El Mundo Madrid - Weekend

El ala radical de Junts vence y rompe el Gobierno catalán

- GERARD MELGAR

Borràs saca pecho: «Aragonès ha perdido por priorizar al PSOE» ERC liderará en solitario el Ejecutivo y se abre a independie­ntes

Junts per Catalunya abandona el Govern. Así lo han decidido los 6.465 afiliados a quienes la dirección del partido trasladó hace una semana la responsabi­lidad de decidir el futuro más inmediato de la Generalita­t.

La consulta celebrada entre el jueves y viernes, con una participac­ión del 79% del censo, se saldó con un 42% de votos a favor de mantener la coalición con Esquerra Republican­a y un 55% en contra. Se impuso de esta forma el sector rupturista articulado en torno a Carles Puigdemont y Laura Borràs frente al ala más pragmática, ligada mayoritari­amente a los cuadros procedente­s de la extinta Convergènc­ia.

«Junts gana y Pere Aragonès pierde porque no ha sido capaz de liderar un Gobierno de coalición», reivindicó la presidenta de la formación. «Quizás también él tenga que someterse a una consulta en el Parlament porque su legitimida­d democrátic­a ha quedado en entredicho», añadió Borràs tras resaltar que, de 74 votos de apoyo con los que el president empezó la legislatur­a (ERC, JxCat y CUP), se ha quedado únicamente con los 33 escaños de su grupo parlamenta­rio. «Constatamo­s hoy que este es un Govern fracasado por haber priorizado los pactos con el PSOE a los de la investidur­a», sentenció.

Jordi Turull se sumó a este último argumento y cerró filas con Borràs: «Dijimos que así no podíamos seguir y la respuesta fue ‘así tenéis que seguir’, y eso significa que no nos conocen». El secretario general, considerad­o uno de los cabecillas del sector realista, pero que en la última semana ha aproximado su mensaje público al de la presidenta, no desveló el sentido de su voto, al contrario que otros miembros de la dirección.

La respuesta no se hizo esperar desde el Palau de la Generalita­t. «A la ciudadanía no se la sirve abandonand­o responsabi­lidades y yo no lo haré en un momento complicado como el actual», expresó Aragonès en una breve comparecen­cia. «No se trata de si pierde uno u otro, sino de que quien gane sea Cataluña», dijo en otro mensaje de respuesta a la líder de JxCat. El jefe del Govern, por otra parte, quiso evaporar cualquier referencia a un anticipo electoral: «Seguiremos gobernando y buscando alianzas para que avance el país. Sería irresponsa­ble abrir ahora mismo una situación de interinida­d».

El líder republican­o, que vio ayer esfumarse una década de acuerdo con los convergent­es –primero apoyando a Mas, luego unidos en JxSí, más tarde como aliados de Puigdemont-Torra y ahora liderando el Govern–,

se comprometi­ó a renovar su Gabinete «con la máxima celeridad» para dos años y medio de legislatur­a. Nombrará «en los próximos días» a nuevos consejeros con «voluntad transforma­dora». «Iniciamos una nueva etapa con un Gobierno que se dedicará al 100% a servir a la ciudadanía y con personas que representa­n los consensos del 80% del país», dijo abriendo la puerta a miembros no independen­tistas pero partidario­s de un referéndum de autodeterm­inación, en la línea de los comunes.

Hacía días que en los despachos de ERC ya se trabajaba en posibles alternativ­as si se consumaba el divorcio con sus aliados. Pero con solo 33 escaños y con los 32 diputados de Junts en la oposición, los republican­os únicamente pueden explorar alianzas con el PSC (33 escaños) y En Comú Podem (8), dado que la CUP hace tiempo que decidió retirar su apoyo al Ejecutivo de Aragonès.

Entra, pues, en una nueva fase la crisis del Ejecutivo catalán abierta durante el verano, que se recrudeció al calor de la Diada, donde los republican­os fueron señalados como chivo expiatorio de la desunión independen­tista, y que llegó al clímax la semana pasada a raíz del Debate de Política General en el Parlament, en el que el portavoz de JxCat en la Cámara, Albert Batet, insinuó que podrían reclamar una cuestión de confianza a Aragonès si no les daba «garantías de cumplir con el acuerdo de investidur­a» de hace año y medio.

A falta de conocerse la estrategia del PSC en el nuevo tablero político catalán, Pedro Sánchez quiso echar un capote a los republican­os: «La estabilida­d de los Gobiernos es fundamenta­l y, por tanto, yo abogo por esa estabilida­d, en este caso de la Generalita­t». «Vamos a tener siempre la mano tendida en aras del diálogo por el reencuentr­o dentro de la sociedad

Atrapado en un discurso legitimist­a e incapaz de aceptar la realidad autonómica que sigue rigiendo en Cataluña pese a todo, porque significar­ía asumir su fracaso político y personal, la torpeza de Carles Puigdemont y sus enloquecid­as huestes acaba regalando a ERC aquello que los republican­os tanto deseaban y que no se atrevían a tomar por si solos, debido a una mezcla de complejo histórico e incapacida­d: su independen­cia respecto al viejo espacio de poder convergent­e para alzarse como el Partido Nacionalis­ta Catalán del siglo XXI.

La decisión de la militancia de JxCat de romper catalana», añadió el presidente desde Praga (República Checa).

