser uno más. Importante, pero uno más. Unicaja me entregaba las llaves y tenía ganas de cargarme con toda esa presión que luego me costó algún disgusto.

P.– ¿Cuál?

R.– No empecé bien, hubo un problema de salud en mi familia y estuve a punto de dejar el baloncesto. La pretempora­da con Sergio [Scariolo] fue durísima, empezamos fatal la Liga y me superó. Iba a entrenar llorando, pensaba que había cargado con más de lo que podía soportar. Eso me hacía no poder comer, no poder dormir, llegar tarde...

P.– ¿Cómo salió del hoyo? R.– Hubo una persona fundamenta­l en mi vida, Toa Paterna, psicólogo y entrenador. Me llevaba a pasear por la playa y no me decía nada, me dejaba hablar y yo rompía a sudar y temblar. Soltaba toda esa presión que no compartía con nadie. Esos paseos me dieron el equilibrio que había perdido. Y el segundo año fue todo rodado.

P.– Ese Garbajosa de 2006, ¿es el mejor de siempre?

R.– Es que ese año toqué el cielo. Ganar una Liga en el Madrid o el Barça ya es la hostia, pero en Unicaja, con cómo se vivió en la ciudad, es otro nivel. Acaba aquello, me voy al Mundial y lo ganamos. Y de allí, a Toronto, a la NBA. Todo en cuatro meses. Estaba completame­nte descolocad­o. De golpe, eres famoso. Como decía Alberto Herreros, pasamos de ser la Orquesta Dominó a ser los Rolling Stones. La gente te paraba por la calle, llamabas al restaurant­e de moda y siempre tenías mesa…

P.– Con lo que le gustaba tomar unas cervezas en Malasaña, eso se acabó.

R.– No, no. Esto me lo explicó Juan Espil [compañero de Jorge en Baskonia]: “¿Te crees muy importante por haber ganado el Mundial? ¿Cuándo ganaste tu primer título?”. “Pues en el 96 o en el 97”, le respondí. “Si tú no te acuerdas, ¿cómo pretendes que se acuerde nadie? Jorge, simplement­e metemos la pelota en un canasto”. Y es verdad. Así que si quería ir a tomar una cerveza a Malasaña, iba. El truco era no cambiarse de bar.

Todo explotó en Saitama, claro. España ya había logrado el bronce y la plata en los Europeos de 2001 y 2003, pero un oro mundial no estaba en los planes.

“Nosotros mismos no sabíamos lo buenos que éramos”, reconoce Jorge. Pero lo iban a descubrir en un campeonato que es leyenda y leyendas: la pocha, la familia, la lesión de Pau, el triple de Nocioni, la locura nacional… Ba-lon-ces-to, que diría Pepu. Garbajosa aún sumaría una plata olímpica y un oro y una plata continenta­les, pero como Japón no hubo nada: “Si escribes un guión de cine desde el día que nos juntamos hasta la final, no sale tan redondo”.

P.– El desenlace lo debió escribir usted: sin Gasol, mete 20 puntos en la final.

R.– Nada define la irreverenc­ia de aquel equipo como lo que pasó con la lesión de Pau en semifinale­s. Los demás nos fuimos al hotel para esperar juntos los resultados de las pruebas médicas. Nos dicen que se ha roto el pie, hay un minuto de silencio y, de inmediato, empezamos a planear las bromas que le íbamos a hacer cuando llegase, descojonad­os de la risa.

P.– Ah, que encima le vacilaron.

R.– Lo típico: subir en el ascensor, pulsar el piso que no era, empujarle en la silla de ruedas fuera y dejarlo allí

“LA IRREVERENC­IA DE LOS JUNIORS DE ORO NOS QUITÓ LOS

tirado [risas]. Dirás: “Vaya niñatos”. Y es verdad, lo éramos y probableme­nte lo sigamos siendo, pero serlo fue fundamenta­l para que ganásemos tanto. Íbamos a la batalla final sin nuestro héroe e íbamos riéndonos. No teníamos miedo a nada.

P.– Su primer año en la NBA es buenísimo, pero en marzo se destroza el tobillo, fuerza para ir al Eurobasket de España y a Toronto no le hace ninguna gracia.

R.– No fue forzar. Me dijeron que tenía para 12 meses de rehabilita­ción y yo conozco mi cuerpo y sabía que no era así. Hice una ruta por médicos de EEUU hasta que encontré al que me dijo que me iba a recuperar en cuatro meses y medio. “Este es el que sabe”, pensé [risas]. Y no se equivocaba. Me recuperé del tobillo en ese plazo, pero el peroné estaba tocado, no lo vieron y jugué el Eurobasket con el hueso roto. Eso provocó una necrosis y otra operación.

P.– La temporada siguiente juega mucho menos. ¿Fue un castigo de los Raptors?

R.– Fue un poco de todo. Ya no era el mismo jugador, no nos engañemos. Perdí velocidad, el primer paso... Aparte, todo lo que había pasado influía, claro. Para desafiar a una franquicia NBA como hice yo hay que estar como una cabra.

P.– ¿No se arrepiente? Perdió mucho dinero al no priorizar la NBA.

R.– Sí, seguro, pero uno hace lo que tiene que hacer. Tomé las decisiones que consideré adecuadas y estoy muy satisfecho, porque hoy soy un tipo absolutame­nte feliz. Y todas aquellas decisiones me han traído hasta aquí, así que mejor no tocar nada.

P.– En 2008, vuelve a Europa y, tras un año en el Khimki, al fin llega al Madrid, pero lo hace en muy mal momento. Eso es el karma de atlético tránsfuga.

R.– [Risas] Soy del Atlético a muerte, pero haber jugado en el Real Madrid es un orgullo sincero. Como profesiona­l, es un titulito poder llegar a un club de ese calibre. Además, me hacía una ilusión especial jugar en casa por primera vez en mi carrera. Me fui con 15 años, se acababa mi carrera y quería darme ese gusto.

P.– En realidad, el equipo de su vida ha sido la selección española.

R.– Sí, aunque a algún club no le haya gustado. He jugado, bien, mal y regular, me han renovado y me han echado, pero siempre he sido muy honesto: mi equipo es la selección. Desde el día que sonó el himno en mi debut, en Granada contra Lituania, me sentí en casa. No hablo de patriotism­o, sino de pertenenci­a, y eso nunca lo he sentido en otro sitio.

COMPLEJOS A TODOS”. “HAY QUE ESTAR COMO UNA CABRA

PARA DESAFIAR A UNA FRANQUICIA NBA COMO HICE YO”

“EN MÁLAGA ESTUVE A PUNTO DE DEJAR EL BASKET, IBA A

ENTRENAR LLORANDO”. “SOY DEL ATLETI A MUERTE, PERO

HABER JUGADO EN EL MADRID ES UN ORGULLO SINCERO”

 ?? GETTY ?? Garbajosa tapona a Papaloukas en la final del Mundial 2006 entre España y Grecia, en Saitama.
GETTY Garbajosa tapona a Papaloukas en la final del Mundial 2006 entre España y Grecia, en Saitama.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain