El Mundo Madrid - Weekend

Motos ‘voladoras’ que siembran terror

Moscú ha atacado ya con 86 drones iraníes para los que Kiev aún tiene débil defensa

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Los edificios de la sede de la Brigada Mecanizada Número 72 del ejército ucraniano todavía humeaban el jueves por la mañana pese a que el audaz ataque ruso se había registrado la jornada anterior. Uno de los habitáculo­s se había desplomado mientras que otros cuatro habían perdido el tejado, consumido por las llamas.

Viacheslav Pupenko vive justo enfrente del cuartel y recuerda que le despertó la primera gran detonación en torno a las 2 de la madrugada. Los vídeos que se difundiero­n durante la jornada permitían apreciar cómo uno de los drones se abalanzaba­n sobre el recinto generando una bola de fuego al explotar.

«Era como si escucharas el ruido de una motociclet­a en el cielo. Fue un ataque en oleadas. Primero cayeron en un edificio y después en otro. Paró un rato y vinieron más. Estuvimos así hasta las 4 de la mañana. La gente gritando en las ventanas y el incendio lo arrasó todo. Los bomberos no pudieron dominarlo hasta cinco horas después», recuerda Pupenko, que acaba de salir de su apartament­o a unos metros de los barracones.

Al lado del complejo militar, Zinaida Derva, de 73 años, se encontraba sumida en la tarea de barrer con una mera escoba la alfombra de despojos de uralita, metal y madera que había dejado el ataque en el aparcamien­to en el que trabaja. «¿Cómo iba a imaginarme que terminaría­mos en guerra con Rusia? Ayer cuando llegué estaba todo ardiendo», nos decía.

El asalto aéreo contra el acantonami­ento de Bila Tserkva podría equiparars­e al que se registró en 2019 contra las instalacio­nes de la firma petrolera saudí Aramco en Abqaiq y Khurais. En ambos casos, los drones de origen iraní recorriero­n cientos de kilómetros desde su base de lanzamient­o sin ser intercepta­dos. En el caso ucraniano, los expertos locales creen que volaron desde Crimea siguiendo la ruta de la autopista que une Odesa con Kiev para enmascarar el ruido de sus motores, que se equiparan al que hace una motociclet­a. Los aparatos atacaron en oleadas sucesivas al igual que los que mandó la guerrilla Huzi de Yemen.

La acción contra Arabia Saudí fue calificada por un israelí como un «mini Pearl Harbor». La de Bila Tserkva solo dejó un herido. La gran diferencia entre ambas estriba en una circunstan­cia repetida en este conflicto: la informació­n que manejaban los rusos estaba desfasada.

La arremetida aérea contra Bila Tserkva marca, sin embargo, un salto cualitativ­o en el uso de drones suicidas iraníes por parte de Rusia en la guerra de Ucrania, que deja constancia de que dispone de la capacidad para alcanzar con este tipo de armamento –barato y fácil de reemplazar– todo el territorio ucraniano.

Washington alertó el pasado agosto sobre la transferen­cia de cientos de estos aparatos –más de 300, según funcionari­os citados por el diario New York Times– al ejército ruso. Los drones comenzaron a ser utilizados por las tropas de

Moscú a mediados de septiembre, cuando el primer shahid fue derribado en la región de Jarkov. De inmediato, las fuerzas de ocupación comenzaron a lanzar oleadas de ataques contra la ciudad sureña de Odesa –causando el pánico en esa villa–, que extendiero­n después a otros objetivos de la región como Mykolaiv.

Los militares ucranianos indicaron que los drones están despegando desde Crimea y otras zonas ocupadas del sureste del país. Un alto cargo del ejército, Oleksiy Gromov, dijo este jueves en una comparecen­cia pública que los rusos han usado hasta

Con un alcance que oscila entre los 1.000 y los 2.500 kilómetros, los expertos asumen que es cuestión de poco tiempo que los drones iraníes ataquen objetivos en la capital ucraniana, Kiev. El ‘think tank’ británico Rusi confirmó el pasado mes de julio el «amplio» uso por parte del ejército ruso de ingenios de intercepta­ción de drones montados en camiones, lo que «ha limitado el espacio aéreo al que pueden acceder los aviones no tripulados ucranianos (UAV)». El mismo instituto estimaba en su informe que, debido a estas medidas, los UAV ucranianos no suelen superar siete días de ‘vida’ antes de ser derribados.

Horas después del suceso de Bila Tserkva el presidente Volodimir Zelenski anunciaba una reunión urgente de sus asesores militares para intentar contrarres­tar la utilizació­n de estos aparatos. «Es muy difícil derribarlo­s porque vuelan en oleadas y son muy pequeños. Los sistemas de interferen­cia son efectivos pero misma regla se aplica a los sistemas de defensa. No es rentable derribar algo tan barato con un misil que cuesta cientos de miles de dólares», agrega Yuriy.

La respuesta ucraniana ha venido una vez más de la mano de la propia ciudadanía, que se ha organizado para recaudar fondos y adquirir sistemas multisenso­res como el polaco Sky Ctrl, una de cuyas unidades acaba de ser desplegada en el frente gracias a un equipo de ingenieros que llegaron a recaudar ocho millones de grivnas [cerca de 250.000 euros] a tal efecto.

«Se trata sólo de un antena en un frente de 50 kilómetros donde actúan cientos de drones. No era lo que habíamos esperado. (Cada día) nos enfrentamo­s a nuevas acciones (de los rusos) y a nuevos problemas con los drones», precisa Roman Perimov, uno de los promotores de la campaña de recaudació­n.

Para contrarres­tar esta sorpresiva deriva militar, Kiev ha adquirido algunas armas anti-drones –unos fusiles de diseño futurista que pueden derribar esos aparatos– en EEUU y espera la llegada de los 12 sistemas de intercepta­ción Titan cuyo envío fue anunciado a finales de septiembre por Washington.

El Instituto para el Estudio de la Guerra opina que, pese a todo, «es

poco probable» que estos UAV iraníes «afecten significat­ivamente el curso de la guerra»; su principal objetivo es «generar el terror».

«La guerra de los drones está revolucion­ando toda la doctrina militar. Ahora mismo Ucrania es el mercado de pruebas de cientos de compañías», concluye Yuriy.

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