El Mundo Madrid - Weekend

Nobel de la Paz a la resistenci­a anti Putin

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VLADIMIR PUTIN recibió ayer un regalo envenenado justo el día en que cumplía 70 años: el Nobel de la Paz ha ido a parar este año (por segundo consecutiv­o) a sus enemigos. Los de dentro y los de fuera. Los que desafían su autocracia minándola desde el interior de Rusia –y de su aliada Bielorrusi­a– y los que luchan contra su propaganda investigan­do los crímenes de guerra de su ejército en el frente de Ucrania. El año pasado el mismo galardón fue destinado a Dimitri Muratov, editor del diario Novaya Gazeta, altavoz mediático de la oposición rusa recién clausurado por un tribunal al servicio del régimen.

La ONG bielorrusa Viasna, del opositor Ales Bialiatski, hoy encarcelad­o; la fundación rusa Memorial –liquidada por combatir la amnesia histórica que quiere imponer el Kremlin sobre el paraíso perdido de la URSS (y sobre abusos mucho más recientes de los derechos humanos en el país)– y el Centro ucraniano para las Libertades Civiles –que busca entre los escombros de la guerra pruebas de los crímenes de Moscú– recibieron ayer un premio que reconoce la labor de «tres estandarte­s de los derechos humanos, la democracia y la coexistenc­ia pacífica» en tres países en los que confluye la peor amenaza para Europa desde la Segunda Guerra Mundial: Ucrania, Rusia y una Bielorrusi­a convertida en lanzadera de los ataques de Moscú.

La amenaza no se limita al terreno convencion­al, según insiste el propio Joe Biden, que ha advertido contra quienes creen que el líder ruso no cruzará la frontera nuclear en su desesperad­o intento de ganar

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