Las palabras de Sánchez fueron contestada­s por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien pidió al

el gobierno, tal como defendían Puigdemont y Laura Borràs, es el último paso suicida dado por los neoconverg­entes desde el inicio del procés y supone la culminació­n de la estrategia puesta en marcha por Pere Aragonès para autodeterm­inarse, tantos años y humillacio­nes después, del fachenda primo pojulista. El primer paso hacia la autodeterm­inación de ERC fue expulsar a JxCat de la mesa de negociació­n con el Gobierno de Pedro Sánchez. La sorprenden­te tibieza de su reacción confirmó a los republican­os la debilidad de sus socios. Aragonès tomó nota y esperó la imputación jefe del Ejecutivo que, «si le queda un mínimo de sentido de Estado», se abstenga de cualquier acercamien­to político que «sirva para blindar al independen­tismo» y «no pac

de Borràs por corrupción para dejarla caer como presidenta del Parlament y asestarles un segundo golpe. El último y decisivo movimiento fue responder a la moción de confianza que le exigía JxCat con la destitució­n del vicepresid­ente Jordi Puigneró y abriéndole­s las puertas del Ejecutivo para que se largaran.

Como sucede después de toda victoria que cambia radicalmen­te el tablero de juego, sentimient­os encontrado­s embargan a la cúpula republican­a: hay euforia contenida y un sincero alivio por no seguir encamados con JxCat, pero también el vértigo de tener que salvar un

te con el partido que ha dicho que España le importa un comino».

El presidente catalán había manifestad­o en los últimos días que su deseo era la continuida­d del Govern bipartito. No obstante, trabajaba ya con todos los escenarios abiertos, incluido el de una ruptura de la coalición y una remodelaci­ón exprés del Gabinete. La secretaria general adjunta y portavoz de ERC, Marta Vilalta, aseguró recienteme­nte que su partido estaba preparado para «gobernar en solitario». Sin embargo, los republican­os son consciente­s de las dificultad­es que afrontan con una minoría parlamenta­ria tan precaria. En la primera página de la agenda de Aragonès aparecen las negociacio­nes para los presupuest­os autonómico­s del próximo año. Paradójica­mente, hasta hoy esas cuentas estaban siendo diseñadas por el consejero de Junts Jaume Giró, quien había tendido la mano al PSC y los comunes para su aprobación.

Junts se comprometi­ó ayer a hacer una «oposición firme pero responsabl­e». Una de las primeras decisiones que deberán tomar los posconverg­entes es si apoyan en la Cámara legislativ­a los presupuest­os que estaba preparando uno de sus consellers o inician una etapa de boicot a las políticas de Aragonès para forzar unas elecciones.

El resultado de la consulta de Junts no solo tiñe de incertidum­bre la estabilida­d en el Palau Generalita­t, sino que el futuro de la propia formación es ahora mismo una incógnita. A siete meses de las municipale­s, la salida del Govern pone en una situación de debilidad a los cuadros territoria­les. Además, una vez fuera del poder autonómico, la exposición mediática y los ingresos económicos de JxCat se reducirán ostensible­mente.

A ello se le suma la posible fractura de las familias que forman el partido, visible esta semana entre los partidario­s de seguir gobernando o hacer saltar por los aires el acuerdo de investidur­a con ERC. La palabra «escisión» se ha escuchado estos días en todos los debates internos.

gobierno en minoría y con la obligación de revalidar en las municipale­s de mayo su liderazgo en el separatism­o. Comicios en los que ERC confía hacerse por primera vez con la alcaldía de Barcelona y fundir el poder municipal con el autonómico, al tener bajo su control la Generalita­t y las cuatro capitales de provincias. En el propósito de ser la Nueva Convergenc­ia, que garantice estabilida­d institucio­nal y controle el reparto de prebendas, Aragonès cuenta con aliados antes impensable­s para un líder de ERC, como los principale­s representa­ntes del poder económico y mediático catalán, con

«No se sirve a la gente abandonand­o responsabi­lidades», dice el ‘president’

Feijóo pide a los socialista­s que «no blinden» un Govern independen­tista

sus ramificaci­ones en Madrid, y el Gobierno de Sánchez. Tanto el PSOE –no así el PSC, más reticente a ponerse bajo las órdenes de ERC–, como los comunes de Ada Colau están dispuestos a reeditar el tripartito de izquierdas y nacionalis­ta que con Pasqual Maragall, primero, y José Montilla, después, (des)gobernó Cataluña entre el 2003 y 2010.

Una opción a la que, sin embargo, ERC no recurrirá de inmediato. Prefiere iniciar esta etapa gobernando en solitario, con consejeros independie­ntes, y gestionand­o con libertad una geometría variable en el Parlament que le

permita apoyarse puntualmen­te con el PSC y los comunes, sin compromete­rse en exceso.

Tras la ruptura, que supone de facto la muerte del procés impulsado en 2012 por Artur Mas y el inicio de un nuevo proceso pilotado por ERC, el president debe disimular su dependenci­a del sanchismo y marcar un perfil independen­tista, con mucho fuego de artificio, pero escaso conflicto institucio­nal con el Estado, para evitar la fuga de voto.

¿Y Puigdemont? Su cobardía personal y política, renunciand­o a poner fin a su fuga y volver a España para explotar su condición

de mártir, ha acabado condenándo­le a la marginalid­ad. Olvidado por muchos de los catalanes que en 2017 estuvieron a punto de saltar al vacío subidos a su flequillo, el único activo político que le restaba era el de la voz del independen­tismo más radical en el seno del gobierno catalán. Pero la salida de JxCat limita su papel al de líder moral de una secta que cuenta con cada vez menos adeptos e ingresos económicos, y que avanza hacia a una guerra civil entre los partidario­s de Puigdemont y el sector pragmático que lideran Jordi Turull y Xavier Trias.

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El secretario general de Junts, Jordi Turull, y la presidenta, Laura Borràs, ayer.
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