El caso de Pablo
Przemysl (Polonia), madrugada del 28 de febrero. Un comando con armas de asalto irrumpe en la habitación del periodista Pablo González. Desde entonces no ha vuelto a pisar la calle. «Oihana, estoy detenido. Avisa a mi madre y al abogado. Estoy bien. Me han dado café», serían las últimas palabras que su esposa escucharía de sus labios. No se trataba, sin embargo, de un episodio aislado.
Es 5 de febrero en Kiev y el mercurio acaricia los cero grados. Faltan 21 días para que Rusia invada Ucrania y los nervios del granero de Europa se encuentran a flor de piel cuando Pablo González atraviesa, solo y por su propio pie, las puertas del número 33 de la calle Volodymyrska, un imponente edificio neoclásico que alberga la sede de los servicios de inteligencia ucranianos (SBU). «Si no he salido en un par de horas, avisad a la embajada española», instruyó a sus compañeros.
Entre ambas escenas, Europa y la vida del plumilla dieron un giro de 180 grados: Putin invadió Ucrania, el continente se inundó de refugiados y González pasó de ser un prolífico freelance (Público, Gara, LaSexta)a un «preso peligroso» con expediente número 1001106.Ds 5.2022 que pasa 23 horas al día en su celda del módulo de aislamiento de la cárcel de Rzeszow.
«Agente del GRU [la inteligencia militar rusa] detenido». Este fue el titular del comunicado con el que Polonia dio a conocer su arresto. Una acusación de espionaje que no resultaba inédita para el periodista y su entorno.
«En las cuatro horas que pasó arrestado en Kiev, le esposaron y le quitaron su teléfono móvil para hacer un duplicado», recuerda su compañero Juan Teixeira, que aguardaba la liberación de Pablo en la calle. «Al salir, nos contó que le habían acusado de ser un espía ruso y que los argumentos que usaron era que tenía una tarjeta de Caja Laboral Kutxa y que escribía para Gara, ambos, según los ucranianos, financiados por Rusia. También le advirtieron que le estaban haciendo un seguimiento desde hace un año».
Filólogo eslavo, máster de periodismo y en estudios estratégicos, Pablo es especialista en el bloque soviético y corresponsal de guerra. Había relatado la revolución del Maidán, informado desde ambos lados de las trincheras del Donbás en Ucrania y fue uno de los pocos occidentales en el frente de Nagorno Karabaj.
¿Por qué entró a la sede del servicio secreto de Zelensky? Para resolver la incógnita es necesario retroceder unas horas y viajar hasta Avdiivka, la última localidad bajo control de Ucrania en el Donbass.
«Estábamos en la plaza y teníamos permiso para grabar pero llevábamos una hora esperando a que Pablo entrase en un directo para La Sexta. Los militares se pusieron nerviosos, le hicieron una foto a su pasaporte español, borraron el material de las cámaras y nos dijeron que nos fuéramos. Horas después, le llamó el SBU ordenándole presentarse de inmediato en sus oficinas de Kiev», recuerda Teixeira.
Tras las cuatro horas de cautiverio, González se puso en contacto con la delegación diplomática española. «Los ucranianos le invitaron de palabra a irse del país pero no había ninguna orden por escrito», recuerda Teixeira. Pablo también contacta
Daniel J. Ollero
en ese momento con Gonzalo Boye —el polémico abogado de Carles Puigdemont y Josu Ternera— y, en principio, decide quedarse.
«Tocaron la puerta del caserío en el que vivo con Pablo y nuestros tres hijos y escuché, ‘Ohiana, ¿puedes salir? Somos el CNI y la Policía Nacional. Queremos hablar contigo», recuerda su mujer. «Querían demostrar que sabían cosas de nosotros, como que nuestra casa está a nombre de mi padre. Me hablaron de la trayectoria profesional de Pablo, dijeron que había nacido en Moscú, que sabían que su padre es ruso… No fue un interrogatorio, pero recuerdo que me preguntaron ‘¿Va a venir aquí o va a ir a Polonia?’».
Cuando el periodista descubrió la visita de los cecilios volvió a España. Aquí permaneció durante dos semanas sin saber nada más del tema. Por eso, cuentan fuentes de su entorno, cuando estalló la guerra, viajó a Polonia para cubrir la crisis de refugiados, donde a los cuatro días fue detenido.
«Durante su estancia en Polonia [Pablo] obtuvo información que, utilizada por los servicios secretos
Hijo de una ‘niña de la guerra’ y de un moscovita, tiene dos pasaportes y nombres por ello. Lleva 217 días incomunicado y preso en Polonia acusado de espiar para los rusos. Le defiende el abogado de Puigdemont y ‘Ternera’. En la semana en que toda la prensa vasca unida pide un juicio justo y saber los cargos contra él, reconstruimos su trayectoria, sus viajes a los territorios ucranianos que Rusia se está anexionando y escuchamos la defensa de su mujer: ¿Es un espía? “Rotundamente, no”