El primer laboratorio de cocaína a cielo abierto de España... y 20 ‘geos’
Un potentado madrileño de Porsche de 100.000 euros y pistola, ‘cocineros’ traídos de Colombia, cocaína en sacos de cemento, drones para vigilar la finca, cerca de El Escorial, y capacidad para ‘extraer’ 30 kilos de coca cada día... Hasta que llegaron 20 ‘geos’ y acabaron con tanto cuento ‘narco’
Dos hombres custodian cada palmo del perímetro de una finca perdida e inmensa en la zona noroeste de Madrid, entre San Lorenzo del Escorial y Brunete. Llevan emisoras de radio para comunicarse y no pierden de vista ni uno solo de los coches que circulan por los carriles de tierra cercanos que conducen a otras propiedades. Mientras tanto un compinche de ambos sobrevuela con un dron esa enorme extensión de tierras, donde pastan vacas y revolotean gallinas. Las medidas de seguridad aquí son extremas. De vez en cuando un cuarto individuo camina por esos terrenos con un bastón en la mano como si estuviera pastoreando. Pero todo es una pose en él. Sólo vigila. Como el resto. Teme que las fuerzas policiales descubran su negocio secreto.
En mitad de la finca, cerca de una pequeña vivienda y ajenos a las labores de vigilancia de sus compañeros, tres colombianos y dos dominicanos mezclan gasolina, agua y acetona con sacos de cemento. Se ocultan bajo dos carpas de tela verde y unas telas. A su alrededor hay cubos y balanzas de peso. Trabajan a destajo, casi de día y de noche. Cuando se va la luz se ponen focos de minería en la frente.
Los tres colombianos son cocineros llegados a principios de verano a España como turistas. Alguno incluso se trajo a la familia con él para disimular a su llegada al aeropuerto de Barajas. Se encargan de extraer mediante reacciones químicas la cocaína que viene incrustada en el cemento. El jefe, al que los policías conocen como el licenciado por sus conocimientos de Química, cobra 900 euros por kilo extraído. Al día sacan entre 20 y 30. Han levantado el primer laboratorio a cielo abierto en España, idéntico a aquellos que los cárteles de la droga tienen en mitad de la selva de Perú, Bolivia o Colombia para procesar la pasta base de cocaína y convertirla en polvo blanco.
A 600 kilómetros de allí, en Marbella (Málaga), un rico madrileño conduce un Porsche Cayene negro de 100.000 euros. Va empistolado, como casi siempre, camino de una cena con unos amigos en un restaurante de postín. Lleva el arma cargada por si las moscas. Tiene demasiados rivales que le buscan las cosquillas.
Hoy está contento. Hace unos minutos alguien le ha dicho que su negocio en aquella finca a las afueras de Madrid va viento en popa. Los colombianos no paran de cocinar su cocaína y nadie está husmeando en su narcolaboratorio. Hasta que todo se le tuerce días más tarde...
LA PRIMERA VEZ QUE VIENE INCRUSTADA EN CEMENTO
Son las seis de la mañana del 6 de septiembre de 2022. 20 agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional, acompañados por varios perros, se despliegan como un pequeño ejército por los alrededores de aquella finca madrileña. Nadie del personal de vigilancia de la propiedad se percata de su llegada. Los geos se aproximan con sigilo cuando comienza a abrir el día . Quieren cazar a los colombianos trabajando, con las manos en esa masa viscosa y amarronada que, poco a poco, va tomando un color blanco y que ha de ser filtrada para limpiarla de impurezas. «¡Alto, policía, alto!», les gritan.
La operación, liderada por el Grupo III de la Brigada Central de Estupefacientes, ha sido un éxito. Sirve para desmontar el primer laboratorio de cocaína en España al aire libre. El narcotraficante madrileño había elegido aquel lugar para ubicarlo porque estaba lejos de otras viviendas y para que el fuerte olor a gasolina durante los trabajos de extracción de la cocaína se diluyera en el monte.
«Pensamos que metían la droga por el puerto de Algeciras a través de contenedores. Es la primera vez que usan cemento contaminado para ocultarla, que yo recuerde», explica el policía que ha estado al frente de la investigación. «Al escasear en España y ser relativamente barato mandar un contenedor de cemento desde Suramérica, esta gente vio la oportunidad por ahí. Una vez llegada la mercancía a la península la movían
en la misma operación. Esa noche presentó su dimisión entre la aclamación de 200 vecinos que acudieron a respaldarle. En su último discurso, quiso defender su honor: «He sido honrado y honesto en mi vida pública, mi error es privado».
Han tenido que pasar más de 21 años para que esta semana, por fin, se sentase en el banquillo de la Audiencia Provincial de Pontevedra por esta causa, la más antigua sin juzgar que quedaba en los juzgados españoles. Ya es octogenario. En medio ha vivido toda una odisea personal en la que intentó regresar a la política fundando su propio partido, Independientes por Ribadumia —perdió la alcaldía por dos votos—. Fue juzgado y condenado a un año de prisión eludible con multa por el Juzgado de lo Penal número 2 de Pontevedra por dos delitos contra la Hacienda Pública. Defraudó 338.493 euros en la declaración del IRPF de los años 2006 y 2007 en sus negocios acuícolas y en el sector de la energía eólica en China y Chile. Y su nombre se hizo famoso en toda España gracias al libro Fariña, de Nacho Carretero, y a la serie de televisión homónima de Atresmedia y Bambú Producciones.
AÑOS CON EL TELÉFONO PINCHADO
El personaje que en la serie interpreta el actor Miro Magariños supera, en la realidad, a cualquier ficción televisiva. En 2019, el Tribunal Supremo emitió un auto en el que consideraba que Nené fue uno de los pioneros del contrabando en Galicia y que movía mercancía valorada en más de 72 millones de euros, con conexiones en tres continentes y que supuestamente importaba tabaco desde Estados Unidos y China, pasaba por Grecia y Emiratos Árabes y tenía como destino final Barcelona, Valencia o Portugal.
Esa es otra causa, la denominada operación Cebra. En la que ahora acaba de llegar a juicio la Fiscalía pide que sea condenado a diez años de prisión y al pago de una multa de 15 millones de euros como cabecilla de una red que operaba desde 1996 con la finalidad de procurar la introducción en España y en la UE de grandes partidas de labores de tabaco de procedencia extracomunitaria, por vía marítima y terrestre.
Esa red empezó utilizando dos pesqueros propiedad de Nené, si bien para ocultar la verdadera titularidad se amparaba en sociedades instrumentales radicadas en paraísos fiscales. De hecho, el caso ha tardado tanto en llegar a juicio, entre otras razones, por las trabas para investigar sus cuentas en Suiza. El fiscal le atribuye «la máxima capacidad de decisión» proyectando, planificando y dirigiendo los hilos en un período (1996-2001) en el que gobernaba su pueblo y en el que, a través de escuchas telefónicas, le captaron gestiones desde el propio despacho oficial de regidor. Estuvo pinchado durante años y fue testigo de chivatazos de agentes del orden y gestiones de diferente naturaleza.