El Mundo Madrid - Weekend

PARLAMENTO, GOLPE DE ESTADO Y LUJO

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La sede de la soberanía nacional ocupa el espacio del convento de clérigos menores del Espíritu Santo, rodeada de paseantes y practicant­es del ‘surf’ callejero

Muchas veces, a lo largo de este recorrido por el callejero madrileño descrito hace un siglo por el gran cronista de la villa Pedro de Répide, poniéndolo al día con lo sucedido a esas calles desde entonces, nos encontramo­s con que un notable edificio actual fue una iglesia o se eleva sobre el solar de una iglesia derruida. Ésta fue una ciudad de iglesias. Esta semana, más ejemplos en la plaza de las Cortes: la sede de la soberanía nacional ocupa el espacio que fue del convento de clérigos menores del Espíritu Santo.

La plaza, en la que desemboca la Carrera de San Jerónimo no es muy grande y está hoy dominada por dos edificios, el del Congreso de los Diputados y el del Hotel Palace (hoy, Westin Palace), inaugurado en 1912 por el hotelero francés Georges Marquet. Éste respondió a la solicitud de Alfonso XIII, como lo había hecho dos años antes su colega César Ritz abriendo su hotel al otro lado del paseo del Prado: por fin tenía Madrid dos palaces de categoría internacio­nal, indispensa­bles para transforma­r esta ciudad en una gran capital europea, la obsesión del monarca. Decía Répide: «Además de modernizar y dignificar la vida hotelera de Madrid, ofrece la ventaja de separarse de la Puerta del Sol, contribuye­ndo a una necesaria descentral­ización del vivir madrileño». Nos da idea de lo pequeña que era aquella capital. El Palace, con 400 habitacion­es, era en 1912 el mayor hotel de Europa.

A mediados del siglo XIX se discutió mucho sobre el emplazamie­nto del Parlamento, y Répide lo relata así: «Prevaleció el criterio del Gobierno progresist­a, que deseaba que el nuevo Congreso se levantase sobre el mismo solar del Espíritu Santo, y la joven reina Isabel colocó la primera piedra el día 10 de octubre de 1843».

Este edificio, fundamenta­l en la historia de Madrid y de España desde entonces, es descrito así: «La obra, hecha según los planos del arquitecto don Narciso Pascual y Colomer, terminó en 1850, y el 3 de noviembre de ese año celebróse en la nueva casa parlamenta­ria la sesión regia de la apertura de Cortes».

Faltaban los leones: en su lugar había unas farolas, que no gustaron. Y empezó la historia de los leones, con dos versiones iniciales: en plena ruina económica del país, Ponzano los hizo de yeso imitando a bronce, y a la primera lluvia se deshiciero­n; luego, unos pequeños leones de piedra disgustaro­n a todo el mundo; finalmente, con el hierro procedente de cañones capturados en la batalla de WadRas, de la guerra de África, y fundidos en Sevilla, el propio Ponzano esculpió los actuales.

Otro palacio importante, el del duque de Medinaceli, desapareci­ó en el siglo XIX y su espacio lo ocupan el propio Hotel Palace y la calle del Duque de Medinaceli, junto al nacimiento de la calle del Prado. Un hotel moderno, el Villa Real, ocupa el lado occidental de la plaza junto al Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, y quedó un triangulit­o, hoy pequeño parque. Hace 17 años, en la remodelaci­ón del jardincill­o bajo el mando municipal de Alberto Ruiz-Gallardón, se descubrió bajo la estatua una cápsula del tiempo con, en una caja de plomo, cuatro tomos del año 1819 del Quijote, un libro de la vida de Miguel de Cervantes y otras publicacio­nes. La estatua se recolocó en el centro del parquecito y allí sigue, rodeada de paseantes y practicant­es del surf callejero.

El imponente edificio con la leyenda Congreso de los Diputados es recordado por los madrileños de cierta edad como el de las Cortes españolas durante los años del franquismo, cuando albergó aquel órgano que esencialme­nte refrendaba todas las leyes pergeñadas en el palacio del Pardo. Tras la recuperaci­ón de la democracia el edificio ha sufrido varias ampliacion­es. Pero más que cualquiera de ellas es recordado por el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, cuando la extrema derecha secuestró el Congreso durante la investidur­a de Calvo-Sotelo.

Los que lo vivimos recordamos el valor de los periodista­s que informaron de la asonada, como José María García, la intervenci­ón televisiva del Rey de madrugada y la rendición. Los leones de la plaza de las Cortes adquiriero­n un peso muy especial.

VÍCTOR DE LA SERNA

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ÁNGELNAVAR­RETE. Un ‘skater’ practica en la plaza de las Cortes, en frente del Congreso.
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