Oportunidad perdida en 2022
Las curas para los males de la economía mundial se han convertido en enfermedades. Un ejemplo: durante décadas, la deslocalización de empresas y el aumento del comercio mundial fueron una de las razones por las que disfrutamos de una inflación baja. Tenía toda la lógica del mundo. Si las cosas se producen en los sitios en los que es más barato hacerlas, es lógico que paguemos menos por ellas en su destino final.
Ahora esa práctica se ha convertido en nuestro mayor enemigo. El Covid-19 ha traído confinamientos, que han desencadenado parones de la actividad económica (sobre todo en China, la fábrica de la Tierra) y, también cuellos de botella en el transporte mundial. Ambos fenómenos han hecho carísimo traer cualquier cosa de cualquier parte. El problema es mayor porque no sólo hemos subcontratado mercancías. Alemania subcontrató su suministro de energía a Rusia, con el catastrófico resultado que estamos viendo –y sufriendo– todos los europeos (no hay que pasarse mucho en la crítica a Alemania porque todos hacemos lo mismo con la mayoría de los grandes productores de petróleo, así que nadie está libre de falta).
Pero la deslocalización no es lo único que ha pasado de aliado a enemigo. Durante dos décadas, por ejemplo, ha habido consenso en que China tenía que dejar de ser una economía exportadora para depender en su crecimiento
de la demanda interna. Ha sido hacerlo y multiplicársele los problemas, sobre todo en el sector inmobiliario.
El final de la globalización comercial, tal y como la habíamos entendido, más la caída de la actividad de China han generado un amplio debate acerca de las tendencias geopolíticas del futuro. Pero, antes que ponernos a reflexionar sobre lo divino y lo humano tenemos que comer. Y con esos dos puntales del crecimiento roto, no hay comida. O, si la hay, es carísima. Aparte, como las desgracias nunca vienen solas, la OPEP+ ha decidido recortar aún más la producción de petróleo.
Todo eso afecta mucho a Europa por su dependencia energética de Rusia, basada en la teoría de Berlín de que si uno compra gas a una dictadura expansionista, ese país cambiará.
«Los gobiernos han decidido actuar sobre síntomas, no sobre causas»
El resultado es que la UE afronta la llegada de «estanflación», que es, para entendernos, la economía que tuvimos a finales de la década de los 70 y principios de los 80.
Y ahí es donde los Gobiernos –empezando por el español– parecen haber decidido no actuar sobre el problema, sino sobre sus síntomas. Porque, si los precios suben es porque hay más demanda que oferta. Subvencionar a los compradores para que puedan seguir adquiriendo lo mismo que antes sólo va a hacer que los precios sigan subiendo, o que tarden más en bajar. Lo que antes eran soluciones ahora son fuente de problemas. Y los Gobiernos han decidido actuar sobre los síntomas, no sobre las causas. Tal vez en 2024 sigamos con la inflación alta y nos estemos acordando de los errores de 2022.