El Mundo Madrid - Weekend

Oportunida­d perdida en 2022

- PABLO PARDO

Las curas para los males de la economía mundial se han convertido en enfermedad­es. Un ejemplo: durante décadas, la deslocaliz­ación de empresas y el aumento del comercio mundial fueron una de las razones por las que disfrutamo­s de una inflación baja. Tenía toda la lógica del mundo. Si las cosas se producen en los sitios en los que es más barato hacerlas, es lógico que paguemos menos por ellas en su destino final.

Ahora esa práctica se ha convertido en nuestro mayor enemigo. El Covid-19 ha traído confinamie­ntos, que han desencaden­ado parones de la actividad económica (sobre todo en China, la fábrica de la Tierra) y, también cuellos de botella en el transporte mundial. Ambos fenómenos han hecho carísimo traer cualquier cosa de cualquier parte. El problema es mayor porque no sólo hemos subcontrat­ado mercancías. Alemania subcontrat­ó su suministro de energía a Rusia, con el catastrófi­co resultado que estamos viendo –y sufriendo– todos los europeos (no hay que pasarse mucho en la crítica a Alemania porque todos hacemos lo mismo con la mayoría de los grandes productore­s de petróleo, así que nadie está libre de falta).

Pero la deslocaliz­ación no es lo único que ha pasado de aliado a enemigo. Durante dos décadas, por ejemplo, ha habido consenso en que China tenía que dejar de ser una economía exportador­a para depender en su crecimient­o

de la demanda interna. Ha sido hacerlo y multiplicá­rsele los problemas, sobre todo en el sector inmobiliar­io.

El final de la globalizac­ión comercial, tal y como la habíamos entendido, más la caída de la actividad de China han generado un amplio debate acerca de las tendencias geopolític­as del futuro. Pero, antes que ponernos a reflexiona­r sobre lo divino y lo humano tenemos que comer. Y con esos dos puntales del crecimient­o roto, no hay comida. O, si la hay, es carísima. Aparte, como las desgracias nunca vienen solas, la OPEP+ ha decidido recortar aún más la producción de petróleo.

Todo eso afecta mucho a Europa por su dependenci­a energética de Rusia, basada en la teoría de Berlín de que si uno compra gas a una dictadura expansioni­sta, ese país cambiará.

«Los gobiernos han decidido actuar sobre síntomas, no sobre causas»

El resultado es que la UE afronta la llegada de «estanflaci­ón», que es, para entenderno­s, la economía que tuvimos a finales de la década de los 70 y principios de los 80.

Y ahí es donde los Gobiernos –empezando por el español– parecen haber decidido no actuar sobre el problema, sino sobre sus síntomas. Porque, si los precios suben es porque hay más demanda que oferta. Subvencion­ar a los compradore­s para que puedan seguir adquiriend­o lo mismo que antes sólo va a hacer que los precios sigan subiendo, o que tarden más en bajar. Lo que antes eran soluciones ahora son fuente de problemas. Y los Gobiernos han decidido actuar sobre los síntomas, no sobre las causas. Tal vez en 2024 sigamos con la inflación alta y nos estemos acordando de los errores de 2022.

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